El hombre se levanta con el tibio color del día
se remienda los adentros
se planta el corazón al cuerpo
y parte hacia la espesura de los campos.
Arrastra la escarcha matutina con sus pies
Y dos saltamontes van trepados en sus dedos.
Intenta ser feliz, lo sabes,
pero a veces el ácido de la rabia se acumula entre sus dientes
y relincha como un animal que se rebela ante su destino.
Comprenderás,
son los días en los que anda bípedo y rumiante,
solo y con su hoz.
De regreso,
en la casa que una vez, también, fue tuya,
se pregunta:
-¿Para qué guardo tanto pan al trasluz de la vela?
si no hay nadie que venga mañana -
Mientras abriga la soledad que titirita de frio,
anda allí la pobre hambrienta,
encaramada en la pata de la mesa
recogiendo las sobras de todo lo vivido.
Si supieras,
hay tanta feria afuera,
tanto pueblo que baila,
tanta fiesta...y nadie que le diga que lo conoce por dentro.
Entonces,
te confieso,
parte solo para ver morir el sol
como un pálido centauro a lo lejos,
mientras la sombra infinita de tu rostro
se erige sobre la siembra del arroz y el trigo,
enorme,
gigante.
Entre la penumbra
tú lo cubres todo,
...todo lo cubres.
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