Capitulo VIII
Carlos y el Castor
Carlos sabía que el peligro no había pasado, y que las Pirañas podían aparecer en cualquier momento. Sabía que eran animales muy feroces y amenazantes, deseosos de cualquier tipo de carne. Si movía un músculo iba a ser devorado por esas fieras.
Pero, ¿Qué podría hacer? Era tan pequeño, y se encontraba tan indefenso. Esos Orcos se lo pagarían algún día.
Del otro lado de la rama vio un pequeño Castor. Movió ligeramente la rama, y el animal se sobresalto.
-¿Me podrías ayudar? Sácame de aquí. Si no nos movemos rápido seremos comida de esas pirañas. El Castor se le quedo mirando, y sin pensarlo dos le dijo:
-Móntate en mi lomo. Me será fácil cruzar hasta llegar al otro lado del río
Carlos llego con su nuevo amigo hacia el otro del río, estaba extenuado.
-¡Eres un humano! ¿Por qué te encuentras de ese tamaño?
- Unos Orcos me hechizaron, y a mi amiga Lucecita también.
-¡Lucecita! Esa no es la hija del Rey Melquíades, la están buscando por todos lados.
- Debe estar muy asustada. Tengo que encontrarla.
- Conozco que puede saber su paradero- le dijo el amigable Castor. Es una lechuza, si le llevamos un ratón de campo estoy seguro que nos ayudara.
- Bueno, no perdamos tiempo vamos a cazar ese animal
Carlos y el Castor se escondieron detrás de unos matorrales, esperaron hasta que saliera de su madriguera un ratón gris.
-Ahora, dispara con tu arma- le dijo el Castor
Carlos derribo inmediatamente al ratón. No le hacia gracia, no le gustaba matar animales, pero lo hacia por lucecita. Tenia que estar en alguna parte.
Esa noche, el Castor y Carlos fueron a visitar a la lechuza.
-Buenas noches Amanda- le dijo el Castor.
-¿Qué me traer allí?
- Un hermoso ratón. Sé que te gustan mucho. Necesitamos un favor tuyo. Se perdió una pequeña hada, la hechizaron y ahora es del tamaño de un ratón. Necesitamos que nos digas dónde se encuentra.
- Primero el ratón.
-¡No! Te conozco, si te lo doy, no nos dirás nada.
- Me parece que cerca de las madrigueras de las liebres se encuentra una pequeña hada.
-¿Es cierto?- dijo Carlos esperanzado
- Tan cierto como me llamo Amanda, ahora dame el ratón.
La lechuza se engullo el ratón con avidez. Se veía que lo estaba disfrutando.
-Muchas gracias- le dijeron ambos.
- Es una buena amiga, pero es muy golosa, y se desvive por un ratón.
- Ahora, vamos a buscarla. ¿Quieres venir conmigo?- le pregunto Carlos al pequeño Castor.
- ¡Por supuesto! Podría ser una gran aventura.
Continuará...
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