Era un incesante ir y venir entre la tensión y la distensión, entre el aflojar y el desaflojar, el jalar y soltar, podía haber seguido así durante toda su vida...

Nunca escatimó en lo que podría ir generando atomicamente, no sabía que no podía conjugar el ir y el venir de tal forma que siempre quedara en la misma posición, no pudo, no supo, o si lo supo no se dió cuenta de que no podía.

Estiraba y tensionaba y torneaba círculos en el modo más aritmético, calculaba cada una de las tensiones tanto en presión como en tiempo, lo hacía sutilmente.

El observador que hacía las huestes de tal logró caer en el juego y no sabía discernir entre un movimiento u otro y cayó en él como un quinceañero ávido de descubrir lo nuevo.

Ósmosis pendular, decíase a su interior.

Sólo lograba percibir que se había enmarañado en el juego de aquella persona, al igual que don Buendía sabía que algo estaba mal; pues él no quería jugar su juego en que él fuese el adversario pero a su vez él fuese el instrumento.

Por fin, llegó el día, ella la demiurga misteriosa, tensó y tensó, confiada en su conocimiento empírico de lo vivido hasta ahora, y acestó tu jalada letal...

Terminó dándose en el hocico de manera fulminante...y nunca se supo más de el elástico.