Tito Albarracin era un muchacho con inquietudes. Sus dos pasiones eran el fútbol y el teatro, actividades que practicaba en el club de su barrio, el queridísimo Deportivo Carranza. Se destacó como enganche y como Hamlet respectivamente en ambas actividades. Su habilidad y su histrionismo lograban que sea un jugador distinto. En un principio no tenía muy claro como separar ambas disciplinas. Por ejemplo, en el clásico futbolístico zonal contra Atlético Bosques, emprendió una jugada magistral. Tomó la pelota, gambeteo a tres rivales y al llegar frente al arquero, agarró el balón con su mano derecha y mirándolo fijamente exclamó: Ser o no ser? Hete aquí la cuestión... El árbitro pitó y cobro tiro libre previo a sacarle la segunda tarjeta amarilla y posterior roja para expulsarlo. Tito se retiró, pero antes de salir de la cancha envuelto en un mar de silbidos e insultos, inclino su torso cual actor que saluda a su público. Dos noches posteriores, en la función teatral, después de la pregunta de rigor que exclama Hamlet mirando el cráneo, lo lanzó al aire y lo empalmó con un furibundo patadón de derecha que rompió en antiquísimo vitro del Teatro Badulaques, institución del pueblo. Tiempo después Tito logro equilibrar sus pasiones. En fútbol logro credibilidad en sus simulaciones ante los árbitros, rivales, compañeros he hinchas. Su expresión corporal hacía que sus actuaciones dentro del campo de juego sean seguidas por el público en absoluto silencio de platea teatral. Los espectadores solo se expresaban riendo o emocionándose según la escena que interpretaba Albarracin, para terminar aplaudiendo de pie al finalizar el partido, mas allá del resultado.
En teatro logro lo proporcionalmente inverso, popularizo a la audiencia que asistía con banderas, bombos y cánticos soeces. Tito futbolizo sus personajes teatrales y modifico el lenguaje de los mismos, por ejemplo recitando una poesía.
La castidad de tu pelo
que se mezcla con la lluvia
desde tu mirada rubia
y tu sonrisa sencilla
me sacaste la amarilla
que irónica paradoja
después me sacas la roja
por querer beber tu boca
teque teque toca toca
esta hinchada esta reloca
se lo dedicamo a Bosques
y lo puto e Villa Roca.
Sus excéntricas representaciones teatrales lograron que se corriera la voz hasta pueblos aledaños, trayendo público visitante al Badulaques. Ahí era cuando los Alabarracinistas hacían sentir su localía al canto de:
Y ya lo ve, y ya lo ve,
somo locales otra ve.
Ciertamente una apreciación irrefutable, si tenemos en cuenta que las presentaciones de Tito siempre se llevaron a cavo en el Badulaques.
El tiempo pasó. Tito se retiro del fútbol, con un merecido partido despedida entre actores y futbolistas. Entre gambetas, monólogos y pasos de comedia, Albarracin lloro ante el aplauso de la gente, aunque nadie sabe a ciencia cierta si fue emoción o la mismísima representación de la tragedia. El Badulaques cerro para siempre y en su lugar abrió una sucursal del Banco Hispanoamericano. Tito enseño teatro con pasión futbolera hasta el último de sus días. Murió de un infarto sobre las tablas, representando el festejo del triunfo del bien sobre el mal al grito de: GOOOOOOOOOOL!!!!!!!
Casi nadie hoy recuerda a Tito Albarracin pero dejo un legado. Un legado bien interpretado por unos pocos. Bien interpretado por actores de teatro que dejan la vida con una pasión casi futbolera sobre las tablas y con jugadores que nos emocionan hasta las lágrimas con sus actuaciones. Jugadores distintos. Distintos como lo fue Tito Albarracin.
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