sucede que podemos fingir que todo está tan bien. las mentiras cuentan, las esperas, las palabras, mi ventana que se golpea cuando corre viento.
cuando mi cama está vacía y a veces te huelo en mi piel tu olor a nada y mi olor a mí y siento tu peso sobre mi cuerpo me recorre una asfixia imperdonable. voy a decir cosas que espero que no se entiendan, voy a clavarle mis dientes a tu dolor y al dolor ajeno y al haber visto e ignorado a un hombre llorando dos veces en una plaza-rotonda, de esas configuraciones extrañas que existen en este medio urbano.
mezclo cigarros con cocacola y es una de las mejores cosas que me pasan en el día. soy la misma pero pudriéndose un poco cada día, ojalá sangrara, ojalá los cortes pudieran sacarme de toda esa putrefacción, para no hacerlo todo tan sagrado, para no convertirlo como en un ritual.
me cansa esperar.
estar varada en un universo en el que no quiero estar.
cuando alguien me importa, cuando verdaderamente me importa yo escribo, le escribo.
no ha sido mucho, unas pocas líneas torpes, en papel
en el mundo intangible de las publicaciones autorreferentes.
es mi forma de evitarme, de quedarme con los perros románticos como decía Bolaño, de mirarlos a la cara, de ladrarles, morderlos.
me cansa morder.
he estado mejor, he estado peor.
he estado sentada queriendo fumarme un cigarro en la noche.
contigo o sin ti, me das lo mismo.
eres insignificante, eres la persona que nunca conocí. no llegué nunca al metro, no nos tomamos un café. nunca fuimos al cine, ni nos dimos un beso ni nos perdimos en una pieza que no tenía mucha privacidad.
no conocí tu casa ni tú la mía. no viste mi cama, no te metiste en mis sábanas.
no exististe, ni siquiera nos topamos en un medio virtual.
ni la misma micro, ni el mismo lado de la vereda.
te estoy matando, aniquilando, te estoy destruyendo.
estoy sacándote de mi cuerpo, de mi sistema, de mi vida, de mi cabeza, de mi corazón.
porque no estuviste, no fuiste un error porque nunca pero nunca estuvimos frente a frente queriendo decirnos algo en un paradero de micro en baquedano mientras llovía despacito ni un museo ni nada que nos pudiera cubrir ni hacer que me dijeras que me habías extrañado.
porque no se puede extrañar a los muertos, a los podridos, a los que no estuvieron ni estarán por la inexistencia de nunca haberse cruzado en la puta vida.
EN LA PUTA VIDA. |