Verde codicia al mirar el sol,
al auscultar tu pecho
vivo aún, desde
el karma y la oscura,
ALTANERA,
vida.
Los pliegues de mi piel, el
abrazo de la luna en el
cuerpo marino,
y el amor de las
hijas de Lilith en mis manos,
era la palma del sol,
la tortura general,
el beso en la bocacalle del
seno oblicuo,
el mordisco de las pataletas
de mis doncellas, paridas
por mi bastardo sexo, por
la piel amortiguada
de la caída, la mujer,
la mujer,
la mujer,
YO fui la mujer y paría princesas
para que se las engullesen los reyes,
separé las patas como una gata,
grité,
chillé,
AULLÉ DE DOLOR ANTE LA MUESCA
DE MIS NALGAS DESANGRADAS,
pídeme perdón, dijiste:
[Lo lamento, lo siento, perdóname...]
y yo miré a tus pies,
ah, ese prodigio ocular
de lamer tu cuerpo,
de morder a quien sea,
¿Cariño?
¡No!
¡Si!
¡No!
Eso fue lo que me habías dicho,
¿Cariño?
Por Dios, por los dioses, ángeles, valkirias, animales extraños
de la tierra de los siervos de la gleba,
por el que me mire, ¿qué he hecho?
Dime que nada, que las piernas me tiritan,
que no me sostengo,
los dragones se llevan
a mis niñas en sus alas de cartón
las encierran para que
sus hijos:
esos nobles príncipes azules - comprenderán
que son azules, vil color de sus madres, seres
marginales que no vuelan, hijos de dragones -
se hagan hombres, y cierren con sus
labios de adormídera el
hechizo maldito.
Yo, miro al sol y veo verde, miro al sol...
Mi cuerpo late como una flor madura, como
fruta floresciente, como caja de sueños,
como caja de sueños, reproduzco mi piel
hermafrodita
en la epidermis de la noche. |