Caída libre de una pluma.

Recostada en la solemnidad del vacío,
Comenzaba el raudo y feliz movimiento de su cadera
En el paradero de lo indómito y lo azaroso,
Como baraja de naipes recién cortada.
El alea jacta est sobraba en su movimiento;
Placer y deseo germinaba dicho mecer
Que solo un hombre de paciente se detiene a mirar.

Sobran las palabras ante el hermoso desfile impreciso,
Como acto de un efecto en completo vaivén…
“Solo la muerte le aqueja en el suelo”,
Cuando de improviso nace de la poca tolerancia
El roce del amante que no desea abandonar a su amada.

Dicho placer falso le crea cierta vida, pero sigue descendiendo
Hasta encontrarse fina y gastada, como zapato viejo
Que busca a su zapata vieja, en fin…

La rota fortunae, fija en la mirada del elemento
Cierto acto de agobio, comprobando en su mirar
que el azar pierde aleatoriedad y se forma en una respuesta pura,
su camino se estanca y su pálpito confiere a las lágrimas de muerte,
cierto encanto que solo el finar da como acto de tristeza.

Así yace en la profundidad del infortunio,
un elemento de liviano carisma
y enérgica libertad, que posee,
en su deambular multiforme
la acuciosa designación de la sinceridad.