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Ayer era el sol de tus mañanas tibias donde el color de la vida era esperanza y alegría.
Hoy soy la tormenta que desgarra tu mente, tu cordura y tu locura. Ya no me querés?
Ayer fui el manantial de tus besos húmedos y tibios. Me lo prometiste! Como que no te acordás?
Hoy soy un desierto árido y áspero que quema tu sien y raspa tu mejilla. Que raspa tu piel en jirones del alma lastimada. Donde no puedes alcanzar la orilla y te hundes en el barro del pasado. Eso soy? Pasado?
Ayer mi risa y tu risa eran la melodía del aire. Los acordes de nuestra respiración eran la ilusión del viento y brisa que pintaban garabatos en las paredes de esta casa.
Hoy son lágrimas. Lagrimas de dolor y angustia. Angustias de los amores pasados y futuros. Los tuyos, los míos, los ajenos y los propios. Los locos y los delirantes. Los fantasmas y los fantásticos. Todos irreales porque lo único que es real, es la lagrima que corre. La lagrima que rueda. La lagrima que tanto me cuesta creer.
Si te amo tanto. Si ayer también te amé y seguramente, mañana te amaré más. Más y más. Más que nunca y más que siempre.
Ayer no es distinto que hoy. Sin fechas. Sin aniversarios ni cumple mes. Sin almanaques ni estaciones. No necesito ningún elemento de medición. Nada que mida mi tiempo. Mi amor. Mi vida y mi resto de aire. Los kilómetros que recorreré de este camino y mi sendero solo terminarán con mi muerte y aun después de mi muerte estarás aquí, en estas palabras.
Te tuve en mis manos. Como el agua. Como el viento. Te escapaste y no me di cuenta. Tan mía. Tan ajena. Tan cercana y lejana. Prestada. Prestada de la vida y de estos días que me tocan. Un día te abrazo, te mimo y te acuno. Y después me ahoga el polvo que dejas al irte. Tan veloz, tan pronto. Y me quedaré esperándote. Sabiéndote ajena. Sin mí, sin dueño. Si mi amor te encadena a mí. Si mi amor es un ancla que no te deja escapar de la tempestad. Seré entonces tormenta.
No me hagas caso. El silencio de tu mirada, como mi rezongo cómplice mordiéndome los parpados para no verte. No quise ser el ladrón de tus penas, pero me hago cargo de todas ellas. Nunca quise jugarme tu amor en la ruleta rusa del tiempo. Jamás me perdonaría perder siquiera un cabello tuyo. Quiero firmar una tregua y que dure este minuto, mil años. Mil años de amor tomado de tu mano. Esa mano chiquitita que juega sin cesar. Que jugas a irte y sin salir de casa, me miras por la ventana. Como hago para cuidarte? Como hago para dejarte ir sin matar a mi corazón o lo que queda de él?
Estoy cansado de las reglas de esta puta vida. Me rebelo antes todos y ante vos. Que quieren de mi? Que no sufra? Y estoy sufriendo, carajo! Hoy es el inicio del fin. Hoy empecé a contar de atrás para adelante. Estoy caminado pero mi vista se apartó del camino. Revisando mis cajones te volví a encontrar, mi tesoro. Recordé el bendito día de agosto donde me entregaron mi preciada presea. Y con mil cerrojos te guardé y te cuidé. Mandé una guardia imperial a tu custodia. Pero el cofre de mi felicidad tenía un agujero. Siempre lo tuvo. Con cada paso de daba, una moneda se caía. Día tras día fui perdiendo mi tesoro. Y nunca fue mío. Hoy me enteré. Vino el ladrón. Lo vi. Lo miré fijo y lo odié. Ladrón! Le grité con un susurro y lo maldecí! Miles de hordas de bestias salvajes dispararon de mis ojos. Lanzas, espadas, hachas y mazos. Todos mortales y
asesinos. Manadas de lobos salvajes y hambrientos de su carne fresca y apetitosa que en un segundo en mis garras se desintegrarían… pero no. Me fui lamiendo mi herida y me alejé… la deje ahí, sin mí. Y me senté a esperar mi muerte.
Silencio. Porque tu silencio? No te calles. No me grites. No me ignores. Acá estoy. Siempre estuve. Cuando llorabas y cuando reías. Cuando no dormías y cuando delirabas. Cuando caminabas por las paredes y cuando jugabas con tu ángel. Siempre estuve aquí. No me eches. No me corras. Cada vez que te caíste, te levanté. Cada vez que tuviste hambre, fui tu pan. Y en cada enfermedad fui tu jarabe. Tus chichones me dolían a mí. Y tus cicatrices aun me sangran. Mis mascotas te aman más que a mí. Mis caricias son todas tuyas. Mis ojos son para mirarte. Y sin tu aliento me ahogo.
No estoy listo. No, señor! No era así como seguía la canción. Nadie me avisó. Porque? No. Pará. Vení acá. No te vayas. No me dejes. Sé libre. Se vos. Pero llévame contigo.
L.

Texto agregado el 11-10-2010, y leído por 83 visitantes. (0 votos)


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