Octubre empezó con una pequeña nube vestida de primera comunión. Corría, rezagada, trás su perdido mes de mayo.

Luego, los cielos vespertinos, se fueron untando de mermelada de fresa, miéntras el Tiempo – sastre de vocación – con sus manecillas cual tijeras, han ido recogiéndole el dobladillo al crepúsculo. El horizonte, poco a poco, va subiendo su listón.

Por las mañanas, los escolares van abriendo sus libros como bostezos; y las oficinas van fotocopiando vacíos folios con los parpadeos de un sol enjaulado. La tele dijo que el Danubio azul podría competir con la “marea roja”, lo cual no deja de tener cierto toque de “humor negro”. Zapatero quiere cambiar un nuevo Ministerio y, no se qué más de Belén Estebán. Nada de eso me incumbe. Para deprimirme me basta con escuchar a quiénes valoran su virtudes en función, sólo, de los defectos de los demás, en vez de explotar sus propias posibilidades. ¡Qué triste!, ¡ pobre invidentes en el país de las evidencias!. Sin embargo, no puedo permitirme el lujo de deprimirme. Todavía no soy funcionario.

De todo esto le hablaré a mi perro, cuando se pose bajo mi escritorio miéntras estudio, y permita que me descalce y caliente mis píes sobre su lomo de lana, miéntras él se chupa “sus partes”.

Este domingo me enfrento a mi primera prueba para darle un nuevo giro a mi vida. Según las estadísticas tengo el diez por ciento de posibilidades. No son muchas. Pero me siento agraciado. Más de la mitad de la población de este pequeño planeta, ni siquiera tendrán acceso a este tipo de estadísticas, en particular. Mal de muchos NO es consuelo de tontos. Los tontos se consuelan con cualquier cosa. Por eso son tontos. Es simplemente eso: ¡Tener alguna posibilidad!. A POR ELLA…