El taxi ya había llegado y lo único que quedaba por hacer era acomodar el trasero y pagarle al chofer. La oportunidad estaba allí, casi frente a tus ojos. Era cosa de ir, postrarte frente a la dichosa puerta y atraparla cuando esté volando bajo. Piensas que va a ser difícil, tal vez lo más difícil que realizarás en toda tu vida, que sería como una primera vez perfecta, ciento por ciento.

Debía ser así.

¡Ya serénate! No tienes porqué saltar al vacío tan pronto, mejor ponte una hora para comenzar con tu plan, el bendito plan. Mejor concéntrate en el paisaje ¡Pero qué lindos árboles!

Tomas la hora de tu reloj de pulsera: Son las dos en punto.

¿O tal vez eran las dos con dos? ¿Y si lo tenía al revés y en realidad eran las ocho y media? ¡Pero qué tarde era! Un momento, ¿Lo que sobresalía de la ventana era el sol o la luna? ¿Ya habría comenzado el horario de invierno? Pero se nota un poco de calor. No tanto ¿eh? pero sí que te sudan las manos. ¿Sería aquel un día cualquiera de verano o uno de comienzos de otoño?

¡Por Dios que pasa el tiempo volando! ¡Si ayer apenas había entrado al colegio! ¿Pero en qué curso iba? ¿Y si en realidad ya había salido del colegio? Espera un momento. ¿Alguna vez entró a algún colegio? ¿Habría sido todo un sueño, como el color de las paredes, el suelo irregular de cemento, el casino, las tías del aseo, aquella niña que una vez pensó que se parecía a aquel perro feo de la calle Lugano, con esos ojos negros y saltones? ¿Pero porqué las palabras de repente se te quedan atoradas ni siquiera en la lengua, más bien en el cerebro?

¡AH! ¡Ya basta!

¿Acaso eres otro de los tantos tarados que se ven todos los días en la tienda de electrónica, cuando pasas por fuera de ese mall que piensas es tan siútico? Si vas a comenzar algo, empieza del principio. Se nota que la edad te está pasando la cuenta…

¡Ah! ¡Pero deja de recriminarte tanto a ti mismo!

En realidad, apenas te estás dando cuenta que tienes sesenta y cuatro años, recién cumplidos en Abril. Y que estás casi, casi loco. Por lo menos ahora, que te has vuelto a enamorar.

¡Y lo habías negado tantas veces –nuevamente-!
Pero no puedes negar que desde los catorce años que sabes cómo es la cosa. Si, acuérdate de que ya habías sentido lo mismo antes. ¿Que no es lo mismo? Bueno tú sabrás. Me acuerdo que a la primera de todas, aquella que te pareció tan plana y poco atractiva, te encontró en un principio, o más bien te obligaron a encontrarla. Me acuerdo que al principio no disfrutaste sus encantos con total plenitud, pero sí que te pareció interesante, ya que si nuestra memoria no falla, te quedaste pegado con ella por casi un año ¿No?

No te avergüences, a todos les pasa.

La segunda, la tercera y la vigesimocuarta fue una situación similar, con la excepción de que “te pegaste” por menos tiempo, aunque, a diferencia de la primerísima, tuviste la oportunidad de profundizar más. Te gustan fáciles, lo sé. Pero en realidad, el término no es “fácil”, sino que, para ser más exactos, todas ellas te gustaron por lo que podrían ser después de que estuvieran contigo. ¡Vaya Narciso! Si lo describo de esa forma suenas hasta un poco patético ¿Tendremos acaso baja autoestima?

El taxi en el cual estás siendo transportado, que es de años ya muy anteriores, salta constantemente mezclando aún más tus tan perturbados pensamientos, es inevitable, y piensas que sería todo más sencillo si ése maldito clavo oxidado no estuviera casi perforándote el pulmón derecho, lo sé. Pero también sé que eres un quejón y por lo tanto me voy a abstener de consolar tus lloriqueos.
Ya bueno, ahora que todo ha sido explicado (o al menos lo vital del asunto), volvamos al tema de la hora. ¿Te parece bien a las cuatro? ¿No? Que mal, porque será a las cuatro. Y si es que en realidad el maldito reloj no está volteado, ya son las tres con cuatro minutos. Vaya, nos queda menos de una hora. Mira que eres el único que se queda una hora pensando consigo mismo ¡Pero no te pongas histérico hombre! ¡Calma, calma! Sé que extrañas la suavidad de sus contornos, su simpleza y aquel don que tiene para meterse en situaciones extrañas, así que en el fondo sé que me lo agradecerás.

