I EL PLASMA LLEGO AL TORRENTE



El Conde Lucanor abarrotó su tozón con licor del albañal, dos tragos le acicalaron el gaznate para reanudar el mastique del plato de faranga con rabonas. Patronio pasaportaba leños a la hoguera del Castillo, templar quería el aposento donde nutriéndose estaba su mandamás.

Clamad por las doncellas!, bramó al repanchingarse supra la acolchonetada área de su camastra i Patronio clamó.

En ristre, cabriolando i livianas de atuendos apeáronse tres mozalbetas a la alcohoba, sabedoras de los antojos y arbitrios del Conde prontamente la mayor , de rodillas sobre el rundel embroco de una el pernicote en su tragadera.

Rosa la del Tucano zumbo vasto guantazo en la testuz de Patronio por mano entrometida.
- Atizarme a mi por situar mi hidalga garra sobre sus asentaderas, injusto encuentro agraciada Rosa la del Tucano, si os he oteado en revolcón con cura Abud en el alfeizar de Burtencillo, ciertamente vos no me soportáis-
-Por mudo i con prestigio de faldero ligón vuestra persona agradarme no acaece i si osa procurar mi figura sobar, cortare un porción sobrante de su torso que lagrimas producirán en algunas mujerzuelas que su gracia acoge-

Mientras tan profunda disquisición sobrevenía, las Trompetas con sus pregancias de zafarrancho de degollina atestaron el alcázar.
Los Moros!!, Los Moros!! Desgañitaban los juglares.
El Conde Lucanor aupandose las calzas, chito desmandado “ Llamad al Mio Cid con premura”.
Petronio blandió el Oboe i en La Menor entono el “Confite homicida”, clave acordada con el Campeador.
Cientos de testuces Cristianas rodaban por las calles i gradas del fortín, las Cimitarras desfallecidas hipaban por una chaira, el plasma llegó al torrente que rojo pusiese el caudal todo.
Moriscos hachaban la porta, Conde ocultose sub el camastro i una poco hidalga contrariedad digestiva lo aquejaba de urgencia, la porta ya desistía abatida por los sarracenos.
Por la claraboya con Babieca i todo irrumpe el Cid, “ dispensas por el tardazgo, allábame con mi hija Celeste”.




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La Princesa, defended a la Princesa, las huestes del Colifa Juca la acosan en lo alto del Atalaya i temo por su virtud, aulló el Conde.

Sin siquiera emitir partículas odoríficas de su cuerpo, el Cid Tizona en mano no dejo Moro con cabeza i la princesa fue salvada muy a su pesar. Solo dejo de gritar “dejadme con los Moros que soy grande i ya se lo que quiero” cuando una promesa solemne nuestro Campeador le diera.
Con la doncella al anca de Babieca y ante los vítores de los exiguos sobrevivientes se le percibió recitar “Os dejo noble Conde i me llevo a la princesa, pues deuda de honor me acontece sufragar, gran batalla con ella he de librar de la que airoso espero acabar i acabar i acabar”