Es como si uno hubiera estado siempre en vigilia y se sumergiera por primera vez en un mundo de sueños maravillosos donde no hay tristeza, donde la vida es simple y luminosa.

Es como si uno volviera a ser niño y tuviera de nuevo esa capacidad de asombrarse por todo.

Es como si uno caminara por senderos donde el aire brilla y uno fuera brillando con él.

Es como sentir de verdad que la brisa extiende su mano transparente sobre todo nuestro ser con una dulzura infinita.

Es como si la música se hubiera escrito toda para uno, como si las notas fueran las que nos tañeran a nosotros y vibráramos con todas las emociones humanas que creíamos perdidas.

Es como si una sonrisa tuviera el poder de alumbrar como mil constelaciones, como mil soles de luz tibia que nos penetrara y nos llenara de felicidad.

Es como si uno hubiera vuelto al vientre materno y estuviera flotando en él ajeno a las penas del mundo, y como si la existencia se redujera a sentir un calor protector y a saberse acariciado por el batir constante de un corazón femenino.

Es como si uno ya no fuera un ser humano sino que fuera viento, o río, o aurora, o lluvia de estrellas.

Es como si los dioses lo hubieran creado a uno como debieron haberlo hecho desde un principio, envuelto para siempre en la plenitud absoluta del amor.

Es como todo eso.

Sí, es como todo eso…