Estoy feliz, ya que al principio, al igual que tú, estaba en desacuerdo. Es decir, ¿Por qué ahora que estas tan anticuado y probablemente menos perceptivo que antes? Nunca lo supe, pero mi deber es el de apoyarte, porque al fin y al cabo, yo soy tú.

Tres y media.

El tedioso tic-tac, que casualmente no se escucha en el reloj de pulsera que llevas puesto, taladra tu mente, te sientes aturdido, pero, a la vez, más vivo que nunca. El preámbulo es la etapa más sensitiva de toda actividad hecha por el hombre.
Un cuarto para la cuatro.

Repasas cada parte de tu plan de ataque. Ves fallas, las corriges, las vuelves a corregir y te convences de la idea del principio. Es normal, yo haría lo mismo si fuera tú (Já). Balbucea todo lo que quieras, porque a ella le gusta, dile lo primero que se te venga a la mente. No, mejor no, no sirves para improvisar. Mejor piensa bien lo que vas a decir. ¡No! ¡No, mejor eso no! Porque tarde o temprano tú e incluso ella se darán cuenta que no eres natural. Recuerda, todo en el momento, lugar y tiempo preciso, de eso se trata. No trates de tener la elocuencia de Camilo Marxs ni tampoco te hagas pasar por un Antonio Bandera, porque parecerás petulante y poco creíble. Se tú. ¿Escuchaste? ¡Se tú mierda!

Cinco para las cuatro.

Ahora baja del taxi, encamínate lentamente, y trata de tener el paso correcto. La actitud es lo más importante. ¡Ahí esta! ¡Ahí está! Bien, ahora siéntate suavemente ¡Que la ciática no nos gane! Bien, estás frente a ella. La encuentras hermosa, la más hermosa de todas las que has tenido delante de tus narices. Lo sé, yo también lo pienso ¿Se podría uno jubilar de este hobbie? No, jamás es la respuesta que se me ocurre. La tocas, la sientes, la anhelas. Ahora te desnudas frente a ella, no porque seas exhibicionista, sino porque no puede ser de otra forma. Sabía que te gustaban las de su tipo. Tomas un lápiz especial, uno que compraste únicamente para la ocasión y comienzas a marcar algo en ella ¡Bien! ¡Lo estás haciendo excelente! Ella no se enoja, más bien te demuestra que le encanta. Sigue siendo plana y blanca, pero sigues sintiendo que es capaz de salvarte de todos los males de este mundo.

Ah… Tan relajante.

La tocas, y en el fondo ella te está tocando también, agradeces su existencia y lo que ella representa para ti. Te dieron ganas de tomar café, pero sabes que la ardua tarea requiere más tiempo y concentración que antes. La tarea más ardua.
¡Oh si!… definitivamente placentero.

Y aunque sabemos que tal vez te tomará días terminar “la tarea”, estás feliz de que suceda nuevamente. El lápiz sigue bailando, pareciera que ella te sonríe, y como respuesta le das las mejores palabras nunca antes escritas.

Pasan horas desde que empezaron, hace calor afuera. Parece que la tarde ya comenzó, te das cuenta de lo que está afuera es el sol escondiéndose y que en realidad es verano. Te acuerdas de que estudiaste en el instituto nacional y que en realidad la niña-perro es en realidad tu esposa. Pero ella entiende nuestra situación actual, es más, lo acepta. Por eso procura dejarte todo el tiempo que quieras “con la otra”.

Irracional ¿no?

Si, el éxtasis está llegando. Y una vez que pasa, te levantas suavemente (acuérdate de la ciática), tomas un cigarrillo y más renovado que nunca, te sientas en la cama a esperar la noche. Todo ha terminado para bien, al fin y al cabo.

Te vuelves a un extremo de la habitación a tomar un poco de agua y sin querer volteas inesperadamente verla. Aquella amante, esa hoja de papel, se queda en el mismo lugar expectante a lo que hagas. Se miran por un rato y luego sonríen. Terminas el primer cigarrillo y comienzas otro, más feliz que nunca, esperando pronto la próxima ronda.