Llegan ciertas caricias en la vida
tan fecundas
tan deliciosas
¡ lo sé !
Nos deslumbran.
Caricias destiladas
en el agua lustral
de las manos de dios.
¡ Yo lo sé !
Como si frente a ellas
la estrella amada
colmara el alma plena.
Yo, claro, ¡lo sé!
Solo son algunas,
pocas caricias.
Son selectas.
¡Claro que lo son!
Ellas nos elevan
hasta verdes praderas
llenas de ternura,
pletóricas de luz.
Iluminan nuestra cara
transmutada con su resplandor.
Y el humano… ¡feliz!
Eleva su mirada
hasta el infinito,
porque el maravilloso
Toque del Dedo Divino
¡lo llama!
entonces él abre los ojos
radiantes.
Su existencia fluye
como el río de oro del tíbar.
Plenitud en su mirar.
Yo, claro, ¡ lo sé ¡
la espalda delicada
se convierte en el poderoso
lomo de un potro veloz.

Deben ser los ángeles del amor.
O los Espíritus de la Naturaleza
que otorgan la vida ensoñada
en todo su esplendor.
O, más bien, las ascensiones
de Profetas Virtuosos
que profesan aquella fe verdadera
que los surcos que la vida bendicen.
Esas caricias tan sutiles
son las armonías de todos
los alimentos del alma
ingresando por las puertas
de algún misterioso cielo de amor.
Llegan ciertas caricias en la vida
Tan fecundas
Tan deliciosas
¡Lo sé!
Nos deslumbran
Caricias destiladas
En el agua lustral
De las manos de Dios.
¡Yo lo sé!
como si frente a ellas
la Estrella Amada
colmara el alma plena.
Yo, claro, ¡lo sé!
Solo son algunas,
Pocas caricias.
Son selectas.
¡Claro que lo son!
Ellas nos elevan
Hasta verdes praderas
Llenas de ternura
Pletóricas de luz.
Iluminan nuestra cara.
Trasmutada con su resplandor.
Y el humano… ¡Feliz!
Eleva su mirada hasta el infinito
Porque el maravilloso
Toque del Dedo Divino
¡lo llama!
Entonces él abre los ojos radiantes
y su existencia fluye
como el río de oro del Tíbar.
Plenitud en su mirar.
Yo, claro, ¡ lo sé ¡
La espalda delicada
se convierte en el poderoso
lomo de un potro veloz.
Deben ser los Ángeles del Amor.
O los Espíritus d la Naturaleza
que otorgan la Vida ensoñada
en todo su esplendor.
O, más bien, las ascensiones
De Profetas Virtuosos
que profesan aquella fe verdadera
en los surcos que la Vida bendice.
Esas caricias tan sutiles son las armonías
de todos los alimentos del Alma
ingresando por las Puertas
de algún Misterioso Cielo de Amor.

Ω