Juan David Camargo Reyes
Los Ángeles también se Enamoran
El romántico Gris
Undécimo Grado - 2010
“Recuerdo perfectamente su mirada… tan bella, tan agradable, tan imposible de comparar con la imperfección… es casi como lo que veo aquí, es casi como lo que contemplo en este instante alejado del ruido de las calles, de los problemas, de las dificultades pequeñas o significativas, todo es precioso al igual que ella”.
Roberto Noriega. 1943 - 1960
Roberto Noriega era un muchacho de diecisiete años no tan apuesto como ustedes lo creen… era un chico asustadizo, algo tímido, siempre preocupado por sus estudios y por sus visiones hacia el futuro. Era un buen muchacho de una familia humilde, siempre educado con sus docentes, caballeroso con las chicas y muy buen amigo con los suyos y con sus conocidos… se creía que Roberto, según su tía, podría llegar a ser presidente de la república, pero él tenía otros planes diferentes fuera de la política, quería ser un gran escritor.
Al llegar los cursos finales, Roberto empezaba a sentir la extraña sensación del llamado amor, una ciencia, un efecto o un “no sé qué” que él jamás pudo comprender… y no lo sentía precisamente por una chica, sino por varias que caminaban a su alrededor… para él era irresistible verlas, sus amigos le daban consejos, y uno de ellos siempre fue no demostrar todos sus sentimientos hacia ellas con una mirada, con un gesto o con una actuación… pero Roberto no hacia caso en el momento y por eso las perdía.
Samanta Moreno, la niña mas lista en español y literatura de octavo grado a él le encantaba, lo peor de todo, es que la señorita Moreno era hermana de su mejor amigo, Juan Camilo, pero ella jamás estuvo interesada en Roberto, quien siempre la miraba con mucha amabilidad; en sus cumpleaños trataba de regalarle chocolates con cartas románticas que para ella, quizás, sonaban ridículas. Cuando Roberto le confesó a Juan Camilo de su gran gusto por su hermana, Juan Camilo no permitía que le dijera palabras románticas a su hermana, decía que era fastidioso, que no se las dijera a él sino a ella. Samanta era una mujer que para Roberto siempre fue linda pero para otros, quizás para algunos o para muchos, era lo contrario.
Otro de sus amores imposibles era una niña de octavo grado algo extraña, para su gusto, sencilla pero misteriosa, Celeste Álvarez, una niña callada pero para él, hermosa. Esta niña le parecía también tierna y con una mirada que para él siempre fue intimidante… Roberto siempre la saludaba por las mañanas en los descansos, desde lejos la miraba y le sonreía, otras veces, bajo el consejo de la llamada indiferencia, la ignoraba. Roberto le llegó a dar unas cartas románticas, estaba totalmente convencido que ella sería para él, pero una noticia le había partido el corazón, ella no lo quería volver a ver. Jaime, otro de sus mejores amigos, también estaba enamorado de Celeste, los dos sentían lo mismo por ella, pero Roberto decidió obedecer lo que había escuchado, dejando todo en una amistad y para Jaime, otra oportunidad.
Vanessa Rodríguez fue algo extraño para él… era una niña estricta, de mal humor a veces, dispuesta a cualquier trabajo, la mejor de todas las clases de Decimo año, pero ella ya tenía novio, cosa que a Roberto de todas formas no le importaba. La llegó a olvidar pronto, pero siempre quedaron cicatrices en su corazón. Ella siempre le ayudaba a explicaciones de matemáticas y de química, era para Roberto una mujer de mucho respeto, tanto que ya no la llegó a amar sino a hacerla respetar como si fuera una emperatriz de un gran y poderoso imperio. Vanessa era muy atractiva, tanto para los de undécimo grado como para los hombres que la conocían… Roberto siempre se preocupaba por el estado de salud de ella, sobre su ánimo y sobre sus momentos de ira que la llevaban a llorar. Su genio y su forma de llamarles la atención tanto a todos como a Roberto, disminuyó su amor pero aumentó inmensamente su respeto hacia ella. En este mismo curso, había conocido a una niña que en principio no le parecía muy atractiva, pero si interesante… su nombre era referente al sabor del dulce, era para él una niña muy especial desde el primer momento que la vio… Patricia Castellanos. Ella era una niña inteligente, de ojos verdes con lunares pequeños en su cara, era un poco rubia, su sonrisa era para Roberto algo admirador, utilizaba algunas veces lentes para leer, al igual que Roberto, solo que él los utilizaba de vez en cuando… y lo digo por que, cuando había chicas a la vista, Roberto se peinaba y se los quitaba dejando de ser lentes permanentes. Patricia era una niña bastante inteligente y especial con Roberto, tanto que Roberto llegó a sentir algo por ella, algo que no sentía por sus otros amores imposibles.
Un día, Roberto había salido del colegio, eran las tres y veinte de la tarde, todos iban directo a sus casas, algunos jugaban futbol en la cancha de afuera, otros se quedaban charlando hasta irse. La tarde lentamente se hacia mas oscura, hasta que el cielo dejó de contener su llanto y empezó a llover frías gotas de agua que humedecían el suéter de Roberto, su rostro, su pelo y sus lentes. No quería correr, puesto que él siempre le agradaban los días lluviosos. Roberto había escuchado una voz que desde lejos le decía que no se mojara, entonces volteó su mirada y era Patricia.
- ¡Hola!, te vi pasar por ahí muy solo, además esta lloviendo, Roberto, ¿estas bien? – preguntó Patricia abrazando a Roberto.
- Hola, si… si estoy bien, ¿que haces aquí? – preguntó Roberto sonrojado y algo nervioso.
- Ammm, pues, estoy esperando a una amiga, estudiaremos matemáticas esta tarde. – respondió Patricia con amabilidad y una sonrisa en su rostro, un rostro que para Roberto, era único y hermoso, en una tarde tan triste y húmeda como esa.
- Yo tengo que… irme a… estudiar filosofía, el profesor nos tiene una previa mañana sobre Platón y Aristóteles – dijo Roberto sonriéndole a Patricia. Luego de un rato de charla, Patricia había invitado a Roberto y a su amiga a quedarse mientras escampaba. Cada vez llovía menos y dentro de la casa de Patricia, todo era muy agradable y especial para Roberto. Se había ido su amiga y Roberto y Patricia habían quedado solos.
- No sabes todo lo que tengo que estudiar para mañana… pero bueno, lo importante es que entiendo y casi no tengo necesidad de estudiar...
- Yo tengo filosofía y, bueno, también entiendo del tema, pero tu necesitas practicar mas que yo, las previas algunas veces son difíciles y no permitiré que mi larga visita te haga perder… - dijo Roberto con mucha pena mirando al suelo.
- Si no te preocupes – dijo Patricia con una sonrisa y Roberto solo la miraba.
- ¿Aún sigues escribiendo? – preguntó Patricia mientras Roberto se levantaba de la mesa para ir a la salida.
- Si… por ahora escribo ensayos de política, y tengo un cuento que todavía no he acabado…
- ¿cuando me lo puedes mostrar? – preguntó Patricia algo emocionada. Y Roberto, con mucha timidez, dijo que lo sacaría pronto. Al salir, los dos muchachos se despidieron, Roberto bajó las escaleras y salió directo a la calle, en donde debía esperar al bus. Había caminado una cuadra, pisando los charcos que la lluvia había dejado, la gente que pasaba se vestía muy abrigada, algunos estudiantes de otros colegios charlaban las experiencias con sus novias, y eso a Roberto le molestaba mucho, ya que en diecisiete años no había tenido ninguna novia y menos aun en ese preciso momento. Ya casi llegaba al semáforo en donde podía coger el bus e irse a casa, su maleta ya le pesaba un poco y su cansancio lo agotaba más y más hasta que un grito desesperado en la calle lo despertó.
- ¡AUXILIO! ¡ALGUIEN QUE ME AYUDE! – gritaba una mujer con lagrimas en su rostro. – ¡ME ROBARON!, ¡ME ROBARON!
Entonces Roberto fue hacia donde estaba la mujer y le preguntó:
- Señora, cálmese, cálmese, ¿todo esta bien? – preguntó Roberto preocupado y la mujer dijo que no con su cabeza. Ella solo señalaba a los criminales… entonces Roberto viéndolos muy cerca decidió ir a por ellos corriendo. – ¡NO SE MUEVA! – gritó Roberto mientras empezaba a seguirlos.
- Malditos ladrones… - decía Roberto pasando la calle mientras un carro frenaba en seco para no estrellarlo.
- NOS PERSIGUEN, ¡NOS ESTAN PERSIGUIENDO!, MUEVASE ANTES DE QUE NOS MANDEN A LA POLICIA – gritaba un ladrón mientras Roberto se aproximaba. Hasta que finalmente, Roberto y los ladrones habían llegado a un parque con muchos arboles, estaba solo, y los columpios se movían con ayuda de la fría brisa. Roberto al fin se acercó y agarró a uno por la espalda, tirándole su camisa hasta llegar a su pecho, el ladrón intentaba defenderse con sus brazos tambaleándolos de un lado al otro como un ave desesperada por cuidar a sus huevos, pero Roberto sin importar la particularidad del ladrón, lo golpeo en la nariz dándole una trompada. El ladrón se tiró al suelo, y Roberto viendo sangre en el rostro del enemigo, decidió ignorarlo y fue a por el siguiente, quien ya iba un poco más lejos, pero a Roberto no le importaba, solo quería recuperar el bolso de piel de ganso de la mujer, puesto que era esto por lo que ella optaba recuperar. El ladrón se detuvo en un callejón a descansar un rato, estaba agotado, sediento y le dolían sus piernas, pero tenia la grata satisfacción de tener el bolso.
- Robar definitivamente es fácil… es muy breve, con razón mi padre gana mucho en estos negocios...Jaj! – dijo el ladrón mirando el bolso, pero cuando vio que Roberto se acercaba, ya no decidió correr, sino coger unos vidrios que había en el suelo, seguramente para herir a Roberto. Pero Roberto se detuvo en el otro extremo de la calle mirando fijamente al ladrón.
