Cuando paró de llover, Plumitas comenzó a volar y don Cuaco trató de andar ligero arrastrándose, no era tan lejos pero a el le costaba mucho.
–Ay como pesa este cascarón que llevo- se lamentaba el caracol, ella iba y venía sobrevolando y se reía, -Yo lo espero Cuaco, no tenemos apuro, tenemos toda la eternidad por delante.
Pasadas unas horas ellos llegaron al bosque del ruiseñor, se oían coros de pájaros que cantaban alegremente y uno que se destacaba, cuando vieron llegar a esta extraña pareja les dieron la bienvenida.
-¡¡Hola Plumita!! tanto tiempo que no la vemos, veo que viene acompañada.
-Sí, aquí traigo a mi amigo el caracol Cuaco, se los vengo a presentar, y de paso le daremos un concierto, aunque yo desafino un poco, ¡Ejem!, dijo ella, comiencen ustedes yo los sigo-
El ruiseñor Roco hinchando su pecho se puso a cantar una hermosa melodía, la gorriona se acercó al caracol y apoyó su alita sobre el caparazón-
-¿Le gusta como cantan?- le preguntaba, y él emocionado levantó su cabecita y la miró a los ojos, ¿Por qué le gustaba tanto su piquito? como haría para darle un beso si eran tan distintos, pero sus almas se besaban, ella lo sentía así, ya le tenía tanto cariño.
Cuando por fin llegó la noche y todos estaban dormidos, se escuchó en todo el bosque como que alguien gemía. El sonido de aquel llanto llegaba desde abajo de la hojas. En un rincón solitario, Cuaco lloraba y lloraba.
Ruiseñor se despertó y con su fino oído localizó al pobre Cuaco:
-¿Que te pasa, amigo Cuaco? ¿Por qué te encuentras llorando?-
-Muy sencillo, Ruiseñor, Plumita es tan bonita, vuela presto a todas partes, me he enamorado de ella, pero mírame a mi soy tan feo, tan lento y llevo mi casa acuestas. ¿Cómo puedo pretenderla?-
Ruiseñor se quedó pensando y al fin tuvo una idea:
-No tengas pena amigo Cuaco, aquí en el bosque vive el Hada Verde de la Selva, ella nos ayudará, espérame un momentito que regreso en un rato.-
Pasaron como dos horas y de pronto entre los árboles se vio que algo brillaba siguiendo al ruiseñor. Cuaco quedó maravillado, aquella hada era muy bella y brillaba como estrella.
-¿Que son tus penas mi buen caracol Cuaco?- Cuaco le contó la razón de sus tristeza para luego terminar diciendo:
-
¿Cómo besar su piquito si mírame soy hasta chato? Todos me van a decir
"Ahí viene el chato Cuaco" y comenzó a llorar otra vez.
-Ven para acá caracol, veré lo que hago por ti-
El hada tomó su vara mágica, tocó a Cuaco en su caparazón y ¡Puf! Convirtió al caracol en un gracioso colibrí.
Cuaco aún no sabe cantar pero vuela muy ligero y aunque es algo chiquito se pone a la par de Plumita y cuando están los dos muy juntos, la besa con su largo piquito.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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Fin |