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Las noches de julio son interminables. Encontrarle sentido a la charla es la única manera de combatir ese frio que escarcha los huesos, de ignorar la angustia que paraliza el corazón y aprieta sobre los pulmones.
El viejo lo tenía claro y sacaba los temas. Yo lo escuchaba para no pensar, para no llorar. El viejo mentía, exageraba, hablaba difícil para parecer refinado.
El viejo se moría de viejo, yo me moría de miedo. Las noches en cana son interminables.
Pero esta se pasó volando. El viejo se murió de viejo. Yo espero que hoy no falle la silla eléctrica.
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Texto agregado el 02-11-2010, y leído por 307
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