- VENGA Y LE DOY SU BOLSITO, ACERQUESE, TOME…TOME… - gritaba el ladrón, pero Roberto le decía que no moviendo su cabeza de un lado a otro. Luego, el ladrón se le lanzó dejando de encubrir el vidrio, Roberto lo detuvo rápidamente, le mordió la mano al ladrón y fácilmente soltó el vidrio. Luego de varios puños y patadas, el ladrón se dio por vencido, Roberto recuperó el bolso, pero el malvado decía a gritos que no era la última vez que ellos se verían, ya que en otra oportunidad, Roberto sería victima de un atroz ataque.
Al regresar a la calle en donde se había encontrado con aquella mujer, Roberto le dio el bolso, y la mujer bajo risas y abrazos, le agradeció.
- Usted es un buen niño, un buen joven… debería trabajar en la jefatura de policía salvando gente, es usted una persona honesta y de buen corazón, gracias joven.
- Gracias a usted por no desconfiar de mí y por esperarme – dijo Roberto con una sonrisa, dándole la mano a la señora. Luego, el bus estaba próximo en llegar, Roberto estaba muy nervioso y malherido en varias partes de su cuerpo, ya que el ladrón también había tenido mano dura en el conflicto, pero eso no le importaba mucho, aunque estaba muy nervioso por la amenaza.
Luego, Roberto llegó a casa, su madre lo había regañado por haber llegado tarde, Rosana, era un mujer de cuarenta años de edad, era madre soltera, nunca tubo un matrimonio y el hombre con quien estuvo la había abandonado. Rosana y Roberto vivían en casa de Inés y Laureano Reyes, abuelos de Roberto y padres de Rosana. Luego de una larga discusión, Rosana le dijo a Roberto que si tenía muchos trabajos, Roberto le dijo que solo tenía previa de filosofía, entonces subió, se sentó en su escritorio y empezó a leer, pero eran tantos recuerdos con Patricia que él mismo se distraía pensando en ella…
- Que la luna te ilumine en las más oscuras noches… que los ángeles te cuiden y acaricien tu bello rostro en la noche, que mañana sea un día mejor Patricia, un día digno de recordarse y que tu corazón siempre esté presente en el mío, para siempre y por siempre… Patricia, yo siento algo por ti que jamás había sentido por otra mujer… es que eres tan bella, es que eres tan noble y es que eres para mi… ¿perfecta? – decía Roberto en su mente muy alejado de lo que había que estudiar, desde abajo Rosana le preguntaba si realmente Roberto estaba estudiando, Roberto saltó del susto y dijo que si.
Habían llegado las doce y cuarenta de la noche, Roberto estaba casi listo para el examen, solo le faltaba conceptos pequeños de lógica, como las tablas de verdad y las reglas de los silogismos, así que duró mas tiempo aprendiendo eso hasta perfeccionarlo. Su abuelo gritaba con una voz ronca que apagara la luz, y eso no era nuevo en casa de Roberto, por que siempre que se trasnochaba era la misma discusión.
El alba del sol había entrado por las ventanas, las gotitas de rocío que caían suavemente se secaban, las aves cantaban a la luz y se desplazaban por las calles consiguiendo alimento. Las nubes eran grises, nubes de madrugada mezcladas con luz, una luz que llegaba a iluminar la ciudad, que por causa de una gran llovizna esa misma noche, generó niebla espesa y fría. La casa de Roberto estaba fría, eran las cinco y media de la mañana, Rosana se había levantado a hacer el desayuno, mientras Roberto se terminaba de levantar con mucho sueño.
- Roberto, se te va a hacer tarde, ¡muévete hijo!
- Ya voy… - dijo Roberto caminando con mucha pereza y tambaleándose de un lado a otro. Cerraba sus ojos y recordaba lo que había aprendido para el examen. Realmente se sentía preparado, listo y fuerte, eso si con cosas no muy claras, pero estaba dispuesto a presentar dicha evaluación bajo esas circunstancias. Luego de bañarse, que por lo general Roberto se demoraba mucho y su abuela tenía que levantarse a llamarle la atención, desayunó y se fue corriendo hacia donde lo recogía la ruta. Roberto siempre veía a una mujer hermosa, bastante sensual para su gusto y con una cara que para Roberto era como ver una modelo. No sabía su nombre, pero la niña se la pasaba al lado de su madre. Roberto tan solo la miraba y cuando ella sentía que él la miraba, y volteaba su cabeza, Roberto se hacia el que miraba hacia el piso o hacia las nubes. La niña a veces lo miraba y Roberto no era capaz ni de lanzarle una sonrisa o de… ¿picarle el ojo?, en fin, fueron consejos que le daban sus amigos pero que Roberto nunca utilizó. Luego de un tiempo, la niña se había ido, la madre de ella había cruzado la calle y Roberto había quedado solo esperando la ruta. Esperando un poco mas, Roberto sacó sus hojas en donde había estudiado filosofía y empezó a repasar y a repasar hasta que la ruta llegó y lo recogió.
A la mitad del camino, la ruta había recogido a Estefanía, un niña que para Roberto también era muy linda pero lamentablemente estaba en séptimo año. Ella siempre lo saludaba y le preguntaba como estaba, Roberto también hacia lo mismo pero pensaba que tal vez era bastante incomodo que la niña siempre lo viese con hojas o libros en la mano.
- Ay Roberto, ¿que examen tienes hoy? – preguntó Estefanía desde su compartimiento, adelante del de Roberto.
- Filosofía… estoy repasando algunas cosas, hoy tenemos examen… ¿que tal tu?, ¿como has estado Estefanía?
- Amm pues, bien, seguramente me irá bien hoy en un examen de matemáticas con el profesor José Luis… ¿te acuerdas de el tema de radicales? – preguntó Estefanía a Roberto, que por su timidez casi nunca la miraba a su rostro.
- Ammm si, si radicales, ese tema lo entendí, si tienes dudas pues… puedes preguntarme, eso lo vi dos veces en mi primer y mi segundo séptimo. – respondió Roberto con mucha amabilidad mirándola un poco a ella y volviendo su mirada a las hojas de resumen.
- Gracias, ¡eres muy amable! – dijo Estefanía con una sonrisa. Luego ella había vuelto a sentarse bien en su silla, pero volvió de nuevo al compartimiento de Roberto.
- Oye Roberto, gracias por los chocolates que me diste el otro día… en verdad eres muy tierno – dijo Estefanía muy agradecida.
- No hay por qué Estefanía, te vi desanimada y… te los quise regalar por que me nació del corazón, además el chocolate repara el animo aunque no lo creas… puedes contar conmigo para lo que sea, ¿entiendes? – respondió Roberto con una satisfacción muy grande dentro de sí.
La ruta había parado, los niños, Estefanía y Roberto salieron, saludaron al Maestro y Director del colegio, y entraron. Estefanía no se despedía de Roberto, pues ella cogía su camino y él, el suyo. La luz del sol había entrado en todo el patio de banderas, había mucho bullicio, algunos niños de primer grado corriendo, otros hablando sobre videojuegos y sobre autos, otros jugando cartas en las escaleras y la mayoría de estudiantes de once preguntándole cosas, quizás dudas, al profesor de matemáticas. Ya iban a ser las siete de la mañana y el profesor de matemáticas avisaba que ya era hora de formar, por medio del los tres sonidos de la campana, una campana dorada que anunciaba la hora de formar, y que solo podía ser tocada por los profesores o por un alumno asignado de decimo o undécimo año. Todos empezaban a formar, los amigos de Roberto le preguntaban cosas de filosofía que él las respondía y aclaraba dudas. Pero entonces, fue cuando Roberto miró hacia la puerta de entrada del colegio a Patricia, como siempre la había visto Roberto, hermosa, y una de las últimas alumnas en formar. Roberto parecía ver algo espectacular, increíble y maravilloso, pero los amigos lo miraban hasta hacerlo reaccionar.
- ¡Oiga dormido!, ¡estamos formando! – dijo Miguel, un buen amigo de Roberto.
Luego de que el padre hiciera oración, los alumnos de todo el colegio empezaron a dirigirse hacia sus respectivos salones. Decimo quedaba muy cerca a Octavo, entonces Roberto se había chocado con Samanta. Enrojecido el rostro de Roberto, y Samanta apretando mas el paso, entraron los dos a sus respectivos salones sin saludarse. Triste por esto, Roberto se sentó en su silla, la primera hora era clase de español, una de sus materias favoritas y una de las materias por las cuales inspiró aun más su deseo de ser escritor, a pesar de tener notas regulares o aceptables. Había una tarea que muy pocos hicieron, un poema, tarea con la cual si cumplió Roberto y unas personas mas. Al pasar tres minutos, la profesora y directora del colegio había llegado y saludado a todos. Había empezado a revisar los deberes que había para la clase de esa misma mañana, cuando se había acercado al cuaderno de Roberto, había visto un poema que tal vez para la profesora… era novedoso en ese año. Era un poema especial que Roberto había hecho para Vanessa.
- Profesora, quisiera leerlo por favor – dijo Roberto y la profesora le dijo que si. Luego de revisar a los pocos estudiantes que habían cumplido con sus deberes, Roberto pasó y empezó a leer el poema que había hecho antes de estudiar filosofía el día anterior. Era un poema de agradecimiento por todo lo que había hecho en el curso y por ser la persona que es… Roberto solo tenía intensiones de agradecerle. El grupo aplaudió a Roberto, pero Roberto quería que esos aplausos fuesen para Vanessa y no para él, entonces fue donde sonrió y agachó su cabeza mirando pausadamente al grupo, pero a Vanessa no la miraba. Luego de cuatro horas de clases, la campana había anunciado la hora del descanso, Roberto había salido del salón y fue hacia el baño, en donde había muchos niños y adolescentes peinándose o haciendo fila para entrar a uno de los baños. Luego de eso, en los lavamanos, se había encontrado con una persona que la estimaba mucho, se saludaron de la mano y caminaron un rato por el patio.
