Sobre este misterioso hotel Valestrense existen muchas historias, y estas son dos que tratan de advertirnos sobre los peligros que allí se ocultan. La verdad es que las veo parecidas hasta cierto punto, con pequeños cambios. Una de ellas debe ser una "corrección" o "mejora" de la otra... O tal vez las dos están basadas en una original que ya se perdió y/o habrá sido mucho más terrorífica. Ustedes juzguen.
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Ya es de noche, ya casi es hora. El hombre entra en la habitación, se quita la ropa, se pone el piyama y se acuesta. Todo lo hace en medio de la oscuridad, tanteando el ambiente. Como las otras veces, no hay luz. Aunque esta vez es por un poste derribado por el implacable viento que acompaña la tormenta. Gotas gordas se estrellan contra la ventana, ruidosas.
El hecho de que yo y los otros estemos viéndolo sin que se dé cuenta no es gracias a las tinieblas del entorno. Casi siempre estamos presentes, pero nadie nos ve. Prácticamente somos parte del edificio, del hotel "Virgin Solyt". Presencias familiares en las que nadie repara. Generalmente damos vuelta por el lugar a toda hora... Excepto hoy, 13 de Abril, pues debemos recibir a otro.
Un rayo atraviesa el cielo, y el refucilo ilumina el cuarto, al hombre, a los muebles, y al sujeto oculto en la esquina, detrás de la biblioteca. La efímera luz se refleja especialmente en el objeto cortante que tiene en sus manos, oprimido contra el cuerpo, paciente. Ya todos lo conocemos, ya hemos sentido su frío punzante en las entrañas, arrancándonos días, meses y años de una sola vez (Algunos, como yo, lo hemos sentido incluso más de veinte veces).
La escena se repite. El sujeto avanza, conocedor, hacia la cama. El huésped ya ronca, no escucha nada. Cuando todo acabe, si es que no ha despertado durante la faena, reaccionará al oír nuestras voces. Ahora no lo puede hacer, no insistimos inútilmente. Es verdad que lo hemos intentado al principio, pero como somos almas en pena, amarradas a este mundo pasajero que promueve el materialismo, no podemos intervenir en la vida, y estamos condenadas por ello a revivir una y otra vez este acto tan ruin y bajo como una tortura, para que nos golpiemos el pecho heridos y con culpa... Y la verdad es que funcionó sólo los primeros años, pero a estas alturas como que ya estamos acostumbradas...
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Ya es de noche, ya casi es hora. El hombre entra en la habitación, se quita la ropa, se pone el piyama y se acuesta. Todo lo hace en medio de la oscuridad, tanteando el ambiente. Como las otras veces, no hay luz. Aunque esta vez es por un poste derribado por el implacable viento que acompaña la tormenta. Gotas gordas se estrellan contra la ventana, ruidosas.
El hecho de que yo y los otros estemos viéndolo sin que se dé cuenta no es gracias a las tinieblas del entorno. Casi siempre estamos presentes, pero nadie nos ve. Prácticamente somos parte del edificio, del hotel "Virgin Solyt". Presencias familiares en las que nadie repara. Generalmente damos vuelta por el lugar a toda hora...
Un rayo atraviesa el cielo, y el refucilo ilumina el cuarto, al hombre, a los muebles, y al sujeto oculto en la esquina, detrás de la biblioteca. La efímera luz se refleja especialmente en el objeto cortante que tiene en sus manos, oprimido contra el cuerpo, paciente. Ya todos lo conocemos.
La escena se repite. El sujeto avanza, conocedor, hacia la cama. El huésped ya ronca, no escucha nada. Cuando todo acabe, si es que no ha despertado durante la faena, reaccionará al oír nuestras voces. Y entonces podremos ver la cara que el infeliz pondrá... Que es la misma que ponen todos los infelices millonarios y orgullosos que van a alojarse en la suite de lujo el día 13 de Abril, que es hoy. Nosotros, el personal de limpieza, esperamos pacientemente en un rinconcito, listos para arreglar el enchastre que quede al final. Es duro, pero vale la pena ver cómo esos desgraciados revientan por egoístas y miserables... Eso pasa cuando no das propina a los humildes trabajadores.
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