Traficante Intergaláctico.
Durante eones, viajó y visitó innumerables galaxias y sistemas planetarios, buscando aquello que era y es lo más codiciado por todos los habitantes del universo, y por lo cual, eternas discordias y guerras se han generado entre las más avanzadas y divinas civilizaciones del infinito. Tanta masacre y destrucción, fueron responsables de que ahora, la adorada sustancia quedase casi extinta, y a la vez, prohibida por las máximas autoridades de la creación, siendo sólo elixir de círculos ilegales o secretos, que con creces recompensaban a quienes les suministrase dicho elemento.
Como buen pirata y traficante intergaláctico que era, nuestro pequeño mercenario sabía de las ganancias que le significaría conseguir tal extracto. Tanto así, que con el tiempo la inmensidad del cosmos se ha convertido progresivamente en su hogar, junto a su pequeña y fiel acompañante "Sami", la nave multidimensional de partículas inversodestructivas. Fue de tal modo, que buscando y buscando en el insondable espacio, nuestro corajudo y aventurero viajero interestelar, encontró el planeta tierra.
-Vaya, ¿cómo no vi antes este lugar? -. Se preguntó rascándose la tapa de los sesos.
Sin pensarlo dos veces apuntó la nave a toda velocidad hacía el extraño cuerpo celeste. Abrió con sorpresa sus grandes ojos al comprobar que las computadoras arrojaban grandes índices del extraño compuesto.
-No parece haber vida inteligente aquí.- pensó-. Será como quitarle el plasma a un Solcoide-. Dijo para sí y soltó después una risotada sarcástica.
Tras un rápido y completo análisis de todo cuanto sucedía en la "Tierra", supo con certeza donde ir y con quien hablar.
En una noche apacible de tibia brisa primaveral, Sami aterrizó silenciosamente y sin mucho alboroto en los alrededores de la entonces "Guarida del Lobo". Antes de salir a la intemperie, el valiente mercenario arrimó a su delgado cuerpo un traje protector de atmósferas, algo muy parecido al tejido humano que se adhiere al contorno como una segunda capa de piel. Luego, y al más puro estilo ninja, penetró el emplazamiento burlando de forma irónica y burlesca los sistemas de máxima seguridad, como si se tratase de un juego para niños. En un abrir y cerrar de ojos se halló en la habitación de Adolf Hitler. Quien Roncaba en la penumbra.
De uno de los veladores, el cosmoalienígena agarró un tazón de café vacío, lo examinó curioso un rato, y después lo dejó caer. El estruendo hizo que Hitler despertara.
-¡Ups!, perdón.
-Qué mier...-. Antes de que pudiera expresar su gratitud, el mercenario interrumpió.
-¡Cierra la bocota y escucha!, sino, de un soplido hago que desaparezcas-. Adolf restregó los ojos sin creer lo que veía.
Perturbado y al borde del shok, Hitler atendió sin más alternativa todo lo que el cosmoalienígenia le explicaba. Aún no lo creía, y mientras el extraterrestre hablaba, pensó en la probabilidad de que fuese un sueño. Un sueño donde un misterioso humanoide, que le llegaba hasta un poco más arriba de la cintura, de silueta delgada y negra, sin rostro, quería negociar con él.
Con los ánimos sosegados, Hitler se atrevió a preguntar:
-¿Que quieres de mi?
-Ya te he dicho. Quiero hacer un trato-. Miró a los lados perseguido. Luego agregó en un susurro y apuntando con el dedo. -Anda a esa esquina y hace caca.
-¿Qué?-. Exclamó sorprendido.
-¿Tengo que repetir todo dos veces? ¡Anda a la esquina y hace caca!-. Ordenó.
-Per...
-Nada de peros. ¡Y No te mueves de ahí hasta que cagues!
Pasó casi una hora de inútiles esfuerzos hasta que Adolf Hitler por fin defecó. Fue una diminuta porción de excremento. Aún así, el pequeño extraterrestre se mostró satisfecho.
Lo que sucedió a continuación, fue sino, más trastornador y repulsivo que la llegada del mercenario a su habitación. Impactado, vio como el extraterrestre, ávido, engullía restos del excremento. A medida que la escena transcurría, Hitler pensó en lo absurdo e insólito de la situación, y poco a poco, unas ganas infrenables de reír se fueron apoderando lentamente de él, hasta que no aguanto más y explotó en carcajadas.
Dando tumbos, el cosmoalienígena quedó medio metro frente a Hitler, quien había dejado de reír invadido ahora por el terror. Después de unos segundos de incertidumbre, los dos, y al unísono, estallaron en risotadas eufóricas.
El mercenario, que ahora yacía tirado en la cama, reía feliz y extasiado. Adolf comprendió, que su pequeño amigo estaba "volado". Más volado que fanático en concierto de Bob Marley.
A la noche siguiente acordaron intercambiar toneladas de mierda a cambio de tecnología extraterrestre. Por último, Adolf Hitler advirtió, que si el extraterrestre no cumplía con su parte del trato, él destruiría sin piedad a todo ser humano, aniquilando así, a los únicos productores de mierda del universo. Lamentablemente, el cosmoalienígena fue detenido en un paso fronterizo, entre esta galaxia y otra, por tráfico de drogas (Mierda). y Hitler...Bueno, ya saben que hizo Hitler. |