- Yo creo que lo que hiciste, no estuvo mal Roberto, quisiste expresar lo que sentías y eso es bueno… también quiero estudiar literatura y ser el mejor escritor del colegio, y en el futuro, del mundo… tu lo sabes amigo mío… - dijo la persona con una sonrisa grabada en su rostro.
- No lo sé, pero hoy vi a Patricia y… la vi tan hermosa… sus ojos, su cabello dorado… sus pequeños lunares que siempre me gustaron ver y su actitud, y su carácter, y su capacidad que siempre valoro y recuerdo son cosas que me.. “matan” de ella, ¿sabe una cosa?, anoche después de estudiar filosofía, me acordé de ella y de un examen de matemáticas para ella… entonces le pedí a Dios para que le fuese bien y a mi también hoy… - dijo Roberto a su amigo. Y su amigo sonrió y le dio un golpe en la espalda a Roberto.
- De seguro te va a ir bien hoy Roberto y esta bien que reces por ella, que encomiendes esa alma tan divina a Dios… por que ¿sabes?, te has enamorado de una chica que verdaderamente vale la pena. – dijo el amigo de Roberto y Roberto, con una sonrisa, le agradeció.
- Gracias Juan, muchas gracias por eso…
- Y puedes decirme como todos me han llamado aquí por ocho años… Turbay, ese es mi apodo favorito, nos veremos luego Roberto, si necesitas que te escuche, siempre te escucharé amigo mío, solo llámeme y cuénteme. – entonces Juan se despidió y Roberto veía que las personas entraban por el patio de banderas hasta llenarse. Veía a patricia hablando con unas niñas y unos jóvenes de noveno, cosa que le daba algo de intranquilidad a Roberto pero la veía sonreír, y eso era algo que a Roberto le gustaba mucho. Los estudiantes habían entrado al salón y era la hora de Dibujo Técnico, el profesor saludó, colocó la actividad y todos empezaron a trabajar, eso si con excepciones. La hora del examen estaba cerca y Roberto cada cinco minutos vivía sacando las hojas para repasar. Algunos estudiantes en secreto estudiaban agachando su cabeza al suelo y haciéndose preguntas entre ellos, cosa que a Roberto le molestaba demasiado por que no lo dejaban concentrar y justo, cuando el profesor vio a los estudiantes que estudiaban en secreto, les dijo que sus repasos estaban decomisados. Roberto se salvó por que había guardado la hoja pronto y ahí si se había dedicado a trabajar en su plancha. Ya estaba mas tranquilo, ya había recordado las cosas que había olvidado y ya no necesitaba el repaso para recordar. Entregó su plancha y era la hora del almuerzo después de dos horas. Ahí se encontró con Patricia, quien le dijo, con su suave voz, que le ayudaría a reforzar filosofía, ya que la previa era a la siguiente hora.
- Haber, ¿cuales son los dos mundos que plantea platón? – le preguntaba Patricia a Roberto, y él con algo de timidez, contestaba.
- Es dualista, dice que existe el mundo de lo sensible y el mundo de las ideas.
- ¿que es el mundo de las ideas? – preguntó Patricia con una sonrisa a Roberto
- El mundo de las ideas es para Platón la perfección total, un mundo en el cual el hombre o el espíritu viajará después de haber vivido en el mundo de lo sensible que es como una copia del mundo de las ideas. – respondió Roberto a Patricia, quien con gusto escuchó su respuesta. Luego, era la hora de formar, Patricia le deseó mucha suerte a Roberto y Roberto se despidió de ella. Realmente iba muy animado, muy no, demasiado… demasiado animado. Luego, Roberto había respondido todas las preguntas y entregó su examen. Estaba contento de pensar que su nota sería buena y que Patricia le había hablado. En la salida, se encontró con Patricia y los dos hablaron, cosa que Roberto le gustaba.
- ¿como te fue en tu examen de filosofía?
- Bien, te agradezco mucho por haber estudiado conmigo en el almuerzo… pero dejemos de hablar de mi examen, ¿como te fue a ti en matemáticas? – preguntó Roberto con mucho interés a Patricia.
- Pues, estuvo difícil pero creo que me fue bien… ojala te haya ido bien en filosofía Roberto… - dijo Patricia amablemente a Roberto.
- ¿quieres que te acompañe a coger el bus, Roberto? – preguntó Patricia, y Roberto le dijo que le gustaría.
- Y… que hay de nuevo con Armando, ¿no se han hablado? – preguntó Roberto en el transcurso del camino.
- Ammm pues, después de que viniste a estar conmigo el día en que nosotros dos terminamos, no hemos vuelto a hablar mucho… - dijo Patricia con algo de tristeza, mientras Roberto la miraba con atención.
- Ya veo, pero tú siempre que necesites algo, solo dime, que yo estaré contigo, no te voy a descuidar jamás, eres muy importante para mí, no sabes cuanto vales… siempre te apoyaré y estaré presente. – dijo Roberto a Patricia, quien se alcanzó a sonrojar un poco.
- Gracias por esas palabras Roberto, yo también estaré ahí para lo que necesites
El bus estaba a punto de llegar, Roberto ya se iba y se había despedido de Patricia con un cálido beso en su mejilla derecha. El bus estaba muy lleno, a Roberto le había tocado en… la puerta del bus, se logró meter entre las personas para pagar su pasaje y durante todo el viaje duró incomodo pero muy feliz. Había visto a Patricia alejándose mas y mas de su camino, mientras la felicidad en él era casi que… ¡perfecta!.
Al regresar a casa, no había un ambiente muy bueno… a decir verdad. José, el padre de Roberto, estaba dentro de la casa discutiendo con Rosana fuertemente.
- Maldita vieja, ya llegó a ser como una vieja y la odio… ojala todas sus desgracias recaigan en usted y ojala Roberto entienda que no tengo plata para estarle pagando ese verraco colegio tan caro…
- ¡Haga lo que se le de la gana imbécil, él es su hijo y tiene que responder por él… Roberto no va a ser un vago, un ladrón y un estafador como usted! – respondió Rosana de muy mal humor.
- ¡que estudiar ni que nada!, ¡si él deberían sacarlo de ese colegio y ponerlo a trabajar en cualquier cosa… conmigo, en mi fabrica si es posible!, voy a hacer que pierdan ¡su jodida demanda! – dijo muy grosero José y Roberto, bajo un momento de ira le gritó a su padre:
- No puede sacarme del colegio, es mi mundo, es donde está naciendo mi futuro, no quiero ser un desgraciado y necesitado como usted y perdón que yo se lo diga… si soy padre lo primero que haría es responder por mi familia y mis hijos… ¡no como usted! – dijo Roberto retirándose con mucha ira. Luego Laureano había salido y había expulsado fuertemente a José de la casa.
- ¡NADIE VIENE AQUÍ A GRITAR EN MI CASA!, ATREVIDO Y ABUSIVO, ¡FUERA DE AQUÍ! – entonces José se fue tirando unos papeles en el patio de la casa, subiéndose a su carro de muy mal genio y arrancando de una manera muy agresiva y altanera. Rosana había llamado a su abogado para comentarle la situación, mientras Roberto, muy triste se sentó a escribir sobre lo que había pasado.
Ahora que veo todo esto,
No hay más culpable que yo…
Tal vez por mi nacimiento, tal vez por mis acciones…
Tal vez por que mi padre no me quiso,
O tal vez por que yo no lo quise a él…
Triste me siento a escribir esta tarde,
Bajo el sol que se despide, para darle paso a la noche…
Una noche oscura y fría…
Llena de tristeza y ardua melancolía…
¿Por que eres así José?,
¿Por que mi padre fue un demonio con cicatrices en su corazón,
Y no es un alma buena, como el alma de Dios?
José Noriega siempre se caracterizó por ser el más tímido y el menos inteligente de toda su familia... sus padres, René y Luz Marina, siempre lo consintieron y siempre admitieron sus berrinches de pequeño. José tenía dos hermanos que al principio lo querían mucho, pero después, por el pasar del tiempo, debido a sus acciones y sus actitudes, lo rechazaban. José era muy destacado en el futbol y en conquistar mujeres, pero no se interesaba mucho en el estudio, tanto fue su falta de interés, que su padre, René Noriega, lo puso a trabajar en la fábrica de jabones industriales que él tenía. José lo aceptó y desde temprana edad su trabajo se convirtió en su vida. Años después, cuando José estaba más grande, le confesó a uno de sus primos que quería tomar control sobre la empresa para poner a trabajar a sus hermanos en ella y así cumplir parte de su vida como un mandón de mal corazón. La primera esposa de José fue Rosaura, una mujer que se casó con él. Tuvieron una niña, pero José le había sido infiel, se rompieron las argollas y se divorciaron. Luego, conoció a Rosana, la madre de Roberto, con quien José siempre sacaba a las discotecas o a los bares. Rosana creía tener una vida perfecta con José, y era tan perfecta que decidieron tener un niño. Rosana había perdido su carrera en la universidad cuando empezaba a salir con José y cuando Roberto estaba en su vientre. A medida de que pasó el tiempo, José se había vuelto un gran alcohólico, pues le encantaba beber con sus amigos y dejar a Rosana con Roberto en sus brazos. Cuando José la visitaba, iba borracho a la casa, le gritaba a Rosana y Laureano e Inés lo sacaban. De esta forma, el amor entre Rosana y José había acabado, y se había convertido en odio y repulsión. La mayoría de su vida Roberto no estuvo mucho tiempo con su padre, pero Rosana si, pero no en una cita romántica ni en una fiesta… estaban en el juzgado de familia luchando por justicia.
Pasó la tarde, había llegado la noche y luego la alborada había llegado a los cielos, era otro día en el colegio y Roberto ya estaba listo para irse, hacia frio en la calle, la hermosa niña de cabello castaño seguía parada ahí esperando su bus, mientras Roberto la miraba desde lejos. Luego llegó la ruta, y Roberto se subió, esta vez no quería hablar con nadie por lo sucedido anteriormente, pues tenia miedo de que su padre lo sacara del colegio en donde hacia ocho años había entrado. Pasó el día y en los descansos Roberto parecía triste y sin ánimo, hasta que Patricia llegó a su lado.
