La sangre se derrama cruelmente, cubriendo el blanco de las sábanas de rojo.
Los amantes, miran el cielo raso, el humo del tabaco dibuja cicatrices en el aire, las hojas del otoño susurran en las ventanas cerradas.
Ella, de pie frente al espejo, mira como la carne que esconde su corazón se abre fatalmente, luego, se cepilla el cabello mil veces.
Él, se sacude las caricias, abre la puerta, la mira con ternura.
Ella, siente el golpe del adiós entre sus muslos, entre sus piernas, siempre temblorosas.
Abandona el cepillo, sonríe, vuelve a la cama, escucha los latidos débiles en su pecho, hasta que poco a poco, se va quedando dormida, justo en el momento en que la música se aquieta.
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