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Cuando un persona tiene un problema en especial, importante, y que en si mismo es una forma de enfermedad, que va arrastrando como el caracol la caparazón, sin dar aviso y sin decir palabra que se escuche, lo más probable es que arrastre más de un problema.
Cuando estamos poseído por dicho síntoma, casi siempre es más de un solo defecto lo que se tiene acumulado, además que cual carro arrastramos a paso lento. Para ser más exacto, vamos por la vida derrochando, sin escatimar el consumo de sufrimiento, nada menos que sufrimento de segunda escala, a montones, donde de seguro han de torcer la balanza en negativo.
Saco como conclusión que son como cinco problemas distintos, no mucho más, que equivocadamente se encierran en una misma unidad de sistema, ocasionado dicho cuadro clínico, trastorno mental.
En mi caso, diré que la droga fue un problema, el alcohol otro, las infecciones otro distinto, las peleas de puño otro; me planto en cinco pues allí comienza la decadencia del ser y ya no puedes acumular defectos sin antes visitar la lona que tanto aborrecen los boxeadores. Muy importante hay que tratar de desarmar la galleta para poder conocer la verdad.
Luego de veinte años de no vernos, hoy nos encontramos con un amigo del pasado.
Yo en aquella época donde fuimos prácticamente hermanos, socios, estuve bastante enfermo. Pero como decía, arrastraba distintos problemas, por otro lado tenía problemas con el juego, aunque soy un hombre fuerte, problemas sexuales de no poder satisfacer a la mujer, pero aparte empecinarme en lograrlo, así es que fui entrando de lleno en diferentes dolencias, que en el peor de los casos, por parecer una cosa sola, uno asocia entre si todo lo que piensa y deduce, con esto logrando una confusión extra. Entonces allí, amén de que vas cayendo, estás herido y no sabes como continuar. Hay que ir paso por paso descartando lo que nos hace mal.
Y este tipo, llamado amigo, es una de esas cosas de la clase defectos (con forma de pieza de museo) que crean la fuente con los distintos tipos de picos de salida, del chorro de bombero que quedó abierto, en el conflicto que siempre perdura.
Siento que tendría que atarlo ahora mismo a la silla para hacerle un interrogatorio en frente del bracero.
Ayudenme ustedes cucarachas.
Una vez que lo tuve sujetado con sogas, le ofrecí un discurso con mi propia voz, nítida, donde primero le hube explicado mi actitud suprema de tenerlo amarrado a una silla de bar.
Ahora sigo hablando, mientras mi señora me seba mate, y el caballo que tenemos come avena de primera calidad, que previamente le pongo sobre su cabeza, para que sienta un cosquilleo, pero sin animo de lastimarlo.
Luego de una larga escena al costado de una parrilla donde estoy haciendo el asado, le voy mostrando que ya no soy el mismo, pero que disfruto del buen humor y de pasarla bien, creo adivinar que está más tranquilo o menos preocupado, al verme feliz con mi nueva esposa llamada Cristal.
Pero opté por obligarlo a comer ensalada. Y no tuvo postre.
De todas manera la amistad sigue firme.

Texto agregado el 25-10-2010, y leído por 140 visitantes. (0 votos)


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