Historia de un jugador
Hoy será la noche en que cuente la historia de un jugador, el tahúr más feroz que jamás conocí, Sergio Jiménez se llamaba, le decían el Kumanés porque era de la región oriental de Venezuela llamada Kumaná.
Se hizo una reunión en Elizabeth, un pueblo cerca de New York, donde el Kumanés y yo nos íbamos a conocer, yo era en ese momento el artista de la televisión neoyorquina y él era un ladrón de galería y guante blanco; hizo para veinte o treinta personas que estábamos ahí, particularmente para mí, esta exhibición: Separó los ases a efectos de mostrarme como hacía él cuando quería reunir los cuatro ases jugando poker por dinero. Separó el paquete completo en cuatro pequeños montes casi de igual tamaño, el primero lo abrió en abanico, introduciendo el primer as, casi al medio del paquete y cuadró, agregó el segundo paquete y colocó de frente el segundo as, pero no conforme con eso, volvió a partir el paquete completo y mostró que no había as ni arriba, ni abajo ni al medio, agregó el siguiente paquete y repitió la misma operación pasada, siempre cortando y mostrando que no había as ni arriba, ni abajo, ni al medio y por último repitió la misma dosis con el último as, fijándose siempre en mostrarme la honestidad del paquete creado. Me dijo que aun cuando ha mezclado en repetidas ocasiones la baraja, tenía el control exacto de cada uno de los ases y que podría dárselos jugando al poker.
Aprovechando que estaba sonriendo le dije –yo puedo hacer eso también- me miró extrañado y dijo –¿tú? ¿Con una sola mano?- -Sí- respondí –Haber hazlo- Yo le hice así: No hay as arriba ni abajo ni al medio, corté y salió el primer as, volví a montar las barajas y mostré no hay as ni arriba ni abajo ni al medio y al cortar salió el segundo as, que iba depositando al frente del tapete. Me miraba consternado -¿Usted cree poder hacer lo mismo con las cartas boca arriba? - -no sé señor, nunca he probado- mostré que no había as arriba ni abajo ni al medio y al corte apareció el tercer as, fui a buscar el cuarto mostrando siempre limpiamente: no hay as arriba, ni abajo ni al medio y al corte… salió un siete -¡falló!- dijo el Kumanés –no señor, nunca fallo- dije yo –el siete es la carta que ocupo como guía cuando juego poker por dinero y conté: 1,2,3,4,5,6 y 7 y la última carta era el as que faltaba, toda la gente aplaudía
Quedó molesto después del juego y me dijo -¿Usted crees que sus técnicas son insuperables?- -no señor- dije yo, un tanto intimidado –sólo que es muy particular porque solamente tengo una mano, debido a un accidente de niño, tuve que aprender solo- -¿usted sería capaz- me dijo –de cortar, olvídese de los ases, por cuatro cartas iguales en estas condiciones totalmente de azar?- -puede que sí- le dije –pero sólo lo haría por diez mil dólares- y enseguida el apostó la cantidad pedida y yo corroboré el trato, había veinte mil en la mesa y una tensión impresionante.
La clausula era la siguiente: cuatro cortes completos, como yo quisiera y de los paquetes que quisiera y cuatro cartas iguales.
Yo le hice así: Primer corte, saqué una carta ciega, sin que nadie, ni yo mismo, supiera cuál era su valor y la puse boca abajo, justo encima de los billetes, él parecía extrañado, pero dejó que continuara con el juego.
La primer baraja que mostré después del corte fue un siete, lo saqué del montón y lo puse boca abajo en el tapete, barajee las cartas y nuevamente al corte, saqué el segundo siete, que mostré y puse boca abajo encima del siete primero y al partir con los siguientes cortes saqué el tercer y último siete, ya había ganado, iba a tomar el dinero, pero el Kumanés dijo –un momento, no he visto la primera carta- tenía razón –de la vuelta a la carta- le dije –y verá que es el último siete- hubo un suspenso mientras volteaba la carta… -¡falló!- dijo –es un rey- -jamás falló- le dije –prometí cortar por cuatro cartas iguales no por cuatro sietes- mostré las demás cartas vueltas hacia abajo y gané la apuesta.