Si empuño un puñal, decido la última hora de un hombre.
Acaso no tengo entonces el poder de Dios?

Cada elección destruye caminos, crea un sendero inexorable.
No hay regreso.
Las páginas que escribes en tu historia
son las mismas que escribieron todos los hombres: dicha, dolor, canto, sueños, temor, llanto…

Desgasta con demora un verso.
Cántalo, acaricia sus vocales y
deja que se derrita en tu paladar.
O bebe el café ardiente,
amargo en los labios y dulce en la memoria.

Hay dicha en estas cosas tan simples.

No es tuya tambien la intención macabra?
La ira que te hace asir el puñal y
soñar la muerte propia? La ajena?
No son tuyos esos versos atroces que de algún modo intenso
otorgan algo parecido a una dicha morbosa?

Vibra el puñal de Borges en mi mano trémula y no sabemos quién controla a quien.

No somos nosotros mismos en la ira.

Solo existen el puñal
y esa ilusión de omnipotencia del que tiene, en la palma de la mano, la muerte.