- Hola Roberto, ¿por que estas triste? – dijo Patricia cogiéndole el hombro con delicadeza a Roberto, quien estaba muy callado.
- Verás… hay problemas familiares que no me dejan tranquilo ¿sabes?, problemas como… el dinero, los daños en el hogar… el divorcio… pero en mi caso ocurre un problema que para mi, como para ti, es muy común… - entonces Roberto pasó saliva y empezó a explicar. - Mi padre es un hombre que se ha caracterizado mucho por ciertas particularidades, en ellas, está la irresponsabilidad y la vagabundería… detalles que en una persona así, son normales… entonces mi padre, como tiene esos detalles, no responde por mi hace unos años, ni me da algo para estudiar y en el juzgado de familias siempre intenta escapar por la tangente mas fácil. Es un deshonesto y hasta un ladrón… es una persona que quiere que yo renuncie a mis estudios y que me ponga a trabajar en cualquier cosa. Verás, el jamás estudio como debía ser… y si estudió, no fue en colegios como este… sino en cualquiera, que tal vez en su época era un colegio bastante bueno. Entonces… - pero Patricia lo interrumpió dejando a Roberto en silencio para escuchar su voz.
- Son cosas que pasan todo el tiempo… mi papá tampoco vive con nosotras,… ¿sabes?, creo que le deberías demostrara a tu papá lo mucho que vales y lo mucho que puedes dar en el estudio Roberto… eres un hombre capaz de asumir las cosas cuando quieres y además de eso, eres una gran persona. No debes ponerte triste por esas cosas sino ponerse… firme, y proponerte metas, como el ser escritor. ¿en verdad deseas estudiar esa carrera? – con lo que Roberto, con animo respondió:
- Si… deseo ser escritor, estudiar literatura y filosofía; luego de estudiar aquí, me iré a España, a la Universidad de Navarra o de Salamanca; Ser profesor de aquí, de mi colegio, de mi mundo… y ante todo, escribirte muchos, mucho poemas a ti, regalarte libros y que ellos sean tan buenos, que no solo permanecerán en tu biblioteca, sino en tu memoria. Patricia, sea lo que sea, ese sueño lo tengo que cumplir... – patricia, luego de ver el cambio de actitud de Roberto, sonrió y le dijo con mucho optimismo que así se hablaba.
- ¿Has escuchado o has leído poesías de Mario Benedetti? – preguntó Patricia a Roberto.
- No, me es nuevo para mí… - contestó Roberto con algo de vergüenza.
- Fue un escritor y poeta uruguayo que nació en Paso de los toros…un lugar de Uruguay, el 14 de septiembre de 1920. Escribió poemas como corazón coraza, hagamos un trato entre otros… los que te mencioné me encantan, son mis dos favoritos. Un día de estos te traigo mi libro de sus poesías y te las muestro. – explicó Patricia con una sonrisa en su bello rostro. Luego, había sonado la campana para ir a formar, Patricia se despidió de Roberto, y Roberto le agradeció a ella por haber estado con él en el descanso. La jornada había acabado, y Patricia llevó a su casa a Roberto para mostrarle el libro, era un pequeño libro de poesías de dicho autor, Patricia le dijo a Roberto que leyera Hagamos un trato, él lo leyó y le dijo a ella que le había gustado, entonces Patricia le pidió a Roberto que la acompañara al comedor y que le aceptara uno de sus ricos pasteles con jugo de mango, cosa que a Roberto siempre le gustaba. Luego de comer y de hablar un rato, Patricia le entregó a Roberto una pequeña hoja de color verde en forma de origami, el papel decía, en tinta negra y reteñida:
Compañero, usted sabe que puede contar conmigo
Te quiero mucho, Patricia.
Entonces Roberto al verlo, le dio un abrazo y un beso, y le dijo que él también podía contar con ella.
- Siempre tendrás a alguien a tu lado… nunca estarás sola, nunca estarás desprotegida y a la intemperie, siempre estaré contigo para siempre y por siempre Patricia, yo siempre te estaré protegiendo por que eres una persona muy importante para mi. Tanto, que daría todo por verte feliz. Gracias por esto, siempre lo voy a conservar. – Patricia sonrió y le dio un abrazo y en seguida le dijo que ella también podía contar para todo lo que fuera. Fue una de las tardes más feliz de Roberto, siempre que estaba con Patricia, el corazón le latía fuertemente como si estuviera corriendo sin parar, ella siempre dibujaba una sonrisa en él, una sonrisa que después de la tarde y después de la noche, no se borraba. Ya era sábado, un sábado nublado y gris, Roberto hablaba con su mejor amigo, Juan, o Turbay, como siempre lo llamaban en el colegio sobre Patricia en “ Delicious Coffee”, una cafetería en donde algunos estudiantes del colegio iban a tomar café, a comprar helados de café con vainilla, algunos exalumnos a reunirse en los cómodos muebles que quedaban junto al bar, otros a tomar cerveza de arequipe o agria, malta de chocolate o un sencillo jugo de frutos del bosque con un ligero toque de lima – limón. Algunas niñas de noveno u octavo año iban siempre a divertirse y a tomar malteada de vainilla con chispas de canela y pequeños rubíes de dulce, este producto era llamado “Sharnié di lightosso” en la tienda por los hombres, ya que les parecía algo muy afeminado, y hombre quien lo pidiese, era condenado a ser fastidiado durante dos años. Roberto y “Turbay” habían pedido dos cafés con canela y clavos de rey, la tarde parecía nublarse tanto que parecía ya casi de noche. Los dos muchachos se habían sentado en una mesa para cuatro personas junto a la ventana, en donde ya se veían caer las primeras gotas de lluvia desde el cielo.
- ¿como está tu café Roberto? – preguntó “Turbay” a su amigo con mucha amabilidad.
- Pues algo dulce, ¿y el tuyo?
- Amm… verás, detesto las cosas calientes, incluso cuando están en punto de fusión… cuando me sirven el almuerzo echando humo, no tengo más opción de dejarlo en la nevera por cinco minutos y esperar un buen rato hasta que al fin quede tibio. – explicó “Turbay” con una sonrisa y soplando su café, Roberto soltó la risa y dijo que era algo muy gracioso.
- Si, no te lo puedo negar. Pero bueno, dime a que nos lleva encontrarnos hoy, querido amigo. – preguntó “Turbay”, y Roberto, sorbiendo un poco de su pocillo, empezó
- Verás Juan… te acuerdas de…
- ¿Patricia Castellanos? – agregó “Turbay” con una sonrisa en su cara.
- Si, ella misma… Dios mío Juan, me tiene loco… nunca había visto un ángel tan bello y tan hermoso como ella… ella siempre me dice que me apoya, que me quiere, que siempre estará a mi lado y… en fin… ella es muy linda conmigo.
- ¿es maravillosa para ti? – preguntó Juan con una risa.
- ¡Claro que si!, no te lo puedo negar pero yo a ella la… la amo. Y no es otro de mis berrinches… lo que siento por ella va mas allá de cualquier cosa. No solo me enamoró su físico, ni su bello rostro, me enamoró lo que ella verdaderamente es… una gran persona. – dijo Roberto agitando un poco su café con el pitillo.
- ¿le has dicho todo lo que sientes por ella? – preguntó “Turbay” seriamente.
- Pues… he tratado, llegué a decirle a ella parte de eso y nos alejamos durante mucho tiempo, luego volvimos a vernos y no dejo de sentir lo mismo por ella… es tan especial, es tan dulce, es tan… ¡hermosa! Estoy igual que Calisto con Melibea… jajajaj – dijo riendo Roberto y “Turbay”, después de tomar un sorbo de café, al escuchar eso casi lo bota de la risa.
- Eso no lo digas ni en broma Roberto – dijo riendo “Turbay”, secándose la boca con una servilleta – entonces si me dices eso, estas sufriendo de una obsesión y no esta bien… - a lo que Roberto con muchos nervios respondió:
- No, entonces como… ¡como Efraín con María!
- Eso está mejor Roberto – dijo “Turbay” mirándolo a él. – si en verdad sientes tantas cosas por Patricia, tal vez llegará el día en que le digas la verdad… y para fortuna o desventura, serán felices. Mira, sea lo que sea, jamás renuncies al corazón de ella, por que si es un corazón tan valioso… y tan bello, debes estar tras él por siempre, por que corazones así casi no los hay actualmente y pronto, en unos años, quizás no los habrá. Roberto, y… ¿si luchas por ella? – a lo que Roberto respondió:
- Pero claro que voy a luchar por ella Juan, ella se convirtió en algo perfecto para mi, aunque… aunque algunas veces me hace sufrir tanto, que lo que mas quisiera es alejarme de ella… pero no puedo, hay algo en mi que me dice o me pregunta lo mismo que tu.
- ¿Sabes que hacían los príncipes cuando eran victoriosos en sus guerras? – preguntó “Turbay” a Roberto.
- No, no sé – respondió Roberto, y “Turbay”, con una sonrisa respondió:
- Antes de regalárselas al papa, y convertirlas en un estado pontificio, o antes de tomarlas, y organizar su propio reino, tanto como por iniciarlo ahí, o por expandirlo para su rey, los príncipes les regalaban las victorias a sus amadas princesas… o en el caso de los reyes que siempre iban a luchar junto con sus tropas, antes que nada, después de ganar una guerra, les dedicaban sus victorias tanto a Dios, como a sus reinas… y eso es lo que debes hacer en este caso Roberto… cuando estés en undécimo grado, con tu diploma, bajo el ruido de muchos aplausos, algarabías alegres y chiflidos, no solo debes sonreír por la felicidad que te invade en ese momento, sino pensar en las personas mas especiales de tu vida para dedicarles ese momento de mayor honorabilidad y felicidad… y en esas personas especiales, ya sea tu familia, tu mamá, tu abuela, tu abuelo, tus tíos, tus primos y tus profesores, debe estar Patricia. Ella debe estar ahí, guardada no solo en tus palabras o tu mente, sino dentro de tu corazón Roberto. – al escuchar esto, Roberto se quedó muy callado mirando girar el pitillo dentro del pocillo.
