Tomé el llavero del corredor y me dirigí ahí con el escobillón en mano, mi madre encontró el castigo perfecto para mí, es más ahora que lo recuerdo le doy un premio por aquel castigo: limpiar todos los baños del posadero con una escobilla y detergente.
“Que original – me limite a pensar haciendo una mueca de asco – “infringir disciplina del siglo XIX en el siglo XX” – tenía claro mi progenitora que esta vez no la perdonaría fácilmente.
Uno, dos, tres, cuatro,… ¡¿VEINTE?! Dieron las doce y yo estaba en el tercer piso, habitación 28, para un lugar de cuarenta cuartos que se llenarían al día siguiente iba a muy buen paso, claro está, sin contar que por castigar a mi madre no había probado alimento desde muy temprano y la panza me rugía, además el dolor de espalda que no me dejaba en paz.
- Sandro ven a comer! – gritó mamá desde el comedor
- Si vas a infringirme disciplina antigua que cumple con los requisitos!, AYUNO! – gruñí desde el tercer piso
- Pues si no comes ahora y hoy, Pet va a estar muy ocupado con tu filete
- Ahh? – la idea de ese gatucho devorándose MI FILETE lleno mi mente y sin pensarlo 4 segundos estuve sentado en la mesa, lavadas las manos que seguían oliendo a limpiador barato
- Haz terminado ya? – pregunto La Doña con tono burlón – los clientes llegan mañana y todo tiene que ser PERFECTO, PERFECTO! – y mirando alrededor mi madre brillaba de felicidad
- No – regañe – no he terminado y no lo hare mas, Roger dejo ayer los baños del cuarto y quinto piso como nuevos – seguí quejándome- si los quieres mas blancos coge tú la escoba- me fui tirando la puerta tan fuerte que casi no aguante la risa al escuchar el chillido de Pet huyendo de mi furia.
- Todo por una botella de alcohol – resoplé – que ni siquiera era mía –seguí regañando hasta llegar a mi habitación, y recuerdo haberme quedado completamente dormido pensado en detergente y escobas.
Sé, que iba corriendo, puedo recordar el sonido de mis pies en la acera y también, podría asegurar que iba hacia una panadería, lo que no logro aclarar es la razón por la cual era tan urgente que fuera ahí, tuve que parar una o dos veces pero… algo hacia que yo corriera con más ímpetu, ese olor, ese aroma que de algún modo yo conocía muy bien.
Hasta que de pronto y de manera abrupta más bien tenía a mamá colgada de mis orejas que ya ardían y a mí aullando como un demente.
- Que te levantes muchachito, APURATE!, APURATE! – sus ojos desorbitados me hicieron saber que ya estaban por llegar las razones por las que habíamos cerrado el local esa semana y por la cual yo había tenido que lavar baños hasta más de media noche, mi madre me sacudía otra vez - ponte esto – dijo tirándome unos pantalones - ¿es lo mejor que tienes? – su tono hizo que mi rostro se ensombreciera, me puse el uniforme de “SERVICIO A LA HABITACIÓN” y le sonreí irónicamente.
- Madre solo tenía que pedirlo- siempre hacía lo mismo, me señalaba que no tenía nada bueno que usar cuando quería que la ayudara como botones – volví a resoplar – y luego dices que no eres original – quise salir corriendo pero ella me atrajo hacia si para besarme en la frente – Eres un sol – me susurró al oído dándome una palmada haciéndome reír.
Caminando hacia el desván pensé “Ella hace que este caserón sea un hogar para todos”.
Las limosinas negras llegaban de a pocos, y yo sabía que eran personas viejas, pero importantes. Me volví a preguntar ¿Por qué habrían decidido alquilar el posadero de mi madre?, es cierto que es el mejor de este pueblo, pero también existía el Mejor Hotel que quedaba solo a unas horas del pueblo, solamente al final de esa temporada yo entendería él porque.
Eran un grupo de políticos, al principio mi madre y yo pensamos que solo serían esos señores y señoras estiradas que llegaban a reunirse para aclarar propuestas, comparar billeteras y señalar cuál de todos tenían la mejor familia, las mejores vacaciones, los mejores estudios, etc. Para ellos la palabra sencillez era signo de mediocridad, de pereza o simplemente de tener la mala suerte de nacer en un hogar de clase media o baja. La sorpresa que nos dimos cuando estos señores trajeron consigo no solo a sus esposas si no también a sus hijos.
Desde los más chiquititos que entraban protegidos por niñeras grandes y frías, hasta los más grandes que seguían a sus padres como futuras copias. Por supuesto que me di cuenta cuales eran los más importantes y como se diferenciaban de aquellos que tenían uno que otro cargo de poca importancia.
De veras se había esmerado mi madre en arreglar aquel posadero que ahora y después de una semana entera de arreglos parecía un pequeño hotel de 5 estrellas, se lo hice saber a mamá poco después y a esta le brillaban los ojos de orgullo. Poco a poco el pequeño hotel se fue llenando hasta que las habitaciones quedaron ocupadas en su total, incluso tuvimos que instalar nuevos catres para las niñeras y los choferes en las habitaciones de más baja calidad.
El bullicio de la mañana pasó a ser un recuerdo y yo estaba completamente agitado al igual que todos los empleados del hotel. Mi madre había contratado a por lo menos 3 botones mas aparte de mí por supuesto y las meseras del restaurante se habían duplicado, el mejor chef del pueblo fue contratado también con todo su equipo y todos sabíamos que la dueña de aquel pequeño hotel no había cobrado una pequeña suma por tener a aquellos personajes ahí, claro que nadie pregunto absolutamente nada pues mi madre tenía la costumbre de no hablar de dinero con todo su personal.
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