¡Ding-dong… ding-dong!! Llora la espadaña del lejano cementerio con quejidos de muerte que trasporta el viento. ¡Ding-dong… ding-dong!! Resuena en la campiña de un trigal yermo con sonidos de muerte que rompen el silencio. ¡Ding-dong… ding-dong!! Traspasan la arboleda que cobijo nuestro cuerpo con olvidos de muerte perdidos en el tiempo. ¡Ding-dong… ding-dong!! Llegan a la almohada del solitario lecho con sueños de muerte por el ausente beso. ¡Ding-dong… ding-dong!! Y muere el mañana de un poeta viejo con la trágica suerte de no estar muerto. Campanadas… Joan © Bosch 26/10/10
Texto agregado el 26-10-2010, y leído por 80 visitantes. (1 voto)