- No es para desanimarse amigo, simplemente toma esto como… un consejo y además, algo que deberías pensar… yo también estuve enamorado y sentí lo mismo, créeme. – dijo “Turbay” levantándose un poco de la mesa para darle un golpe de confianza en la espalda de Roberto.
- Ella… es tan dulce como este café, ¿sabes? – dijo Roberto mientras “Turbay” lo miraba.
- Es tan dulce y tan hermosa… que daría cualquier cosa por estar con ella.
- ¿Y que darías tu por ella, Roberto? – preguntó “Turbay” mirándolo a los ojos seriamente. Roberto también lo miró y quedó impactado con esa mirada que “Turbay” le había mostrado.
- … la vida… todo… lo… todo lo daría por ella Juan. – entonces “Turbay” lo dejó de mirar, tomó un poco de café y miró hacia un grupo de amigos y amigas que no paraban de reírse, y al lado otros que no paraban de besarse cogidos de la mano.
- … la vida… dices tú… y sabes cual es el precio por eso, ¿no es cierto?
- Lo sé perfectamente Juan, y no le temería a ese precio por verla feliz a ella. – dijo Roberto con una voz agitada.”Turbay” lo miraba fija y seriamente, sin una sonrisa, luego lo dejó de mirar, acomodó su saco y volvió a ver al grupo de amigos tomando otro sorbo de café. Roberto sacó de su bolsillo una pequeña bolita de lana roja, blanca y negra.
- Ella se llama “meda”, me la regaló Patricia una tarde. Nunca me ha dejado de dar suerte, y lo sé por que ella me la regaló con mucho cariño. Siempre la conservo en mi bolsillo derecho.
- Esta percudida – dijo “Turbay” mirando a la pequeña bolita y riendo – vale, era una broma, esta muy bonita “meda”, y eso es un gran símbolo de la amistad entre ustedes dos… jamás la sueltes Roberto.
- No… yo siempre la conservo y duermo con ella, cuando rezo una oración o cuando me pongo la bendición, siempre coloco a “meda” en mi pecho, y cuando me voy a dormir, la dejo con mucho cuidado en una mesita.
- ¿hasta que le cogiste cariño, eh? – dijo “Turbay” amablemente y Roberto también empezó a reír. Pero las cosas no habían seguido así en aquella cafetería, pues Alfonso Pérez, la persona mas odiada por Roberto debido a sus altibajos tanto con él, como con los niños de primaria y sus travesuras, había llegado a la mesa, en donde los dos amigos estaban hablando.
- Hola Nenendles (era el apodo de Roberto), ¿que hace? ¿Jugando con su otro amiguito a la bolita de colores? – dijo Pérez raptándole de las manos la bola de lana a Roberto.
- Devuélvasela ahora tonto – dijo “Turbay” levantándose de la mesa. Y Pérez empezó a reír hasta provocar a Roberto.
- Devuélvame a meda ahora si no quiere tener problemas, ¡Alfonso care sonso! – nombre que a Alfonso le disgustó
- ¡Ahora si se la buscó tonto! – Entonces Alfonso le dio un golpe en la cara a Roberto y Roberto en seguida, después de ver un poco de sangre en su cara, le devolvió el golpe. Luego una corriente de puñetazos atravesó el cuerpo de Alfonso, hasta dejarlo en el suelo. Luego, Alfonso se levantó, y le empezó a dar golpes mas violentos a Roberto, intentándole tocar la cara. Todos gritaban” ¡bonche!, ¡bonche!, hasta que en un descuido, Roberto dio la cara y Alfonso estaba próximo a pegarle un duro golpe, pero en seguida se metió “Turbay”, evitando el ataque hacia Roberto. Luego, Turbay llegó a responderle, desarmándolo y quitándole a meda.
- ¡Vámonos de aquí Roberto! – gritó “Turbay” llevando a Roberto hacia la salida de “Delicious Coffee”. Los dos llegaron corriendo a la avenida en donde Roberto esperaba el bus, estaban golpeados y arrebatados por la pelea. La nariz de Roberto sangraba, y de la boca de “Turbay” salía sangre, entonces los dos decidieron ir a una farmacia que había cerca de la calle. Allí, la doctora Megan Marshall, una mujer estadounidense retirada hace seis años de la medicina, tenía un consultorio y farmacia en donde a veces atendía por gusto y otras, por ganar dinero. La edad de la doctora oscilaba entre los cincuenta y los sesenta años y era buena amiga de “Turbay”. Los dos muchachos timbraron, y la doctora abrió la puerta.
- ¿En que te puedo servir muchacho? – preguntó la doctora a “Turbay”
- Buenas tardes Doctora Marshall, nos acabaron de herir en una pelea en “Delicious Coffee” y mi amigo necesita más ayuda que yo, ¿puede curar sus heridas?
- Déjame ver tu nariz, jovencito – dijo la Doctora Marshall a Roberto.
- Desguince pequeño, sangrado frecuente, y… un morado grande que lleva a torcer tu nariz… ¿quien te ha golpeado muchacho, un joven con manos de ladrillo?, generalmente reviso este tipo de… fracturas o desguinces y sé como curarlos… se me han hecho tan frecuentes que ya no cobro mucho por ellos, pero en su caso, haré una excepción – dijo Marshall a los dos muchachos mientras les aplicaba desinfectante con un pequeño copito de algodón.
- ¡Auuch!
- ¡Deja de quejarte Juan! – dijo la mujer
- ¡Es que eso duele!, ¡arde!.. ¡pica!, no lo sé… - dijo “Turbay” desesperado
- Haber, déjame ver tu nariz por favor, ¿como es tu nombre? – preguntó la doctora a Roberto mientras agregaba un poco de desinfectante con otro copito de algodón en su nariz.
- Roberto Noriega, mucho gusto Doctora, ¡Ay! – contestó Roberto con dolor en su curación.
- Y… ¿Qué hacían ustedes dos en una pelea? – preguntó la doctora.
- Verá Doctora, un tipo grande, gordo, feo y muy, muy malo nos quería fastidiar cuando estábamos hablando en la cafetería, nos cogió algo que para mi es sumamente importante. Es esta bolita, se llama meda y me la regalo una niña por la cual lo daría todo. – contestó y explicó Roberto a la doctora.
- Aaaa… veo yo, ¿con que andamos enamorados, eh? – preguntó con una sonrisa la doctora
- Si, así es… ¡ay!
- Dejen de quejarse tanto… mis nietos son mas pequeños y no se quejan tanto ¡caray!
Luego de un buen rato de tratamiento, los dos muchachos se fueron burlándose de Alfonso y después, hablaron de Patricia, el amor de Roberto. Luego, “Turbay” se fue, y Roberto había cogido el bus para irse a casa.
Al regresar, el portón de la puerta estaba completamente abierto con algunos vidrios rotos, Roberto se estaba preguntando con suma preocupación que había pasado. Muchos vecinos estaban ahí y le decían a Roberto que no pasara, pero él no les hizo caso. Al pasar, Rosana estaba en el suelo muy malherida, Roberto empezó a llorar de la desesperación, se agachó, le cogió la mano a su madre y le preguntó que había pasado.
- Fue José… fue José… - decía en voz baja su madre, mientras Roberto la escuchaba.
- Él llegó aquí a amenazarnos, de que si perdía su apartamento, nos iba a buscar para hacernos daño… y lo logró conmigo…
- ¡MALDITO SEA! – gritó Roberto con mal genio. Entonces Roberto le pidió a uno de los vecinos que llamara a una ambulancia, pero los vecinos dijeron que ya había una en camino.
- Mamá… ¿donde están mis abuelos? – preguntó Roberto y su madre, con lagrimas en su rostro le contesto que ya iban a llegar de vuelta ahí, por que viajaban a Girardot. Había llegado la ambulancia, se llevaron a Rosana y Roberto fue con ella. Todos los vidrios de la sala estaban rotos, los cuadros tirados en el suelo, el tapete desordenado y los muebles corridos. Había unos cubiertos y unos pocillos rotos tirados en el suelo, la casa había quedado un desastre. Al llegar al hospital, Rosana fue inmediatamente atendida mientras Roberto lloraba y a la vez pensaba si realmente fue José el que cometió esa atrocidad. Luego, llegaron sus abuelos muy preocupados y se quedaron con José toda la tarde, toda la noche y toda la mañana del siguiente día en el hospital.
- La pueden ver ya, pero solo uno puede pasar – dijo un doctor que llegó a la sala en donde Roberto y sus abuelos esperaban noticias de Rosana. Roberto fue el primero, y cuando la fue a ver, Rosana ya tenía mejor semblante, pero estaba dormida.
- Mamá… recuerdas que una vez me dijiste que… así te encontrara muriendo en el piso, ¿no haría nada por ayudarte?, pues aquí estoy… solo quiero que te pongas bien y que volvamos a la casa… - decía Roberto.
- Te amo hijo, afortunadamente no te pareces mucho a tu papá… solo cuando estas de mal genio. Yo ya estoy mejorando… recuerdo que tu papá llegó a hablar de nuevo conmigo, estaba muy malgeniado, casi me pega… pero se fue, él mismo cerró el portón y yo me volví hacia atrás… en ese mismo instante, se abrió el portón, yo estaba barriendo, se escucharon unos disparos… se rompieron los vidrios… yo me boté al suelo, entraron unos tipos con unos gorros en sus caras a pegarme y a desbaratar todo en cuanto veían. Yo me fui para la cocina, pero me empujaron, les lanzaba pocillos, pero me amenazaron con una pistola, yo me dejé golpear hasta que la vecina de al lado gritó que iba a llamar a la policía, y se fueron. De seguro fue tu papá… y eso lo voy a contar en el juzgado… - dijo Rosana con una voz suave y débil.
- Dilo, pero por ahora descanse mamá… no quiero que haga nada ahorita.
