Las injusticias se hamacan en las mentiras de los débiles.
Yo, alzo mi bandera invisible, día tras día, en silencio,
con la resignación colgada en mi costado izquierdo.
El corazón solitario, se multiplica en los espejos,
detrás de mí, quedan todos mis anhelos merecidos,
yo, piso fuerte el suelo que me cobija de tanta inigualdad.
Los frutos, caerán como señal de lo correcto,
la casa se llenará de fantasía y magia,
seré liviana, cómo una hoja en primavera,
miraré a mi madre con orgullo,
en el lecho frío que la devolverá a su paraíso.
Él, conocerá los frutos amargos de la justicia,
despertará entre harapos, suplicando por su voz amada,
será tarde, ella estará flameando entre las nubes blancas,
sin ninguna atadura pendiente, con su vientre de cristal.
Noche tras noche, el peso de la culpa colgará de su cuello,
le pesará la nada multiplicada en su jardín de egoísmos.
Será tarde, ni yo, ni ella, estaremos ahí,
y los espejos, reflejaran a un hombre solo…
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