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Todo estaba bien en la empresa, cuando sólo éramos 24 miembros en total. Todo estaba bien hasta que algunos comenzaron a hablar de globalización y de expansión internacional.

Desde nuestros inicios cumplimos con los requisitos mínimos para nuestro funcionamiento y con el pasar de las décadas y siglos, fuimos puliendo el trato con los demás. Más que una empresa era una gran familia. Míster A, ya incorporó hace un buen tiempo a sus cuatro hermanos de quienes, debo reconocer, su aporte ha mejorado la comunicación organizacional. Mayor fluidez, sensemaking y seminarios de toda índole.

Míster B, por su parte, llamó a su hermano menor a contribuir para que sus funciones fueran menos pesadas, logrando éste último gran notoriedad en poco tiempo.

Pero esos buenos tiempos son una simple neblina para el ahora. La excusa de mr. A y sus hermanos, quienes poseen hoy el control total de la directiva, tras imponer que sin su presencia todo se derrumbaría, fue que adaptarse a los nuevos tiempos, involucra el adaptarse a nuevos mercados.

A principios del siglo XX, llegó a formar parte de la empresa, unos cuantos miembros, que significaron la distorsión tanto de la visión como de la misión organizacional. Con una prioridad en la estética arribó al país míster W, encargado de las primeras capacitaciones. Enseñó a los presentes las políticas del país del norte, como si fueran las únicas válidas.

Míster W, no era ningún idiota. Apenas sospechó que su visa podría quedar inutilizable, tuvo un affaire con una de las secretarias, miss L. Producto de esta relación nacieron sus hijas gemelas de igual estampa que la madre. Es más, cuando miss L se retiró, fueron sus hijas las principales candidatas para obtener el puesto.

De voz nasal y directamente de Asia apareció míster Ñ. Mucho aporte suyo no existió, solamente era necesario un personaje como él, para lograr la conexión con el comercio oriental. Eso sí, míster Ñ fue el único indicado para el puesto, ya que los otros candidatos poseían nombres impronunciables.

De a poco las nuevas mentalidades fueron ganando más adeptos dentro de la empresa y el país cada día, se llenaba de extraños forasteros. Los problemas de aduana obligaron a ser más exigentes en los requerimientos para entrar y salir de la nación. Pero el caos, aún derramándolo con cuentagotas, tarde o temprano romperá cualquier dique.

Míster H, es un ejemplo de la influencia de los chicos nuevos. Nunca le escuché una palabra, ni me dio mucha confianza, pero simpatizó con los extranjeros del norte. Lo sé por rumores de que le enseñaron a expresarse con una voz raspada de garganta y menos labios.

Y como si esto fuera poco, el muy hijoputa es conocido por su tratado interno con el señor C y sus negocios que encontraron cabida en países como China, Chipre y Chile. También se les relaciona a ambos, con algunos revolucionarios de a mediados del siglo XX. Un tal Guevara.

A mí, por la cercanía de nombre, me han relacionado con dictadores, con alguien desalmado a quien sólo le interesa el dinero. Tildado de demente, demagogo, díscolo, desadaptado, delirante, y por lo más extremistas como el mismísimo demonio.

Nunca estuve de acuerdo con la apertura de mercado, pero míster M convenció a todos de que era lo mejor. Históricamente, su palabra siempre tuvo mayor valía que la mía o la de cualquiera que lo conociese durante su vida de jefe de contaduría. Aún dice que se trata de un puesto que lleva en la sangre, herencia de sus abuelos que trabajaron llevando las cuentas a los romanos.

El caos no dejó a nadie de pie, propagándose incluso por la directiva y altos puestos ejecutivos. Quienes en el diario vivir no son superiores a nadie, es así como parientes cercanos de míster I, sus hijas para ser más específico, resultaron humilladas en la vía pública. Lo que supe fue que regresando a su casa se encontraron con una pandilla griega que, tras lincharlas, gritaron al cielo que aquí sólo ellos tienen la última palabra.

Hay que hacer algo al respecto. Los cinco cabecillas han prostituido todo lo bueno a su alrededor. Creen ser los únicos capaces para dar orden a esta problemática, que ellos mismos provocaron.

Yo sé la verdad. A ellos nada les importa más, que mantener intactas las cosas que les brindan su propio poder.

¡Hay que hacer algo! Esta histórica empresa llegará a su fin en cualquier momento. A veces pienso que soy el único cuerdo en este lugar. Estoy seguro de que destacar por las diferencias es una forma más de defender la libertad individual. Ese es el origen de mi fuerza, pero también de mi ceguera.

Entonces caigo en la cuenta, respiro y guardo silencio. Apago todo discurso revolucionario con un simple "¿Qué puede lograr una D? ¿Qué puede lograr una simple letra?".

Texto agregado el 19-10-2010, y leído por 127 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
22-10-2010 Muy bueno Estrellas para ti +++++ Gema01
 
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