¿Qué le ocurre a mi mente cuando no responde sus propias preguntas?
Me ataca, me persigue, me acosa, me susurra, me grita, y persiste.
Aparece, me distrae en el silencio y también en el bullicio. La pienso, la analizo, no la comprendo, la detesto, la olvido, la alejo, la escucho, finjo no hacerlo, la oculto, la niego, la desconozco, la veo, la encuentro, no la miro, me resisto, cedo y empieza de nuevo…
Y una mañana no la oigo, no la tengo.
Me sonrío, verifico y estoy contenta. No hay ruido, todo está tranquilo, ha terminado…
¿Cómo era? La recuerdo, eso creo. Sí, así insistía, tan intenso como arraigado.
Me pregunto y sigo hablando…Un hábito, una costumbre, mi rutina, mi vicio, y hoy la extraño.
¿Qué decía? Me reclamaba, me criticaba, no me perdonaba. Yo la callaba, ¿por qué lo hacía? Era verdad, tenía razón; pero se fue…
Espero…no era tan mala, me quejo demasiado… Espero… Me aburro…
Espero … Me inquieto… Espero… Espero, y la siento… ¡Sí!, la escucho, la veo, ha vuelto. ¿Me alegro? Tal vez. Aquí está.
Me levanto y la obedezco.
Mi buena conciencia por Karina Rocio Vargas se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported. |