Llegó la tarde, y Roberto llamó a Patricia por primera vez para comentarle la situación, y que si preguntaban en el colegio por él, ella sería la encargada de explicar su ausencia, ya que se iba a demorar en el hospital hasta el martes. Patricia, desde el teléfono le decía que fuese fuerte, que jamás se rindiera y que lo estaría apoyando en cualquier cosa que él necesitara. El lunes, la familia se reunió en el hospital para ver a Rosana, Roberto la pasó con todos ellos hasta que llegó el martes y al fin Rosana salió del hospital. El miércoles por la mañana parecía ser soleado y buen día para pasear, las aves cantaban volando entre los cielos, el aire acariciaba sus alas, como también a los rostros de los niños que jugaban en el patio, a los ancianos, que con melancolía y felicidad recordaban sus viejos tiempos en el hogar geriátrico del al lado y a los arboles, que con frescura recibían la brisa de un día soleado y fresco. Lamentablemente Roberto estaba en el patio, estaba castigado, quizás por un error suyo o confusión del profesor de ver a Roberto fastidiar a Pérez, cuando realmente Pérez era el que fastidiaba a Roberto. Él muchacho estaba parado, mirando como se caían lentamente las hojas del gran árbol que había en el patio de banderas, también pensaba en hablar con el profesor, como también pensaba en Patricia mirando el cielo azul que había en ese día.
- Patricia… ¿cuando podré decirte que te amo? – dijo Roberto suspirando y cruzándose de brazos. - ¿cuando podré acariciar tu rostro y sanarte las heridas cuando alguien te hiera el corazón?... ¿cuando podré tenerte cerca a mi?... ¿cuando podré decirte sin miedo o sin pena lo bella que te ves todos los días y todas las tardes?... ¿Cuándo podré besarte y con eso decirte que te amo y que jamás te dejaré?...
La brisa acariciaba el rostro de Roberto, sacudía su pelo y lo hacia inspirar mas en su bella amada… las hojas del árbol caían lentamente sobre el patio, y los pequeños pájaros que bajaban de él, las recogían suevamente con su pico. Roberto le daba risa eso, por que apunta de saltos, los pajaritos caminaban hacia las hojas, muy cautelosos y cuidadosos de ver a los gatos que siempre los acechaba. Sin que nadie se diera cuenta, Roberto subió al segundo piso del frente del patio, y allí, en el salón de los mapas y objetos perdidos, abrió una cajita pequeña con el escudo antiguo del colegio, en donde muchos de sus poemas para patricia estaban escondidos y además de eso, dibujos del patio, de su primer día en quinto año y relatos de los días felices o tristes que Roberto tubo allí. Antes de que lo sacaran, Roberto hizo unos poemas dedicados a Patricia y los depositó ahí.
Te amo amiga mía.
Son tan lindos tus ojos que inspiran la alegría,
Tan hermoso color como la luna,
Son tan lindos como una melodía,
Eres tan tierna, maravillosa y amable como ninguna,
Estarás en mi corazón desde el primer día
En que escuché tu voz y vi tu sonrisa.
Aunque sé que eres solo una amiga,
Que ya debes amar a alguien,
Y no recibes de mi amor una pequeña espiga,
Yo te protegeré por siempre
Sin forma y sin medida.
En cuanto leyó el poema, Roberto lo depositó en la caja y lanzó una sonrisa. Luego, bajó por las escaleras, ya iban a tocar la campana para otra hora de clases y Roberto se estaba preparando para regresar al salón, pero camino hacia él, vio a la directora recogiendo unos papeles.
- ¡Espere profesora! – dijo Roberto ayudándole a la Profesora
- ¡Oh!, Roberto, ¿que haces aquí afuera?, es un lindo día para pasear, pero deberías estar en tu salón.
- Si, si señora, lo que pasa es que me han castigado – dijo Roberto ayudándole a recoger los papales, hasta entregárselos.
- ¿para donde va usted con todas esas hojas?, ¿puedo ayudarle a cargarlas Profesora?, la veo algo ocupada. – dijo Roberto amablemente a la Profesora.
- Claro que si Roberto, ayúdame con el paquete que acabaste de coger, definitivamente eres una persona muy amable, pero no me ha gustado que te hayan sacado de clase. – dijo la Profesora caminando con Roberto.
- Discúlpeme Profesora, no volverá a pasar. – se excusó Roberto llevando los papeles.
- Profesora… - dijo Roberto con algo de curiosidad - ¿que son todos estos papeles? – y la profesora le respondió:
- Son circulares de entrega de notas de tercer periodo, iremos a mi oficina a dejarlas.
- Ya veo… - dijo Roberto, y todo el camino desde el patio a la oficina fue en silencio. Luego de eso, la Profesora le agradeció mucho a Roberto y los dos se despidieron amablemente. Tras abandonar la oficina y la sala de profesores, Roberto había cruzado la entrada principal, y desde arriba, se veían bajar estudiantes del otro decimo grado, tenían clase de laboratorio. Roberto se detuvo a saludar a unos amigos, pero en seguida, gracias al eco que se metía entre las paredes, escuchó la voz de Patricia. Tímido y algo asustadizo, corrió a su salón despidiéndose de todos.
- Buenos días, yo estaba… ayudándole a la Profesora a llevar unas circulares a la oficina – explicó Roberto al ingresar a clase de ingles.
- Bueno Roberto, puedes sentarte. – dijo la profesora Emilia Huertas, una profesora egresada de una universidad publica. Había viajado más de cuatro veces a estados unidos para aprender ingles. Los alumnos casi no la respetaban a ella tal vez por el mal trato que ella, según la mayoría les daba. A Roberto no le caía tan mal como a los otros, pero siempre le molestaba resolver largas evaluaciones y sacar malas notas algunas veces. Pasadas dos horas, el almuerzo había llegado, y Roberto estaba ansioso pero tímido de ver a Patricia. Él la esperaba esa tarde al lado suyo, pero Patricia no le habló. Tocaron la campana, y Roberto se fue desanimado a clase de filosofía. Durante ese tiempo, Roberto pensaba en Patricia, pero no dejaba atrás la filosofía, ya que le interesaba mucho y era una de sus pasiones. Pérez, mientras tanto, estaba haciéndole una travesura a un compañero, cosa que cuando vio Roberto, lo amenazó.
- Oiga, usted, care sonso… ¿otra vez molestando a las personas?
- Y que va a hacer gordo ñoñito, ¿va a decirle al profesor que le estoy robando las onces a Castañeda? – contestó Pérez con una sonrisa sarcástica. Luego, Pérez había sacado unos pequeños papeles de colores en origami, en forma de animales.
- Am… pero mire que tenemos aquí… ¿se le hace familiar, ñoñito? – entonces, con sus grandes manos, Pérez arrugó los papeles y los rompió dejándolos en el suelo.
- Eso es de patricia… vi esos mismos papeles en su cumpleaños… canalla, las va a pagar… - dijo Roberto en voz baja mientras la clase seguía.
- Yo a usted no le tengo miedo ballenita… en menos de lo que usted cree, estos músculos lo van a dejar paralizado en el suelo… por eso las nenas me siguen, mientras a usted no. Que fracasado es usted… no me dan ganas ni de pegarle de la lastima que me da. – dijo Pérez mientras Roberto copiaba apuntes y escuchaba reír a Sofi y Lula, las dos niñas mas bonitas y vanidosas del salón que tocaban los dedos y las piernas de Pérez, para Roberto, las mas huecas y tontas de todo bachillerato.
- Ríndete cariño… estas perdido, Alfy te romperá tu… ¿esa cosa se llama cara? Jajaja – dijo Sofi, mientras Alfonso recibía masajes y miraba a Roberto para provocarlo.
- Cállate, tú eres patética y tan hueca como un coco… - dijo Roberto a sofí.
- Al menos no somos tan… bueno, ya sabes, feítas, y sabemos hacer copia en todo, no como tu que ni siquiera puede con los números… - dijo Lula limándose las uñas y moviendo un chicle en su lengua hasta enrollarlo.
- Nos veremos a la salida…Nenendles – dijo Alfonso, y mirando que el profesor no viera, le dio un beso en el cuello a sofí, mientras Lula se ponía celosa. Roberto no lo soportó mas, por que a medida que daba el beso, arrugaba los papeles de colores de Patricia.
- Eres ¡¡UN BASTARDO!! – dijo Roberto lanzándosele en cima a Alfonso hasta botarlo al suelo con todo y silla. Había comenzado la pelea, la clase había pasado de ser silenciosa, a hacer un sitio de apuestas de quien ganaba o perdía.
- ¿QUE PASÓ AHÍ?, ¿QUE ESTA PASANDO? – dijo muy asustado el profesor.
- ¡¡PÉREZ!!, ¡¡NORIEGA!! ALTO, ¡ALTO!, YA BASTA, ¡TRANQUILOS LOS DOS! – dijo el profesor retirando a los dos alumnos del suelo.
- ¡Él empezó primero profe! – dijo Alfonso señalando a Roberto.
- ¡No es cierto!, él tenía unos papeles que había robado… y ¡me estaba provocando con las dos sinvergüenzas de sus novias!
- ¡No son novias!, ¡una es mi novia y la otra es la segundona pedazo de tonto! – gritó Alfonso y todo el curso de repente se quedó callado… y, hasta el profesor. Lula y Sofí también se quedaron en silencio mirando a Alfonso sin parpadear.
- Amor… puedo explicártelo… Lula, yo… - empezó a hablar Alfonso mirándolas a las dos moviendo su cabeza de un lado para otro. Estaba tan nervioso que tartamudeaba y de repente, las dos se miraron mal, y al mismo tiempo le dieron una cachetada en ambos cachetes.
Luego de ser expulsados de clase y de ganarse una gran baja en conducta, Roberto y Alfonso estaban en el patio. Ninguno se hablaba con el otro, pero al menos Roberto había recuperado los origamis rotos de Patricia, mientras Alfonso sufría una pena de amor terrible.
- Ahora por su culpa perdí a mi novia, a la otra, y perdí Área Formativa… - dijo muy triste Alfonso desde el otro lado del patio. Roberto lo ignoraba mientras intentaba arreglar los pequeños papelitos de origami cuidadosamente.
