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A la Eloísa le llego la regla la por primera vez cuando tenía nueve años, estando en el colegio de monjas Santa María del Socorro, y a pesar de que tenía su madre viva y un colegio lleno de mujeres para que le explicasen como era el asunto, no supo si no desmayarse y llorar como barraco cuando vio un hilo de sangre muy roja deslizarse por su pierna derecha, mientras sentía la mirada de todo el curso sobre ella.
Al principio la hermana Clarencia trataba de calmar a la pobre Eloísa que pensaba que se iba a morir por la sangre que le salía por el poto, pronto apareció una compañera que recordó que su padre era medico y que él le había dicho una vez que la gente podía morir de hemorragia, y a lo mejor eso era lo que le pasaba. Luego de un rato la hermana trato de explicarle lo del pecado que toda mujer pagaba a causa de Eva y que lo pagaba con sangre mes a mes, pero la Eloísa se largo a llorar diciendo que era pecadora y que se iba a morir por pecadora, pero la hermana la trato de calmar diciéndole que a todas sus compañeras les pasaría lo mismo, lo cual terminó en tragedia griega con algunas que ya no querían ser mujer para no pecar, todas gritaban, todas lloraban.
Los griteríos y llantos se escuchaban en todo el colegio y fueron estos quienes hicieron que la alta y gruesa madre superiora se apareciera en la sala y golpeando con una varilla la mesa más próxima ahogara de manera casi simultánea gritos y lagrimas.
-¿Cuál es el escándalo por el amor de Dios’?- dijo con la varilla en la mano, mirando a la pobre Eloísa que se miraba la línea de sangre que se le había dibujado por la pierna hacia abajo.
-Madre, la alumna Estévez, ha menstruado acá en el aula.- Contesto la hermana Clarencia poniéndose de pie súbitamente.
-Lo dice Ud. Como si hubiese sido decisión de ella hacerlo en su clase, ¿que no sabe acaso que estas cosas son obra de Dios?-cuestionó la madre superiora a la hermana que con movimientos erráticos trataba de volver a sus alumnas a sus puestos. Mientras la Eloísa se desasía en lágrimas y tocándose la entrepierna trataba de limpiarse la vergüenza que le corría por las piernas. Los calzones los tenía todos rojos de una sangre hedionda y las piernas pegajosas y salinas, no quería pararse porque le mirarían la falda. La madre superiora le tuvo poca paciencia y sin esperar más llanto la tomo del brazo y la llevo a su oficina, pero seguía llorando.
-Quiero venga mi mamá.- Dijo por fin después de mucho sollozo.
-Para que la quieres.- Dijo la madre superiora mientras buscaba en un armario ropa que le quedase a la muchacha. –No ha sabido explicarte esto antes, ¿Qué crees que te explicará ahora?-Agrego pasándole una falda y un calzón percudido, pero limpio.
La metió a un baño y le ayudo a lavarse y cambiarse ropa, la mando de vuelta a la sala con la cabeza clara, no era pecado, ella no tenía la culpa de lo que Eva había hecho en el jardín de Edén, solo era sangre, algo que le pasaba a todas las mujeres, nadie se moría de eso y que llegaba todos los meses sin falta y que si Dios se lo permitía un día le sería de ayuda para saber si era mamá. Se quedó feliz y tranquila, no era pecado, solo era sangre.

Texto agregado el 13-11-2010, y leído por 92 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
14-11-2010 Qué pena que en estos tiempos todavía haya madres que no lo sean al cien por ciento, y monjas que no sean sargentos sino hermanas de la caridad. Qué pena! Que al menos tu texto sirva de denuncia. ZEPOL
14-11-2010 pudo haber sido mejor me parece seroma
 
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