S U E G R A **
2º PARTE-
VII
No sé qué pasó en los instantes siguientes. Fue un tiempo muerto del que no tengo memoria. Solo sé que me encontré en la terraza con un grueso vaso de whisky puro en la mano. Lo bebí ansiosamente de un solo trago. Aspiré varias veces el aire fresco de la noche y poco a poco fui saliendo del letargo. Hasta que, finalmente, mi mente consiguió aclararse pero a medias. Aún no me encontraba apto para vomitar mis negras inquietudes y protestas por aquella aberración.
Con un ademán, el viejo me invitó a reclinarme en el silletón. Descorchó otra botella de vino, repletó su copa y comenzó a beber lentamente aunque con avidez de dipsómano. Ni bien la secó, me atravesó con las aguachentas aguas de sus ojitos resabiosos y volvió a tomar la palabra con un insoportable airecito de pedantería.
– No me extraña su ofuscamiento, estimado amigo. Pero, vamos, reflexione. Usted es un hombre privilegiado, acaba de presenciar un innovador y exclusivo producto de mi erudición, obra y gracia de mis profundos conocimientos en múltiples disciplinas de los más importantes campos del conocimiento: genética, mecánica cuántica, química, física nuclear, electrónica y otras materias aún desconocidas en los círculos científicos del mundo… Claro, también estoy dotado de una creatividad sin frenos ni fronteras, así como de un pragmatismo sólido y debidamente fundamentado.
Haciendo un esfuerzo sobrehumano, con un resuello destemplado y un metal de voz que no reconocí como mío, protesté:
– ¡Usted ha convertido un cadáver en robot! ¡Esto es una aberración, una vesania!
– ¡Ey! ¡Ey! No se me ponga bravo, muchachón. Antes de emitir un juicio desatinado… ¿qué cosa ha dicho? ¿aberración, dice usted? De ninguna manera. Mi mamacita vive intacta y feliz en cuerpo y alma. Solo se encuentra en estado de suspensión, similar al de una crisálida de mariposa en su capullo. O, con mayor propiedad, como el embrión dentro de la semilla rodeada por un cotiledón, invisible para el no iniciado. Está latencia pertenece a una dimensión letárgica de la que, en el momento menos esperado, brotará como una bella flor, como un ser transfigurado, que los místicos conocen como la aparición de “un espíritu nuevo”. Mi obra maestra consiste en haber anulado sus imperfecciones psicofísicas para transformarla en una excepcional mutante de orden superior, superdotada e inmortal. Ahora dígame usted si soy un loco maligno o un científico calificado que ha aplicado una tecnología de avanzada. ¿Satisfecho, caballerito? ¿O acaso requiere mayores especificaciones?
Esta perorata sumada al sometimiento enervante de conocer aquel engendro parlante, un tétrico cadáver embalsamado, me originó un verdadero caos mental. Y para colmar mi desasosiego, la mezcla del vino y whisky en la barriga había empeorado la poca lucidez mental que me quedaba. Aún así, de lo que estaba seguro, es que toda esa teoría de “mutantes superiores”, era algo estúpido, pura charlatanería de un desquiciado. Por lo tanto, decidí huir inmediatamente de ese lugar. Pero antes de irme, obligado por mi conciencia, despilfarré mi última fuente de energía, elevando mi protesta:
– Lo único que sé, es que usted ha profanado un cuerpo humano y eso es ir contra las leyes humanas y divinas. Y no digo más. Me voy.
Cuando intenté largarme, el viejo se cuadró frente a mí y levantando su bracito como quien acusa al cielo, sentenció:
– Si su dios benévolo no tiene en sus manos protectoras el mundo de su creación, alguien como yo tenía que ocuparse de esa imprescindible tarea. Solo he cumplido con mi deber al aplicar mi superlativo sentido del verdadero humanismo y así perfeccionar la raza humana…
¡Basta, no quiero oírlo! le grité. Y puse los pies en polvorosa hacia mi cabaña. Me refugié entre sus cuatro paredes con el corazón que parecía catapultarse hacia la boca.
VII
Ni un día más, ni un minuto más ¡esto se acabó! –decidí–.De una buena vez me largo y ahorita mismo, aunque me sienta aturdido y deba manejar de noche. Dicho y hecho, cerré ventanas y cortinas y cuando comenzaba a empacar las cuatro cosas que había traído, escuché un tímido toc-toc. ¡Maldición, otra vez el viejo! –supuse–. Si no era él quién demontres podía ser. Muerto de miedo dudé abrir, pero los golpes, aunque suaves, eran incesantes. Entonces decidí recibirlo, esta vez para mandarlo a la… bien lejos. Despegué la puerta y al ver a quien vi casi me da un infarto. ¿Era una visión fantástica? No, no señor. Era el cadáver de la suegra… pero no tenía nada de muerta solo estaba muerta de nervios. No sabía donde poner sus manitas y esbozando sonrisilla meliflua, murmuró con secretismo de confesionario:
– Perdóneme señor, vengo a disculparme por la situación tan engorrosa y desagradable que usted ha tenido que soportar. Lo único que quiero decirle es que mi padre se encuentra en una prolongada terapia psiquiátrica y…
– ¿Su padre? ¿Cómo su padre usted no es… o era su suegra…?
– No señor, ¡que va! ¿Acaso usted cree que a mi edad yo podría ser la madre de dos ancianos? Lo que pasa es que mi padre no se cansa de inventar historias descabelladas, él cree que son auténticas y nos exige actuar en este y otros sainetes. Dice que la humanidad está enferma y su misión es redimirla. Créame, aparte de su enfermedad psíquica su intensión es sincera. Para desarrollar sus fantasías exige que mi madre y yo lo obedezcamos sin chistar. De lo contrario se pone violento y es capaz de agredirnos En lo que va de esta temporada, usted es la tercera víctima de estos episodios. El terapeuta ha indicado que le sigamos la cuerda durante su tratamiento. Dice que mi padre es una réplica exacta de Don Quijote....
– ¿Del Quijote? ¿Pero qué tiene que ver el Quijote con esta patraña sinsentido?
– Pues, el doctor dice, que así como don Quijote se volvió loco por leer tantos libros de caballería, de la misma forma, cuando mi papá se jubiló, le dio la manía de leer día y noche novelas de ciencia ficción. Hasta que empezó a pensar y a actuar como sus personajes, completamente desconectado de realidad. Pero no crea, por ratos está muy normal y es muy inteligente y culto y además...
La mujer continuó hablando pero yo ya no la escuchaba. Simplemente me sentía ridículo, manipulado por un viejo chiflado. No obstante, cuando quedé solo en la cabaña, comencé a reírme de mí mismo por la ingenuidad con la que había caído, tal como un chorlito en una trampa descerebrada.
VIII
Durante el viaje de regreso, mientras tomaba la carretera rumbo a la ciudad, pensé que la literatura de ciencia ficción se ha constituido como la mitología de nuestro tiempo. Estos relatos modernos se apoyan en dos premisas esenciales: imaginación y rigor lógico. Esta última resulta determinante, ya que las historias han de ofrecer no solo una perfecta adecuación psicológica sino también una urdimbre científica y, hasta cierto punto, con argumentos posibles de hacerse realidad. Por ello, recordé una frase que tengo anotada:
»Los locos abren la puerta del éxito a la ciencia«
F I N
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