Un pequeño milagro
Cada día que pasa me convenzo más que el descreimiento generalizado entre los seres humanos, se debe a una fuerte crisis moral. Es que cuesta creer. Pero, ¿alguien se ha preguntado por qué?. También cuesta pensar. Todo sucede tan rápido que no hay tiempo. Lo que pasó anoche es superado por lo que aconteció esta mañana, los medios de comunicación modernos, son tan veloces que superan a la imaginación más pintada. Y, como corolario de esta celeridad, las que corren más rápido no son precisamente las buenas noticias, sino las otras. Esas que ponen a prueba el alma, porque no puede creerse, a veces, que exista tanta cosa mala junta.
Es por eso que ya se ha perdido la fe y la confianza en tantas cosas, sobre todo en el prójimo. Sería algo repetido decir que “todo tiempo pasado fue mejor”, pero a veces, quienes tienen algunos años puestos en el documento de identidad y en la memoria, se preguntan si esa frase es una verdad y no una simple reflexión nostálgica. Quizá en otros tiempos la dosis de ingenuidad genética era mayor, o todavía no habían sucedido tantos desastres en todos los ordenes, como para archivar en el cajón de los recuerdos la facultad de creer.
Y lo peor de todo es que uno ya no puede arriesgarse a creer ni en sí mismo, dado a que las circunstancias nos pueden llevar a cambiar abruptamente el rumbo de nuestros deseos y convicciones.
Nos queda entonces la mágica palabra, esperanza. Derivada del verbo esperar. Etimológicamente significa dejar que el tiempo pase. Y mientras el tiempo pasa, puede aparecer otra palabra, milagro, no utilizada mucho en los últimos tiempos, debido a su origen católico, ya que hay nuevas religiones, infinidad de sectas y creencias que desestiman al humilde término.
Sin embargo, éste existe. Aunque cada ser humano tenga una distinta manera de llamarlo o verlo. Existe, en la inocente mirada de un niño, en la tibieza del sol que nos acaricia, en la mano amiga que se tiende ante una necesidad, en la palabra que puede reconfortarnos, en la mirada antigua, pero sabia de nuestros mayores, en el poder despertar a un nuevo día y comprobar que aún podemos seguir ocupando nuestro lugar en el mundo.
Tal vez quienes me lean piensen que tengo un exceso de esperanza, inocencia, e ingenuidad acumulado, pero quiero aclararles que no es así. Solamente pretendo, mostrarles algo en lo que todavía creo y deseo compartirlo con todos.
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