Observo una noche de madrugada la calle. No puedo dormir y me deslizo hasta mi ventana. La abro y veo a una mujer en un banco, esperando. Diviso desde mi piso a la muchacha.

Estoy lo suficientemente cerca para ver que lleva un vestido blanco que contrasta con su piel canela. Ella no me puede ver. Soy una sombra de la noche.
De pronto una silueta se dirige hacia ella. Se sienta a su lado y después de mirar a los lados, le da un tibio beso junto a la boca. Se apartan y ella cruza las piernas y desliza sus brazos por la falda.
Realza su silueta para que la admire.
Un amor furtivo, pienso.
¿Estarán esperando a alguien?
No.
Él la mira.
Vuelve a mirar a los lados y se junta un poco más a ella. Seguramente se verán tarde por miedo a que los descubran.
Un único coche pasa por la calle y ellos se ponen tensos.
Pasa de largo y aliviados se sonríen. Cuesta ponerse en situación cuando la paranoia inunda la lógica.
Abran dejado a sus familia durmiendo y habrán esperad hasta tarde para marcharse.
Ansían que el universo cese de seguir su paso.
La pasión sucumbe a la compostura y se funde en un abrazo intenso y lleno de sentimiento.
La compostura regresa y ellos se apartan perezosos y apesadumbrados.
Deben volver al ritmo de la vida. Ponerse las mascaras que se sujeta a sus caras por un hilo invisible tan alto como el cielo llamados cordura.
No podrá ser.
Nunca podrá ser.
Pero ellos seguirán quedando en ese banco y con solo 5 minutos ya tendrán bastante para seguir adelante. Más nunca es suficiente. Nunca.
Acabando esto, ella le da un beso y se marcha.
Él se levanta y parte por el lado opuesto.
Todo ha acabado .Aunque todo esto sean suposiciones y yo solo sea una sombra e la noche.