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La historia es sencilla, mí vida no ha tenido grandes altibajos. El primer día de trabajo conocí a José. Llegó a la estación vestido impecable, bien perfumado, peinado con gomina y una gran sonrisa que me llenó de confianza, supe desde ese momento que era una persona afable que me trataría con amabilidad.
Los primeros días se mantuvo algo distante, casi no conversaba, estaba muy concentrado en el manejo de los controles. Sus manos maniobraban con solidez y delicadeza.
Una mañana de otoño noté una mirada diferente en sus ojos, y unos suspiros profundos saliendo de su boca. Subió extrajo de su bolsillo una foto, la besó y la colocó en el parabrisas. No podía llegar a ver de qué se trataba. Silbaba y cantaba muy bajito y cada tanto intercalaba un suspiro. De pronto comenzó a hablar.
-Es increíble, siempre alegre, con una sonrisa como jamás vi, tiene figura de gacela. Algún día voy a casarme con ella. Es mi dulce amor.
Confieso que sentí celos, tal vez me quitara a mi compañero y amigo. Al transcurrir el tiempo este sentimiento cambió y ya sentía simpatía por esa mujer capaz de hacer feliz a mi José.
En uno de nuestros viajes comencé a perder aceite él estaba muy preocupado, apenas llegamos a la estación pidió reparaciones. Me llevaron al taller, creí que sería mi fin; dando unos suaves golpecitos en mi trompa dijo:-Quedate tranquila, en dos días volvemos a los rieles.
Al día siguiente se presentó, me lleno de alegría verlo. Mi amigo no me abandonó en manos desconocidas.
Una dulce primavera trajo un par de escarpines y los colgó en un rinconcito especial, había llegado Manuel, su primer hijo.La vida le regaló tres pichoncitos más. Siempre orgulloso me narraba cada una de las travesuras y logros de ellos, casi podría decir que los vi crecer.
Pasamos muchas experiencias maravillosas juntos; en una oportunidad el jefe nos felicitó por cumplir a pie juntillas los horarios, le dieron una medalla y él, por lo bajo agradeció mi eficiencia.
Pero le llegó el tiempo de jubilarse y se me partió el corazón, que sería de mí, quién sería su reemplazo.Tuve suerte, llegó alguien bueno también, aunque claro, nunca fuimos amigos.
Hoy en este museo, en que paso las horas, el guía cuenta mi historia en kilómetros recorridos, velocidades alcanzadas.Pero la verdadera historia nadie puede sospecharla.
De tanto en tanto viene mi amigo acompañado de sus nietos, nuestros corazones palpitan con la fuerza de la juventud. Sus manos me regresan a los rieles.

Experimental n°15

Texto agregado el 25-10-2010, y leído por 532 visitantes. (36 votos)


Lectores Opinan
15-02-2012 Es bonito saber que otras personas tambien le dan vida a objetos con los que conviven. En mi caso hasta viejos zapatos ...í muy bueno e original.! Ambrocio. ambrocio
26-03-2011 1* LACANIANO
18-12-2010 Una locomotora sensible y que sabe expresarse!! Saludos!! achachila
27-11-2010 Muy bello y tierno, realidades experimentadas entre el corazón-alma y la cotidianidad , un placer =D mis cariños dulce-quimera
16-11-2010 Bueny tierno cuento, felicidades. Un saludo de SOL-O-LUNA
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