Lo que veo por mi ventana
No tengo nada mejor que hacer hoy. He decidido renunciar a los sinsabores de la vida. Camino por mi recámara, y me acerco a mi ventana. Veo, veo... ¿qué puedo ver?
Sombrillas danzarinas van, vienen y van por la banqueta. Llueve, llueve y me emociona. La gente no parece disfrutarla; como si estuvieran demasiado ocupados para detenerse a saborear la lluvia, empapar sus pies en los alegres charcos y aspirar ese delicioso aroma –como quien disfruta un buen café-.
No, la gente huye de ella, por eso sus sombrillas danzan en busca de un lugar para ocultarse de la traviesa lluvia.
En la esquina de la calle observo un grupo de niños. Esos cuatro alegres compañeros de juegos, aventuras, desgracias y alegrías que disfrutan sus ocho años de vida tanto como yo disfruto verlos. Creen ser capitanes de grandes barcos -¿Quién necesita el Queen Mary? - con sus pequeños navíos de papel. Uno, dos, tres barcos navegan por el agua de la calle que veo por mi ventana. No parece importarles si la gente huye del agua o si algún día serán importantes señores de negocios, con poco tiempo para lo que realmente vale vivir. Ni siquiera creo que les importe perderse el ahora, sólo importa la lluvia; ¡ah! y sus barcos de papel.
Veo y sigo viendo por mi ventana. Veo los perros que corren por la calle sin importarles si la lluvia moja sus pieles; si la lluvia altera su aroma de perro; sin importarles nada, sólo su felicidad de perro es lo que importa.
Me encanta ver llover, me encanta observar por mi ventana. Me gusta ver como una gota desciende por el cristal, va convenciendo a las demás gotas que se le unan en un fantástico viaje y se diviertan bajando -con una velocidad vertiginosa para las pequeñas gotas- por mi ventana hasta que llegan al marquito inferior y caen a la calle, todas abrazadas, en forma de una gota enorme.
Me gusta ver llover. Me encanta observar por mi ventana. Me gusta ver como las gotas de lluvia van formando charcos y todas corren por la banqueta. Me encanta su magia juguetona y su gran fuerza para empujar a aquellos enormes barcos de papel al final de la calle
Me gusta ver llover me encanta el aroma de la lluvia. Me gustaría impregnarme de ella; no del agua sino de la lluvia -son términos muy diferentes - Me encanta su libertad, su “Yo soy libre y espontánea”. Me gusta ver llover; me gusta todo lo que veo por mi ventana.
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