Dios proveerá
Hijos míos, vociferaba el cura desde el pulpito, -en estos tiempos de crisis; espiritual, económica, de valores, es tiempo de dar más, no es posible que vuestro párroco, viva de forma tan precaria. Dar hasta que duela, dar hasta que no quede más, sacrificaos por vuestra amada iglesia, no seáis mezquinos con Dios hijos míos, ahora es el momento en que más os necesitamos, sed desprendidos, no os atéis por las cosas materiales, desprendámonos en bien de vuestra amada congregación, amados hermanos.
Santiago no había entendido toda aquella arenga solo entendió que había que dar, y a él lo enseñaron que; primero Dios, así que cuando paso la charola de la limosna se deprendió del único billete que traía, el dinero que era para la comida de su familia, al fin y al cabo: “Dios proveerá”
Sara su esposa al verle de inmediato le recriminó -¿Qué haces Santiago? Es lo último que nos queda para comer.
Ten fe mujer –dijo Santiago; Dios proveerá.
Padre buenos días –saludo Manuel, cajero del banco del pueblo.
Buenos días hijo –contesto el sacerdote.
¿A que cuenta le hago el deposito? –pregunto Manuel.
A la personal hijo, a la personal.
Santiago y su familia habían pasado un día difícil, un día de esos donde el estomago duele de hambre, y la esperanza no aparece.
Pa, tengo hambre decía el más pequeño de los hijos de Santiago, mi pancita me hace ruidos y me duele; ¡deme algo de comer!
Santiago se conformo con llorar su desesperación, mientras su esposa le acariciaba los hombros.
En la parroquia otra familia humilde visitaba al sacerdote para pedirle: los apoyara con algún empleo temporal o un préstamo, para subsistir.
Padre ayúdeme –suplico Raúl.
Hijo mío, la situación está muy difícil, la parroquia no tiene recursos para emplearte o apoyarte, lo siento hijo y por favor ya no me quites el tiempo que mi rebaño me necesita –le urgió el sacerdote.
Padre ¿Qué hago? –pregunto Raúl al borde de la desesperación.
No pierdas la fe hijo: Dios proveerá – le contestó el padre que ya iba en camino y se lo dijo indiferente.
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