La cosa no iba bien para los Peralta, se habían acostumbrado a la buena vida. En los satisfactorios tiempos del régimen de facto gozaron de las prerrogativas inherentes a los conjurados contra la libertad, llámese robo, secuestro o extorsión a los perseguidos por sus ideas. Pero eso pasó, el pueblo ocupó su lugar en la historia, se restauró el régimen democrático y muchas ratas se pusieron nerviosas y abandonaron su nido. Los Peralta cayeron en desgracia, debieron mudarse de barrio y afrontar severas dificultades económicas. Guzmán, el hijo del matrimonio contaba a esas alturas con quince años.
Peralta fue milico toda su vida y por sus escasas aptitudes no fue objeto de ascensos relevantes, aunque sí “beneficiado” por “asuntos” muy bien remunerados vinculados a la represión. Integró escuadrones de la muerte y participó en picaneadas, submarinos y cuanta maldad se permitieron los esbirros de la dictadura. Pero después todo cambió. A esconder el pasado y vivir como se pueda.
Guzmán gozaba de estimables cualidades y a instancias del padre siguió la carrera militar destacándose rápidamente entre sus camaradas, ya en pleno período democrático y rigurosas purgas internas en el ámbito castrense.
Era sumamente atractivo y cuando lucía el uniforme militar lo acosaban las chicas del barrio, algunas agraciadas y francamente bonitas aunque provenientes de hogares con escasas posibilidades económicas.
El “delfín” era la mayor preocupación de Peralta para salir de la mala. Un buen casamiento y sus influencias no totalmente desaparecidas podrían aunarse en un hipotético as de conveniencias. Lo tenía todo “craneado”.
Le había echado el ojo a una chica que vivía a la vuelta, hija de un concesionario de vituallas agrícolas. Había un inconveniente: Tenía una pierna mas corta que la otra y era realmente poco agraciada. Los muchachos la apodaban “pata e’palo” desde los tiempos que iba a la escuela. Estaba condenada. Sabía tocar el violín, hablaba tres idiomas, cocinaba como los ángeles, tejía que era una morosidad. No bebía, no fumaba y dedicaba una parte importante de su tiempo a cuidar a Tamango, un perro grandote que cuando lo sacaba a pasear parecía que el perro la sacaba a ella.
- A vos te falla algo papá ¿no? Como puedes siquiera imaginarte que yo pueda embarcarme en una operación abyecta embaucando a esa muchacha tan buena pero asimismo tan…No me gusta para nada y no estoy dispuesto a ser el hazmerreír del barrio y mucho menos prestarme a tus manejos. No hablemos más del tema. Además ya tengo algo en vista y…
- Pero hijo mío no todo se reduce a la belleza y al disfrute de los bienes espirituales que nos han sido concedidos. Hay que ser realista y hacer planes a largo plazo; en ese lapso no es imposible que aflore el amor. Digo, fijarse una estrategia de vida y eso tú lo sabes tanto como yo por tu formación militar. Es una chica de buena familia y podría ser muy útil – te lo repito - para intentar negocios con su padre, un tipo acaudalado que supongo debe estar ansioso por casarla.
- Mira papá, antes de casarme con ese escracho soy capaz de sacar mi espada y cortarme el pescuezo…
- Precisamente de eso se trata: en bien de todos nosotros quiero que desenvaines no tu espada, sino tu preciado miembro para cortar esta racha que nos está hundiendo… ¿Entiendes?
LUIS ALBERTO GONTADE ORSINI
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Montevideo, octubre 2010
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