Miró a su alrededor convenciéndose de que fuera algo de su imaginación pero no lo era. Sus descalzos pies absorbían la humedad de la tierra y podía sentir las hojas secas raspándole las plantas de los pies.
En un comienzo, estaba desorientada y perdida pero a medida que los segundos transcurrían, sus recuerdos iban asimilando lo que sus ojos estaban proyectando. Era definitivamente la casa de campo. Los sonidos comenzaron a hacerse reales, el riachuelo cantaba su canción junto con otras criaturas del bosque.
De repente, la invadió aquel remojo típico de un lugar como ese en el cual los rayos del sol son absolutamente impenetrables por la frondosidad.
Su mente no reaccionó frente a la anomalía de aquel lugar ni al hecho de que se había transportado a ese lugar.
Hallándose contemplando aquellos vívidos recuerdos, el engorroso martilleo retornó en su cabeza. Sin meditarlo, tapó sus oídos en símbolo de defensa. Era como si alguien más estuviese allí, alguien que estuviera planeando aquello, alguien en busca de venganza, alguien que definitivamente quería hacerla pagar por algo. Un jadeante respiro se presentó detrás de su cabeza. Estaba muy cerca, podía sentirlo.
La tierra comenzó a recalentarse quemándole hasta las rodillas. Comenzó a correr sin juicio pero en vano. Lo único que logró fue caer al cálido lodo. Sintió que su cuerpo comenzó a subir de temperatura como si tuviera insolación. Murmullos desde los árboles, del viento o quien sabe de dónde se oían en son de voz: “Tú me mataste”… “Yo merecía vivir, no tú”… “Tienes que pagar”.
Tendida en el suelo, sin voz, trató de luchar sin conseguir nada. Algo la impulsó hacia un lado dejándola boca arriba. “Devuelve mi cuerpo” le dijo la silueta de una mujer. Sandy, sin comprender, luchó con sus últimas fuerzas. Justo cuando estaba a punto de desistir, sintió como su alma comenzó a desprenderse de su propio cuerpo. Falsos recuerdos comenzaron a disiparse. Un agobio la recorrió de pies a cabeza. Estaba aterrada.
“Bruja, devuelve lo que no es tuyo”. Entonces se desprendió por completo. Recordó todo lo que necesitaba recordar. Su corazón se llenó de un odio muy familiar. Recordó su vida anterior, su maldad, su viciosa vida y la envidia de poseer un alma propia, una vida. Había poseído el cuerpo de Sandy unos años atrás. Había conseguido una vida perfecta, totalmente vital; pero no le pertenecía.
Vio tirado el cuerpo frente a sus pies y comprendió que se había desparejado del él. Recordó cuando suprimió su propia memoria porque solo así podría conseguir una vida real, una vida alejada de su maldad innata. Comenzó a arder, las flameantes llamas se extendían varios metros hacia el cielo. La bruja gritó del dolor tan intensamente que se oyó kilómetros a la redonda. Se retorció junto con todo su odio y maldad.
Por otro lado, la verdadera Sandy luchaba por recuperar su cuerpo. Mientras la bruja ardía en el holocausto, todo el ambiente lo hizo conjuntamente. Las llamas se elevaron aún más junto con el calor que provocaba. El grito agudo de la bruja comenzó a disminuir paulatinamente. Entre las llamas, los objetos comenzaron a variar de forma. Los árboles se difuminaban uno por uno. Súbitamente ya no eran árboles, eran murallas, muebles, cuadros, todo se hacía más familiar cada vez más. Comenzó a marearse. Se le taparon los oídos, cayó al piso de rodillas y perdió el conocimiento.
Un lejano olor a cenizas penetró en su nariz. El calor aún golpeaba su cuerpo pero no tan potente como para dañarla nuevamente. Oprimió sus párpados tratando de abrir los ojos. Pudo mover un dedo de su mano izquierda allí tendida en piso. Un nauseabundo hedor hizo que abriese sus ojos drásticamente.
Su cuerpo pesaba más de lo normal. Se sentó y se sintió aliviada. Miró a su alrededor y reconoció su casa. Todo era deforme y grisáceo. Aún podía observar llamas en los muros. No importaba.
Una satisfecha carcajada brotó desde lo más profundo de su interior generando una paradoja: Había perdido todo, su hogar, sus cosas, sus recuerdos, su esfuerzo pero, a su vez, había ganado todo, había recuperado toda su vida, una nueva oportunidad, había vencido.
De rodillas sonreía, agradeciendo a la vida, satisfecha por haber vuelto y comenzar todo de nuevo. Unas sirenas se oyeron a lo lejos… bomberos, pensó.
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