Amor perro
Esa mañana supe al despertar que no seria un día normal, común y corriente como de costumbre. Hacia un tiempo que estaba vagando por calles de un sitio a otro sin rumbo fijo como un nomada errante, sin mas techo sobre mi cabeza que el sol y la lluvia que se repartían de a ratos los días ese caluroso verano. Estaba cansandome de este vagar por las plazas de la ciudad y comenzaba a sentirme como un viajero con ganas de tirar su maletín en un rincón y quedarse en casa, sentí unas ganas enormes de regresar pero me contuve, así lo hubiera hecho de no haber sido por el juramento que me había hecho a mi mismo de no regresar allá jamás. Hacia dos años que había huido buscando escapar de los abusos de mis hermanos adoptivos y la extremada falta de libertad, alli me sentía como un vulgar preso encadenado del cuello a una estaca. Luego de mi secreta partida los primeros meses en las calles de la capital habian sido muy duros pero la vida había comenzado a ser mas llevadera desde que había conseguido aquel refugio debajo de las escaleras del metro, cerca del capitolio. Aquel pequeño agujero lleno de cartones sucios era mi nuevo hogar y allí comenzó mi historia...
Era un día de esos malos... de perros, como otros tantos, pero ese día en especial algo me decía desde mis entrañas que ese seria un gran día, diferente a los demás. Siempre había tenido buen olfato para esas cosas y esta vez estaba totalmente seguro de ello, podía sentir esa mágica sensación de mariposas y burbujas recorriendo todo mi cuerpo llenandome de esa certeza de que mi vida cambiaría de golpe. Tenía que reconocer que al marcharme de casa sin mas equipaje que mis huesos a cuestas los malos ratos habían hecho presa de mi, al parecer les había gustado y por el tiempo que había pasado parecía que habían llegado para quedarse, pero esa mañana sentía que seria diferente. Estaba flaco y desnutrido, peludo y muy sucio pero esa libertad de ir i venir a mi antojo hacia que las noches a la interperie y el hambre después de todo valieran la pena. No tenía quejas de la vida de vagabundo que había elegido llevar de no ser por las locas carreras en plena madrugada para escapar a las redadas sorpresivas que hacían para acabar con nosotros los "callejeros", no se que tenían en nuestra contra nuestros vecinos de la urbe que nos miraban con desprecio y desagrado como a una plaga que debían eliminar, que debían exterminar a toda costa, cosa que no les seria del todo fácil porque al fin y al cabo éramos parte de la ciudad, como los parques, las plazas, los edificios... Éramos como las ovejas negras de la gran familia urbana y nada ni nadie podría cambiar eso.
Esa mañana salí temprano de mi refugio como de costumbre, recorría en silencio el callejón trasero del restaurante chino, allí entre los montones de basura siempre conseguía algunas sobras de la noche anterior que terminaban siendo mi desayuno y muchas veces mi única comida del día. Todo habría marchado ese día con normalidad de no ser porque por obra del destino mis ojos la vieron... Era bella, era sin dudas ella, la chica de mis sueños, la había soñado tanto que de inmediato lo supe, era ella y no otra, me basto solo una mirada y mi mundo se puso patas arriba. En un par de segundos la vi de todas las maneras posibles e imaginables, me veía caminando feliz de su mano por el parque, los dos juntos, unidos como uno solo, siendo de ella y ella de mi, siempre lo supe, lo sentía, lo sabia. Ella no reparo en mi pero igual no me importo, podía sentirla en mi, olerla, hasta tocarla con este loco deseo de seguirla a todas partes rendido a sus pies y así fue, desde aquella mañana fui la huella de sus pasos, la sombra de su cuerpo, su fiel guardián... su espía. La seguía desde el amanecer a todas partes, de la casa a la escuela, luego a las clases de música y en la noche me quedaba en las sombras hasta que apagaba las luces de su cuarto entonces regresaba contento a mi agujero del metro. La seguí esa mañana a la escuela como el sol sigue al horizonte, pase las horas enteras esperandola al salir de clases mientras me reprochaba la soberana cobardía que me impedía lanzarme rendido a sus pies. La noche anterior me había llenado de valor para dar el paso definitivo pero al hacerlo solo choque con su ausencia luego de cerrar la puerta tras de si sin sospechar siquiera que yo existía en su vida y allí quede yo, derrumbado, abatido... pero feliz de amarla y quererla para mi. Esa tarde todo cambio de un solo zarpazo, la vi salir de la mano de otro y mi corazón se partió en mil pedazos, ella se reía con él y lo abrazaba, era sin dudas su novio y ella era feliz de estar con él...mientras yo... un pobre tonto que la amaba en silencio. Entonces sentí la desgracia de los celos y tuve ganas de lanzarme sobre él y hacerlo escapar de ella, estuve a punto de hacerlo pero en ese mismo momento ella lo abrazo sonriendo y le dio un beso. Entonces me enoje con ella y trate de odiarla, pero no pude, era demasiado bella. Comenzó a llover y corrieron juntos hacia el auto y se marcharon. Atrás quedo solo mi cuerpo bajo la lluvia porque mi corazón, ese se había ido con ella para siempre, camine por horas hasta que cansancio me hizo regresar a mi refugio bajo las escaleras del metro y aquí sigo hoy, recostado sobre los sucios cartones sufriendo con dolor mi amor perdido, pero que derecho tenía yo de soñarla y quererla para mi si no soy mas que esto que soy... un pobre perro de la calle.
Fin |