El origen de la inestabilidad del hombre,
que tema… ¿no?.
Digno de una investigación acuciosa.
Me encerré a descubrirlo,
ese lapsus entre lo que sucede y lo que debería suceder.
No se como llegué al laboratorio,
lo construí en momentos de fiebres intelectuales,
el recuerdo de mi vida se escapa aquí,
solo ratifico este ambiente de formulas y recetas…
por que estoy encerrado en una disyuntiva.
¿Matan las coincidencias?.
Algo indica que voy bien,
veo ecuaciones retorcidas otorgando datos convenientes…
siempre convenientes.
Son como una mezcla de químicos pesados,
de resultados satisfactorios susurrando teorías místicas.
Atrapado en mi laboratorio…
las cosas se transforman,
vapores sulfurosos formando nubes en los altos techos,
alambiques de vidrio repletos de líquidos corrosivos,
una sopa de vida y muerte.
Papeles amontonados sobre estanterías oxidadas.
“Las coincidencias no existen…
emergen de un vacio empírico,
y esa será mi gens,
el origen para alterar el destino de las cosas”.
Débil y mal oliente,
flaco de cuerpo y cabeza,
radicales libres tocando melodías irreproducibles.
Algunas de Wagner y otras de los Doors.
Golpean la puerta,
entras sonriendo ante el caos.
Te atrae eso del científico loco,
y la entidad en los rincones se altera.
Ha llegado el componente básico.
Tomo tu cuerpo voluntarioso,
conecto sistemas alambricos,
y siento languidecer tus ideas.
Sin presiones,
amando el relativismo de tu sudor,
lamiéndolo en tu piel agónica.
“Encuentra la verdad” dices jadeando.
Ya eres una valencia en mi laboratorio,
fuiste la coincidencia necesaria por que nunca te llamé,
viniste impulsada por una fuerza neutral,
sin apuros,
mecida por una briza que mi control otorgó.
Entonces filtro tu cuerpo a través de los tubos,
y caen unas gotas en el baso final.
La entidad hace temblar los cimientos…
se siente a gusto
“Lo tenemos… lo tenemos” le respondo sonriendo.
Despierto…
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