Tengo un farol de kerosene que lo hice mi amigo.
Ahora está soltando, suelta un humo que hace dibujos en el espacio, una tropilla de caballos pequeñitos que galopan por la habitación.
Entonces yo enloquecido saco muchos billetes y comienzo a simular que estoy en una competencia hípica, apostando al que gana, pero siempre entro segundo y pierdo todo nuestro dinero, que en realidad queda disperso por el suelo.
Mi señora está mirando la escena algo asustada, porque ella solamente ve el humo de manera uniforme, además porque la plata son unos ahorros que nos costaron tanto juntar, pero como me conoce y confía en mi, hasta se sonríe bastante.
Una persona que pasa caminado ve un billete de los grandes saliendo por la ventana e intrépido se mete en la casa, golpeando la puerta con el puño primero, más luego entregando el billete a mi señora.
Yo aun en transe dejo los caballitos de lado y me dedico de lleno al visitante, invitándolo a cenar a los gritos, pero antes de ir a su encuentro, acaricio la tulipa diciendo que pronto vendrá la noche que no tiene sentido que se apague justo ahora, con lo cual la zamarreo para saber si queda combustible.
Cenamos mirando las estrellas hablando de tonterías hasta que el farol se apagó justo cuando amanecía.
Recién al final de la noche tomé coraje y le pregunté al visitante si pensó robarnos al ver todos los billetes tirados. A lo que por suerte contestó que para nada, que en realidad se sintió atraído por el olor a exquisita comida, que pensó que con la recompensa luego iría a tomar un balón de cerveza. |