La muerte no se lo advirtió,
él la vio venir,
desde el oscuro bosque cantaba,
lentamente, paso a paso, caminaba,
encapuchada y temida,
se congelaba todo lo que tocaba,
las rosas y los claveles se marchitaban,
la noche se deprimía,
las estrellas no brillaban,
su acompañante era la niebla,
una sombra blanca y fría,
y él no estaba preparado para éste día,
tan sólo la soledad lo atormentaba,
entonces la muerte era su más deseada compañía.

Al abrazarla fuertemente su corazón no latía,
perdió toda su fuerza,
perdió todo su color y su energía,
bajó sus parpados lentamente,
soltó sus brazos y su cabeza a cualquier lado se movía,
la muerte no pudo matarlo,
pues la soledad era su asesina,
el alma de éste hombre no salía,
era tímida aunque ya podía ser libre,
libre de un dolor día tras día
que le hacían las horas sublimes agonías.