- Oiga, Alfonso, de casualidad ¿no hay un pegante por ahí cerca? – preguntó Roberto mirando a Alfonso, y Alfonso, con rabia y desprecio le contestó:
- ¿pegante?, pegante no, sino pegada la que le voy a dar cuando lo vea desprevenido… - Roberto ignoró sus palabras y al fin la hora de la jornada escolar finalizó. Por orden del coordinador de disciplina Roberto formó en filas de quinto y Alfonso en filas de primero y a la salida, Roberto se había encontrado con Patricia y Luna, la mejor amiga de Patricia.
- ¡Hola Patricia!, ¡hola Luna!, este… emm…- dijo tartamudeando como siempre – Alfonso tenía esto en su bolsillo y lo recuperé.
- Dios mío… son mis origamis… Alfonso malvado… debió quitármelos cuando estuve con él… - dijo Patricia y Roberto se sorprendió al escuchar esa noticia.
- ¿como así?, ¿ustedes dos se ven?
- ¿recuerdas cuando asististe a mi presentación de bandola en la candelaria? Bueno, pues él fue a verme. Pero gracias por recuperar mis papelitos, ese guache los estaba rompiendo. – dijo Patricia dándole un beso en la mejilla a Roberto. Luego, Alfonso llegó.
- Hola Patricia… parece que… recuperaste tus papelitos, ¿no?
- Eres un abusivo, como se te ocurre cogerlos, ven, acompáñame a mi casa con Luna… ¿quieres venir Roberto? – a lo que Roberto, bajando su cabeza dijo que no. Luego se quedó solo, Alfonso lo miraba desde lejos con una risa sarcástica a la que Roberto atacaba con su mirada.
- ¿A quien miras? – preguntó patricia a Alfonso.
- Al perdedor de Roberto… jajaja… - dijo Alfonso con una risa burlona.
- No es ningún perdedor y además no veo a nadie… ¿quieres comer pastelito con jugo de mango?
Entonces, la tarde pasó de ser fresca y soleada, a una tarde fría y lluviosa. Roberto iba triste y con el corazón roto por la calle. Había llegado a su casa, almorzó y llegó directo a su cuarto. Había dejado sus libros al lado de la cama y se puso a pensar en Patricia, y la relación que tenía con Alfonso. Luego, sacó de uno de sus cajones de su guardarropa, su billetera, y al sacudirla, sacó una pequeña flor color violeta algo arrugada y deteriorada. Era un regalo de Patricia unos meses atrás.
- Ven, vamos por este lado del parque…
- ¿A donde me llevas patricia?
- A ver una cosa que quiero que veas.
- Esta bien.
- En este parque hay muchas flores, pero hay una muy especial de la cual quisiera mostrarte… está justo ahí… ¿crees que es una sola flor?
- Supongo que si…
- Pues no, según mi hermana, en esta flor hay muchas flores, es una flor muy especial… es por eso que el día en que vayas a regalar una de estas flores pequeñas, no dirás que vas a regalar una flor, sino que vas a regalar estas flores.
- Gracias Patricia.
- Acuérdate de eso Roberto.
- De acuerdo, me acordaré.
Durante toda la tarde y la noche, Roberto recordaba una y otra vez ese momento mirando su pequeña florecita que le había dado Patricia al lado del parque. Patricia tenía muchos amigos, pero no se imaginaba tener uno como Alfonso… y Roberto sabia de sus amistades justo el día del cumpleaños de Patricia. Habían muchos niños y niñas, había dejado de llover esa noche y todas las ventanas estaban empañadas por el calor de adentro, también había conocidos y conocidas de Roberto, pero no estaba Alfonso.
- Listo Patricia… ¡pide un deseo!
- ¡Sopla las velitas!
- Muy bien, ¡Feliz cumpleaños!
- Ahora las palabras de la mamá, de la mejor amiga y del novio…
- …
- ¿como la estas pasando Roberto?, te veo un poco triste…
- ¿ triste? No, si antes estoy feliz por saber que tú cumpliste años… me da mucho gusto saber eso
- ¿ que haces ahí en la ventana?, ven a bailar
- Estoy… bueno, mira lo que está escrito en tu ventana.
- “feliz cumpleaños Patricia, te deseo lo mejor para siempre y por siempre”, ¡hay!, ¡gracias Roberto!
- Jajaja, no fue nada, feliz cumpleaños Patricia, te quiero mucho.
Ese mensaje que había hecho Roberto esa misma noche en el cumpleaños de Patricia, era un regalo que él quería hacerle con todo su amor y su corazón. Pero cada vez que recordaba esos momentos, y el desafortunado de Alfonso, aquel muchacho se colocaba a llorar con una sensibilidad mas grande o igual que la de Gustavo Adolfo Bécquer cuando paseaba por lo claustros de su monasterio o por su cálida celda recordando o imaginando partes y partes de su vida. Su abuelo cada vez que lo veía, le decía que estaba loco o que le había ido mal en el colegio… algunas veces Roberto lo ignoraba.
Después de dos semanas, Rosana y Roberto fueron al juicio de José, quien ya había recibido otra demanda por haber intentado matar a Rosana, el día en que la hallaron malherida. José no aceptaba esos cargos y gritaba en todo el salón que él no había hecho eso.
- Señor Juez… entienda, yo no fui el que mandó agredir o… matar a Rosana, me pueden culpar de todo ¡menos de asesino!
Después de una larga charla en el juzgado, de interrogaciones y cargos; lecturas largas que Roberto casi no comprendía y alegatos tanto de su padre y su madre, como de los dos abogados que velaban por aparte la justicia de cada uno, José había perdido la custodia mas ocho largos años de cárcel. Roberto, solo lo miraba irse con los policías. Era hora de que José pagara por la irresponsabilidad y por todo lo que hizo, pero Roberto veía en él una sola verdad en sus ojos… y era que tal vez no intentó matar a Rosana, esa misma tarde. De todas formas, el juez le había preguntado si los cargos para José eran los justos… Roberto dijo que aun no lo eran, pues su padre podía ser cualquier cosa, pero no un asesino. Fue entonces, que decidieron investigar a José durante dos meses para quitarle o no, los cargos de intento de asesinato. Rosana, su madre, estaba feliz de obtener la custodia, pero molesta por no llevar de una vez a José a prisión por lo que Roberto había hecho.
- Lo lamento mamá, pero es algo justo. – dijo Roberto mirando a su madre a los ojos – la verdad no creo que el sea un asesino.
Luego de un mes, Patricia y Roberto no se habían encontrado… él solo trataba de ignorarla para poder olvidarla…
- Si crees que es un amor imposible, déjala volar Roberto, libérala de una vez por todas amigo y no sufras más. – le decía” Turbay” otro día en “Delicious Coffee” una tarde de sol y calor.
Patricia tampoco lo buscaba a él, al parecer, los dos se habían alejado tanto que ya ni el uno recordaba al otro, hasta el día en que en un descanso se habían visto.
- ¡Roberto!
- ¡patricia!
- Como est… - dijeron los dos al mismo tiempo
- Primero tu por favor – dijo Roberto amablemente.
- ¿como estas? ¿cuanto tiempo no? – preguntó amablemente Patricia.
- Hace… un mes no nos hablamos, espero que todo este saliendo bien en tu vida Patricia. – contestó Roberto mirándola a sus hermosos ojos.
Los dos empezaron a hablar nuevamente y la tristeza de Roberto había cambiado. Estaba muy feliz de volverse hablar con Patricia… pues un mes era para Roberto dos años luz sin ella.
Había llegado la séptima tarde del último mes de la jornada escolar, Roberto escribía una carta para ella, en la cual le decía toda la verdad. Al siguiente día, a la salida de clases, Roberto se la entregó y ella dándole un beso en la mejilla, le dijo que la leería. Luego, un día después, Roberto se encontró en “Delicious Coffee” con “Turbay”, quien siempre lo escuchaba cuando lo necesitaba.
- ¿Entonces le diste la carta? – preguntó “Turbay” impresionado
- Si, en este momento la debe estar leyendo… Juan, la amo, ¡la amo a ella! Y no la voy a olvidar ni la voy a dejar nunca… siempre va a tener todo mi apoyo y todo mi cariño…
- Vaya, tu si que eres un….Romeo… - dijo “Turbay” viendo a Roberto sonreír.
- ¿crees que le haya gustado la carta a ella?, ¿tú crees?, ¿tú crees? – preguntó Roberto a “Turbay” con una gran sonrisa y aliento dibujado en su rostro. - Aaaaa, ¡soy el hombre más feliz del mundo! – pero “Turbay”, con una sonrisa y con señas de las manos le dijo a Roberto que se calmara.
- Ojala le haya gustado Roberto, espero que seas feliz con ella si al fin la tienes… eres un hombre que vale la pena y no se te niega tu gran corazón… pero lo único que te digo, es que ojala la mujer indicada llegue para ti…
- Ojala fuese ella, la tendría por toda mi vida, nos haríamos viejos los dos juntos, viendo crecer a nuestros… - pero “Turbay” con un ataque de risa lo interrumpió.
- Ah, ah, ah… ¿como que piensas tener hijos ahora?... jajajaja ¡Roberto!
- ¡Estoy soñando tonto! ¡Y te estoy intentado decir que la amaría para toda la vida! – dijo Roberto con una sonrisa en su rostro. “Turbay” solo lo dejaba soñar durante toda una tarde hasta que llegó la noche y los dos amigos se habían despedido para encontrarse después. Luego, cuando Roberto llegó a su casa, recibió la noticia de que una niña llamada Patricia había llamado… cuando escuchó eso, Roberto saltó de la felicidad con su corazón agitándose de un lado al otro bailando la tierna y suave música del amor. Esa misma noche no pudo dormir de pensar en lo feliz que sería con Patricia. Luego, a las dos y media de la mañana, Roberto soñando con Patricia, se durmió con una sonrisa dibujada en su rostro.
