Este texto es parte de la serie de Memorias de niñez.
Nico 12 años
24 de diciembre, dos meses y medio después de mi cumpleaños número 12. "Entraste en una nueva etapa" me dijeron en aquel festejo, "nuevas cosas para saber y para sentir", me dijeron. Ahora ya pasadas las 4 de la mañana del 25 de diciembre, después de la cena, el abrir los regalos y la fiesta, ahora se a que se estaban refiriendo. Hoy la tía llego con las cacerolas y los cubiertos como siempre, llegaron con bolsas de regalos, ropa de vestir, maquillaje. Hoy los chistes de los tíos no faltaron, las bromas hacia la juventud desmesurada de mis primos más grandes. Surgieron las conversaciones políticas que terminaron en discusiones agravadas por el vino, los intentos inocentes de mi mamá en cambiar el tema. No faltaron los regalos, ni el brindis, ni el baile borracho bajo las luces de los fuegos artificiales. A simple viste esta noche fue buena como todas las demás. Pero estando ahí, por primera vez note las pequeñas cosas que antes no podía ver. La cara seria y preocupada de mi tía cuando nadie la estaba mirando. Las discusiones que antes me parecían inocentes que comenzaron a tornarse en peleas personales. De repente los regalos perdieron su importancia, la noche estuvo cubierta con un aire de tristeza que los envolvió a todos mientras rechinaban sus copas largando carcajadas que de repente empezaron a sonar forzadas. Y ahora que todos se fueron dejando atrás el árbol iluminado, alrededor de papeles de regalos rotos, infinita cantidad de botellas vacías y mugre que nadie tiene ganas de limpiar. Es ahora que me doy cuenta de lo que me querían decir cuando en mi cumpleaños me dijeron que vendrían cosas nuevas para saber y sentir. Entonces ahora después de todo esto yo me pregunto ¿Por qué no me avisaron que esas cosas no iban a ser bonitas? Porque la verdad es que yo ya me había ilusionado.
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