Y entonces, mientras la oscuridad lo cubría todo y el sufrimiento ajeno era el mejor alimento, nació la luz en medio de las tinieblas.
En la completa ausencia de amor, tus ojos conocieron los míos, y quizá como un hermoso accidente del destino, mi mano rozó tu piel, tus labios mis mejillas... y mí corazón, cargado de una sed que no conocía, observó detenidamente la más espléndida creación de la naturaleza, quién mientras transcurrían los segundos se convertia en su todo... y mí corazón se enamoró de tu amor.

Y fueron tus labios el tesoro perdido que mi ser buscó, yendo hasta los confines aprendí las artes de la conquista y la seducción, y así, entre ires y venires, agotado, sediento, deseoso de tí, pero siempre anhelante de conquistar tu corazón, aquel 29 mis labios se estrellaron con los tuyos.

Fue el mismo Zeus quien milimétricamente selló dicho accidente con una inigualable descarga, que por segundos que parecieron milenios, unieron nuestros labios, nuestros corazones y nuestras almas.

por 57 eternos dias cultivamos, como sabiendo lo que hacíamos,, algo más que un sentimiento, ciegamente luchamos tratando de silenciar la voz de nuestro interior, pero nuevamente los dioses impusieron su ley sobre nuestra voluntad, y Eros con un soplo cubrió de celos tu corazón y de amor el mío.

Allí murió una lucha; tu corazón se rindió ante el amor y el mío venció el orgullo que lo cegaba, y fuimos uno en un beso, mientras el sol lentamente teñía el cielo de naranja, vistiéndolo de gala para el nacimiento de un sueño que se hizo realidad.