Llegué desde lejos,
o desde muy cerca quizá,
para quedar cautivo en tu cueva de amor.
Mi calor era tu calor,
me protegiste mientras crecí,
mientras crecíamos, tal vez.
Aquel fue nuestro lugar.
Era una confortable penumbra,
hasta que por una grieta
encontré la luz.
No te quise abandonar,
me resistí,
por eso nos dolió.
Me contaron que aquel sufrimiento
no es rival para tamaña alegría.
Yo lloraba, es verdad,
pero de emoción.
Eso sí que nunca lo supiste.
Esa batalla la ganamos:
vos desde afuera y
yo desde adentro.
Vinieron otras muchas pequeñas luchas,
la vida es así,
dicen los que creen saber.
Dejame que desconfíe,
quiero izar la bandera blanca de la paz.
Hoy sin esa ayuda de tu vientre,
estoy naciendo otra vez.
¡Y duele! ¡Nos duele!
¿Cómo no va a doler?
Hoy las contracciones que necesito
para nacer son distintas:
comprensión,
paciencia,
entendimiento,
confianza.
La grieta se abrió otra vez,
muestra una luz que no sé dónde me llevará.
Tengo cierto temor, es verdad.
Necesito empezar de vuelta,
desde mí.
Pero…cómo voy a hacer para nacer
sin la ayuda de mi mamá.
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