Tu piel se me fue abriendo entre las manos cual rosa perfumada. Acaricié sin límites tu cuerpo como si devorara una manzana. En tus cabellos puse una corona de besos y guirnaldas, en tus mejillas puse mis mejillas y en tu boca mi lengua enamorada. Tu cuello lo besé y sentí que suave de ardor se desangraba, tus hombros fueron flores en mis dientes, lujuria en mi mirada. Brazos y manos tuyos, dos serpientes que quise se enredaran en todos los lugares de mi cuerpo y que me envenenaran. Tus senos las dos frutas más sabrosas que degusté con ansias; recuerdo ese tu abdomen y tu ombligo ¡me quedo sin palabras! En tus caderas me quedé girando en una obscena danza, y como loco puse mis dos ojos allí sobre tus nalgas. Sentí sobre tus muslos que viajaba en ágiles potrancas; humedecí tus pies con mis dos labios que lúbricos temblaban. Y allí donde el amor se vuelve fuego y se convierte en alas ¡silencio! aquel instante ha de quedarse grabado en nuestras almas.
Texto agregado el 12-10-2010, y leído por 276 visitantes. (17 votos)