Un día se hizo una entrevista sobre como se podía conquistar a la mujer y al hombre de los sueños… 13% de personas habían contestado, que invitar a la persona a cenar a un restaurante fino y lujoso funcionaba; 23% de personas contestaron que la única forma de conquistar a una persona, es impresionándola en sus acciones; 45% de personas habían contestado que el amor no existía, y que la única manera de conquistar a una persona, ya fuera hombre o mujer, sería con el físico y con el sexo; 34% de las personas, habían contestado que la poesía era el camino mas adecuado para una mujer de verdad y tan solo el 3% dijo que con la música. Pero de estos porcentajes, al parecer no había ninguno como el de Roberto… nunca había invitado a nadie a cenar, nunca la impresionó con sus acciones, no tenia el mejor cuerpo para satisfacerla a ella y no le dedicaba canciones románticas a ella, ni a ninguna de la mujeres que había conocido en su vida. Por lo tanto, Roberto pertenecía a una de las minorías mas pequeñas de las entrevistas que oscilaban entre el 0.2 al 0.4 %, quienes decían, que el ser especial, las cautivaría y las llevaría hacia sus brazos… lamentablemente para Roberto, ese tipo de ideas eran utópicas, por lo tanto, ya no pertenecía a las minorías, sino a los porcentajes anulados del 0.1% al No sabe, no responde… ya que al día siguiente, en casa de Patricia, Roberto se había enterado de la verdad.
- Lo siento Roberto, estaba muy linda tu carta pero… nosotros dos podemos ser simplemente amigos… tu serás un amigo mío muy especial, muy importante para mi pero un novio no lo serás jamás… solo quiero contigo una amistad, una grande y verdadera amistad.
¿Buen día para él?, no, nunca lo fue, al salir de casa de patricia, su cara de tristeza no se la sabia quitar nadie… Patricia tan solo lo veía irse en el portón de su casa, hasta cerrar la puerta… Una puerta la cual temía se cerrara para toda la vida. Con lágrimas en su rostro, Roberto cogió el bus, y en silencio, recitaba un poema en su memoria… un poema sin entonación, ni musicalidad… un poema de un solo instrumento, de versos con ritios y lágrimas que caían y humedecían aquellas estrofas de llanto y dolor. Había llegado una fría y lluviosa noche, el teléfono de la casa sonaba, era Patricia, pero Roberto había pedido que no estaba, entonces Patricia dejó su razón y era que ella había llamado. Roberto con lágrimas en su rostro, pasó toda la noche en vela hasta que a las tres de la mañana se levantó, arrancó un papel y le escribió a patricia, después e pensar y de sufrir por un tiempo:
Sin importar donde estés, sin importar los limites y sin importar las condiciones, siempre estaré ahí, a tu lado derecho, protegiéndote y apoyándote en cualquier ocasión por mas simple o significativa que sea.
COMPAÑERA, USTED SABE QUE PUEDE CONTAR CONMIGO
NO HASTA DOS NI HASTA DIEZ, SINO CONTAR CONMIGO
Roberto.
Luego de dos días, Roberto le entregó a Patricia ese papel, Patricia lo había recibido con una mirada diferente, mas seria y para Roberto, no muy común.
- Esta bien, lo leeré, cuídate Roberto – dijo Patricia retirándose de Roberto sin la misma alegría ni la misma actitud que antes. Eso, destrozaba mas a Roberto, pero algo le dio fuerzas Para gritarle:
- ¡NUNCA ESTARÁS SOLA EN LOS MOMENTOS DIFICILES O FELICES PATRICIA!, ¡NUNCA! – y volvió a quedarse solo en las afueras del colegio, aquel viernes que para Roberto, a diferencia de los otros viernes, no era el mismo.
Hace un par de días, la mujer que atendía en Delicious Coffee, doña Estela, había cerrado Delicious Coffee a las tres y media de la tarde, por que su marido Eugenio, le había pegado una gripa insoportable. Cuando estaba cerrando, pasaban por ahí dos perros que iban amarrados por un hombre que los paseaba justo cuando un carro amarillo de un hombre millonario con muchas mujeres, pasaba al frente de Delicious Coffee, luego, ese mismo carro había pasado por un hueco, y las mujeres y el hombre que conducía, se habían golpeado la cabeza con el techo del carro justo cuando en un anden, un hombre bien abrigado había pisado un charco de la calle por pasar la avenida, pero al pasarla, pasó un carro rojo que casi lo atropella justo en donde Patricia estaba pasando la misma calle. Pero al pasar la calle, había pasado el mismo carro amarillo con la misma música y las mismas mujeres. Dos ladronzuelos asaltaban una heladería, y con su satisfacción a la victoria, pasaban cuando el hombre abrigado casi fue atropellado, y cuando Patricia había cruzado la calle, antes de que doña Estela cerrara Delicious Coffee por la gripa que le había pegado su esposo y que el hombre de los perros hubiera cruzado por ahí. Roberto estaba caminando un rato cuando Doña Estela estaba cerrando y cuando el carro amarillo había chocado con el hueco. Luego de que al hombre abrigado casi lo atropellaran, patricia había cruzado la calle, y los dos ladronzuelos la habían visto justo cuando Roberto vio el robo de la heladería y cuando el hombre de los dos perros pasaba trotando. Tal vez, si Doña Estela hubiera cerrado a las tres y un minuto de la tarde, los dos perros amarrados no hubieran pasado, el carro amarillo del millonario no se hubiera chocado contra el hueco y las mujeres con el hombre no se hubieran pegado en la cabeza… y el hombre abrigado no hubiera pisado el charco que tal vez no lo hubiera conducido a cruzar la calle en donde un carro rojo casi lo atropella, en donde Patricia cruzaba la calle, pero si el hombre del carro amarillo hubiera cambiado su música, tal vez los ladronzuelos no se hubieran salido con la suya ni hubieran visto a Patricia cruzar la calle. A su vez, si Doña Estela no hubiera sido contagiada de gripa, por su esposo, Roberto no hubiera pasado por ahí y no se hubiera encontrado luego con los ladrones que acechaban a Patricia. Si no hubiera ocurrido nada de esto, probablemente Roberto no hubiera estado peleando con los ladrones que, aparte de robar la heladería, cuando Patricia cruzaba la calle, la vieron y la acecharon. Y todo es un ciclo de tiempo que tal vez no se repite, que es universal y único en el mundo, puesto que los deja vus tan solo son accidentes del tiempo, cuando este se choca entre si en la vida de una persona para realizar una coincidencia. ¿ y si los ladrones no hubieran asaltado la heladería?, pues tal vez el ciclo de tiempo sería diferente, pues si no hubieran asaltado la heladería, no se hubieran dado cuenta de la existencia de patricia cuando volvieron sus miradas hacia la calle en donde casi atropellaban al hombre abrigado ni hubieran estado peleando con Roberto, quien defendía la vida de Patricia a toda costa, hasta que en un inesperado momento, Roberto, es lastimado gravemente de una puñalada en uno de los costados de su cuerpo.
- ¡ROBERTO!, ¡DIOS MIO, ROBERTO!, ¡ALGUIEN QUE ME AYUDE POR FAVOR!...
Gritos que se escucharon en todas partes, gritos de tristeza y desesperación… la calle era teñida de rojo hasta crear espirales pequeñas, que llegaron a dar justo en el charco que aquel hombre abrigado pisó.
Los médicos dijeron que no había esperanzas, que la vida de Roberto era como una esperma que con el fuego prendido encima, cantaba sus últimos gritos de derretida agonía, hasta apagarse. Rosana se deprimió, tanto que no dejó de llorar durante tres días y tres noches. Sus abuelos andaban en silencio y en el colegio, sus amigos se preguntaban como era el estado de Roberto. Hasta Alfonso le hacia falta. Días después, Patricia, después de terminar la jornada de clases, había recibido una noticia impactante y triste… el 15 de noviembre de 1960, a las dos y veinte de la tarde… Roberto Noriega, había fallecido. Tan solo recibió una carta, como único recuerdo para ella:
“En esta fría camilla te escribo… realmente te amaba, y deseaba que estuvieras conmigo para toda la vida, pero no lo logré. Patricia, sé fuerte y capaz en toda tu vida.”
“Eres una mujer verdadera, de la cual desde el primer día que te vi, me enamoré. Y nunca pienso abandonarte y siempre, apoyarte con mi alma y mi corazón.”
“Como tú un día me lo dijiste, siempre seré tu angelito de la guarda, para siempre cuidarte y orar por ti.
Nunca me olvides, por que yo jamás te olvidé.”
Roberto.
Segundo piso – salón de mapas -cajón del colegio antiguo
A la derecha del estante gris.
“Los ángeles también se enamoran”
Al ver estas indicaciones, Patricia fue corriendo, con lágrimas en sus ojos a la entrada del colegio, luego, entró a escondidas, subió el segundo piso, abrió el salón de mapas y encontró el pequeño cajón que tenia el escudo antiguo del colegio en el estante gris, en donde Roberto siempre lo solía dejar. Allí, encontró todos los poemas y memorias de Roberto, y entre ellos, muchos poemas con el nombre de su amada, Patricia Castellanos.
Cinco años después, un accidente ocurrió en la vía Bogotá – Villavicencio, en donde iban cinco pasajeros, dos hombres, y tres mujeres. El carro había chocado contra un camión luego de haber perdido los frenos. Solo hubo un sobreviviente de esa catástrofe, el cual fue Patricia, quien después de ser rescatada, un bombero le preguntó:
- ¿Como sobrevivió a tan terrible accidente?
Y Patricia, quitándose el respirador de oxigeno, y mirando al cielo desnudo, que estaba estrellado y seducido por la luna dijo:
- No sobreviví sola… no…
Y retirándose de la ambulancia, volvió de nuevo a mirar al bombero, quien la miraba muy extraño y le dijo, con lágrimas en su rostro, y sacando de su bolsillo, una flor de color violeta:
- Me ayudó él… tal vez fue él sino fue mi suerte… dígame una cosa, ¿usted cree en los ángeles? – a lo que el bombero respondió:
- La verdad, no.
- Pues debería creer en ellos, por que muy pocas veces se enamoran de uno, y cuando realmente se enamoran, jamás lo descuidan… jamás.
- ¿como… como sabe eso, señorita? – preguntó el bombero aterrado de esas palabras. Patricia nuevamente volvió a verlo y le contestó con una sonrisa en su bello rostro:
Lo sé… por que los ángeles también se enamoran…
Adiós.
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