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A quince años de ser abandonado por mi mujer e hijos en una institución para alcohólicos, poco ha cambiado en mi vida salvo que huí de ella al año de haber ingresado. No supe nunca nada mas de mi familia. Sungongo, que al menos mi mujer, con quien nunca hablé de divorcio, debe vivir todavía en Hamburgo. Seguramente se las habrá arreglado para divorciarse con mis amigos de la facultad de derecho de la universidad de Frankfurt en la que obtuve mi licenciatura y dejé inconcluso mi doctorado.
Hoy vivo en una pocilga para desertores sociales de la ciudad de Bielefeld a la que llegué borracho, arrastrado por la policía, una madrugada, hace ya mas de cinco años. Allí comparto una habitación de diecisiete metros cuadrados con otros tres antisociales: dos jóvenes heroinómanos de Hannover y un alcohóico del Kurdistán.
A la pensión hay que llegar antes de las nueve de la noche y totalmente sobrio, porque de lo contrario el portero no te abre la puerta. Y si llegas alegre, el muy cabrón llama a la policía y ésta, en menos de dos minutos, llega a la puerta del alberge para llevarte a pasar la noche en la cárcel de la estación de policía, en la que te encierran hasta que les dé la gana. De modo que es mejor en esos casos, ni siquiera aparecerse por el alberge y dormir dónde te agarre la noche en algún lugar que ya se tenga preparado para esas ocasiones. El mío, es un hueco que queda debajo de un puente ferroviario. Allí tengo bastante períodico y varios cartones que me sirven de catre. Los únicos problemas son, el estruendoso ruido de los trenes, al que ya me he acostumbrado, y las ratas. A ellas las mantengo a raya con una tabla que me separa del exterior casi herméticamente. En mi hueco puedo leer cuando enciendo una vela y a veces paso noches enteras leyendo las noticias de periódicos viejos.

Todas la mañanas tengo que levantarme muy temprano para poder llegar a tiempo a la ventanilla que queda en la calle trasera del edificio del ayuntamiento, la cual abre desde las ocho hasta las nueve de la mañana. Allí, una antipática señora te da lo que el estado alemán tiene presupeustado para nosotros los vagos: diez marcos diarios los dias de semana. Así, si no logras ahorrar algo para el fin de semana, te sale pedir limosna.

Hay mendigos sin escrúpulos que simplemente se sientan en el suelo, tiran el sombrero boca arriba y se ponen a despotricar contra los pasantes. Yo sin embargo, pertenezco la clase de mendigos que hacen algo para recibir limosna. Suelo recitar unos monólogos del Fausto de Goethe que quedaron grabados en mi memoria desde mi época escolar y que hoy constituyen uno mis los tesoros más preciados. La otra alternativa es recoger botellas con depósito en las basuras del centro y cambiarlas en en el automercado, pero eso de estar escudriñando la basura para conseguirlas me resulta repugnante. Lo he tenido que hacer muy pocas veces y trato siempre de evitarlo, solamente cuando desde afuera se vé directamente la preciada botella, la tomo discretamente del basurero.
Todo el tiempo lo utilizo para recolectar cosas que me puedan hacer más agradable la estancia en mi hueco del puente. Allí, tengo la costumbre de celebrar las navidades y las noches en las que me encierro en mi hueco, es decir, cuando tengo la posibildad de beber. Durante noches etílicas me entra el deseo de quedarme dormido para siempre y que me coman las ratas que pululan detrás de la tabla.

Texto agregado el 09-07-2004, y leído por 250 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
01-09-2010 Perdón.para mí... 6236013
01-09-2010 Para todo lo que cuentas me parece estremecedor. En primer lugar debo decirte que cuando se trata de narraciones tan desgarradoras,poco me importa si hay faltas,porque las palabras en este caso me estremecen de tal modo que hasta puedo sentir la indignación,la angustia y el deseo de hacer algo por ese ser tan desamparado. Tener el vicio que cuentas,es una enfermedad e imagino va mucho más allá de querer dejarlo,pienso se debe vivir un suplicio. En esas condiciones es bueno que exista ese pequeño escondite donde en algún momento se pueda sentir alivio. Vivir en un hogar,en parte es bueno por mantener una cama limpia y abrigo;pero eso tambien tiene que ir acompañado de los deseos del que lo habita. Duele tu texto,duele mucho y el final demuestra que ese vicio sigue haciendo felíz al que lo posee. Escribes lindo********* Un beso Victoria 6236013
18-08-2010 Es-pec-ta-cu-lar Filiberto
17-08-2010 Muy bueno, especialmente la primera parte. Filiberto
09-07-2004 Es un buen texto, un magnífico texto, muy bien escrito, muy humano y con sorpresa final. Lo que no me gusta es que escribas los números asi: 20, 40, etc, pues quedan más estéticos de esta forma: veinte, cuarenta, etc. Por lo demás, me gusta como escribes y seguiré leyéndote. Ah, se me olvidaba. Todos somos narcisos y yo, narcisa. Así que, "pelillos a la mar", como decimos por aquí. margarita-zamudio
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