Vorahnung
Un hombre, cuadrado de hombros caminaba por aquella acera en la que no traía más que su bolso, en el cual llevaba su billetera y unos cuadernos varios.
La billetera era de cuero negro. Textura suave pero, al abrirla era áspera y sucia, sus cuadernos contenían varias cuentas numéricas, materias y cifras raras compuesto por rayones y una letra desordenada y sucia. Antonio de Conchavique, había salido de la jornada laboral. Cruzo la calle, un auto por poco le atropella, pero este solo se limito a seguir caminando.
La noche anterior había soñado con esa figura nuevamente, la veía de lejos, como siempre, soñaba que moría, moría en frente de nosotros y ni siquiera pudo hacer algo. Corría pero sus pies lo impedían. Gritaba, pero su voz no se escuchaba, sentía como sus pies se quedaban incrustados en el cemento, dejando que aquella silueta encontrara su fin.
No quiso darle mas problema al asunto y doblo en la avenida, al frente de el se alzaba la gran obra echa por el hombre, una arquitectura casi completamente de vidrio, menos su primer piso, amarrada con cemento. La calle empapada completa, el agua, sucia e imbebible, recorría en riachuelo hasta caer al alcantarillado, igual de sucia que todo lo demás. Cada auto corría acelerado por la transitada calle de la ciudad. Tanto el smog como la lluvia, se hacían uno. Antonio abrió su paraguas, de color café deslavado, lo alzo encima de él. Saco un cigarrillo.
En medio de su camino, se encontraba a un costado una horrible e inmunda anciana, pobre, sn dinero y casi sin ropaje. Las grietas de su cara se encontraban muy marcadas debido a toda la suciedad que la acompaña. No le dio importancia, Antonio siguió su rumbo. Entonces, ella susurro:
-Antonio…-su voz era sepulcral-Antonio…
Antonio se dio vuelta, sorprendido por aquella voz que lo llamaba.
-te he estado buscando- Antonio volvió a mirarla de pies a cabeza, no tenia nada emparentada con aquella anciana, su ropa era negra, descuidada y pobre, era horrible-te he buscado desde hacia mucho tiempo…
-¿Quién es usted?
-Alguien que a ti te a conocido siempre.
-lo siento no puedo decir lo mismo de usted.
-¡OH!, ahora lo dice-refuto aquella figura-pero luego no podrá decir lo mismo otra vez.
-lo siento, me a confundido con otra persona.
-pero mis ojos jamás se equivocan…-alzo su mirada- Usted ha venido a buscar algo que necesita…y ella lo necesito hace mucho tiempo también.
El se la quedo mirando, luego giro, pero antes de seguir con su camino, una fría mano la detuvo.
Al alzar su vista, sus ojos representaban un verde profundo, brilloso. Pero estaban cubiertos, ocultos por una especie de velo que no los dejaba ver completamente. Infinitas rayas surcaban su cuerpo, sobre todo en las sienes marcadas, todas marcadas una a una.
Pero bajo esa amargura que la aprisionaba, sentía la atracción misma por aquella juventud marchita, tan marchita como su descolorido cabello rojizo. Alejo su vista de su rostro, aquel rostro muerto.
-¡espere!-metió su mano dentro de su capa oscura- esto es suyo
De su ropa, saca un diario, muy raído y descuidado, como si lo hubieran ocupado antes. El fino cuero negro de serpiente, estaba muy cuidado, limpio, pero no se podía decir lo mismo de sus hojas, amarillentas y delgadas…
-no lo creo señora, no escribo en diarios
-pero esta dedicado a usted, mírelo bien.
Antonio, con las manos temblorosas tomo el diario, la lluvia empapaba todo su ser, pero no se quejo, abrió el diario, la primera hoja de diario contenía una escritura. Una ortografía cursiva pero no muy osada le mandaba aquel mensaje:
.....continuara.... |