La leyenda del León capitulo 8: Cacería nocturna
Ya la taberna había cerrado hacia unas dos horas junto con la caída del sol, pero volvería a abrir dentro de unas pocas horas para atender a los posibles clientes nocturnos que por lo general eran bastantes porque venían a desahogarse de las largas jornadas laborales que tuvieron durante el día, y si a alguien le había ido especialmente mal simplemente ahogaba las penas con la ayuda de una jarra de cerveza negra, y por lo general no existía pleito alguno entre la gente de aquel pequeño pueblo costero, la unidad de aquella gente era digna de admiración por lo que una pelea entre conocidos porque se pasaran con la bebida era muy improbable y en el muy difícil caso de que ocurriese se solucionaba rápidamente y todos terminaban tan amigos como al inicio, ese era el tipo de pueblo en el que vivía la joven elfa.
Ella no era originaria de aquí, había llegado hace aproximadamente unos cincuenta años junto a su ya fallecido tío, él había muerto por unas heridas fatales y le confió a la joven a una pareja de ancianos que eran los antiguos dueños de la posada, en esos momentos ella era muy joven y no recordaba con exactitud el porqué de las heridas de su tío, lo que si recordaba era una profunda oscuridad, más profunda y terrible que el negro, pero nada más, absolutamente nada más, y si ella trataba de esforzarse demasiado en recordar una fuerte jaqueca y sudor frio la azotaba asiéndola pensar que seguramente era algo que estaría mejor oculto como estaba, sin embargo esto no hacia desistir a Anna de volverlo a intentar unos cuantos días después.
Ella barría la entrada trasera de la posada distraída en sus pensamientos, estimando a cuantos clientes atendería esta noche, a decir verdad, estaban cortos de dinero y necesitaban una razonable suma para pagar los suministros que sin duda pronto llegarían, probablemente dentro de uno o dos días como mucho.
-Bien ¡Debo esforzarme hoy también!
Y dirigió su mirada hacia la visible playa, que resplandecía con un bello color carmesí al reflejar los colores de un sol poniente que teñía las aguas.
El mar se encontraba bastante calmo, y con solo verlo cientos de pensamientos melancólicos cruzaron su mente: como tuvo que aprender rápidamente todo acerca de la posada, a la muerte de sus abuelos adoptivos, había pasado solo unos diez años con ellos, muy poco tiempo si hablamos de elfos, “prácticamente un pestañeo” pensó ella con tristeza, pero aún así esos momentos fueron de los mejores de su vida, o al menos de los mejores que ella lograba recordar.
-Abuelos ¿Estoy haciendo bien las cosas?
Pensaba ella mientras dejaba escapar un suspiro, deseando que ellos estuvieran en ese momento junto a ella para aconsejarla y cuidarla, tal como habían hecho en el pasado.
Todo se encontraba tranquilo, pero de pronto un sonido casi inaudible le llego desde la derecha, al lado de unas palmeras y arbustos. A una persona común ese sonido hubiese pasado completamente desapercibido , sin embargo, sus sentidos eran bastante más agudos que los de cualquier persona, ella si lo deseaba podía escuchar el caer de un alfiler a varios metros de ella o penetrar con su vista aún en una oscuridad donde otros no podrían ver tres dedos delante.
-¿Hay alguien ahí?
Aventuro, pero al ver que nadie le respondía se acerco lentamente a la palmera, pensaba que podría haber sido su imaginación pero aún así decidió investigar, aquel sonido le había llamado la atención, fue demasiado apagado, casi innatural…
-¿Quién es usted? No lo reconozco ¿Acaso es de este pueblo?
Dijo ella al ver a un extraño detrás de los matorrales, pero después cambio la pregunta al ver su estado
- ¿Necesitas ayuda?
era un joven que debía de rondar por los diecisiete años, su rostro demacrado por el cansancio parecía mostrar una profunda preocupación, sus ojos verdes delataban un gran miedo, su cabellos rubios reflejaban la luz del sol, su complexión era lamentable, parecía no haber probado bocado en muchísimo tiempo y además tenía el cuerpo lastimado, en el se podían dilucidar los rastros de unos látigos que surcaron por su piel no hacía mucho tiempo, su tamaño era aproximadamente de un metro ochenta, tal vez más ya que en el momento que ella lo vio él se encontraba agazapado, vestía una simple camisa y pantalón de tela verde hoja y unas sandalias algo estropeadas, un probable producto de haber caminado sin descanso durante un tiempo muy largo.
-Madre ángel ¿Por qué no estás aquí? ¿Realmente está bien lo que haremos?
Y a medida que aquellas palabras salían de su boca unas lágrimas recorrieron sus mejillas.
Parecía no haber notado a Ana que lo observaba extrañada, pero de pronto como si una corriente eléctrica hubiese recorrido su cuerpo se levanto de golpe y la miro a ella mientras balbuceaba unas palabras
-Aléjate lo más posible del pueblo… antes de que caiga la noche… antes de que sea demasiado tarde… llévate a todos los que puedas ¡Rápido! Si las nubes llegan antes todos morirán
Y dicho esto comenzó una débil carrera
-Espera…
Comenzaba a decir Ana, pero algo anormal la detuvo, había observado la sombra de aquel extraño, era anormalmente grande daba una impresión de que era más sensato no acercársele.
-¿Quién demonios es ese tipo? Se pregunto ella antes de volverse a poner a barrer, pero justamente cuando estuvo a punto de hacerlo, sintió como varias presencias se acercaban, cada vez más numerosas y aparentemente hostiles “algo malo va a ocurrir” se dijo a ella misma y corrió al interior de la posada dispuesta a abrir la caja que su tío le había dejado.
Adentro de la posada, Rafael se preparaba mentalmente para lo que ocurriría, había vuelto a poner todas sus pertenencias adentro de su gran mochila y de vez en cuando echaba unas fugases miradas por la ventana, el sol caería dentro de poco y con ello el comienzo de una posible masacre, el joven se movía rápidamente de un lado a otro pensando en las posibles estrategias que podría utilizar con el escaso tiempo que poseía, sin embargo, en medio de sus pensamientos la voz de su compañero lo interrumpió, acto que causo que Rafael diera un respingo
-Ni se te ocurra hacer eso.
-¿De qué hablas?
-De la idiotez que estas a punto de cometer.
-No voy a hacer nada estúpido
Contesto enojado el joven, pero la voz le replico
-¿En serio? Por unos segundos creí que te quedarías a ayudar a la aldea.
Rafael no dijo nada por unos segundos, pero luego retomo.
-No iba a hacerlo…
-Pero lo pensaste.
-¿Y qué tiene de malo que piense? Es más ¿Por qué demonios te metes en mis pensamientos? Yo no me meto en los tuyos.
-Lo hago porque nuestra integridad depende de lo que hagas.
La voz había puesto mucho énfasis en la palabra nuestra, como si quisiese recordarle a Rafael que no estaba solo y que el destino de ambos dependía de las acciones que él realizase.
-No pensaba quedarme a ayudar, lo sabes bien, aparte, mientras más rápido nos vayamos mejor será para esta aldea ya que probablemente ellos no tendrán nada que hacer aquí si no estamos.
-Ese es el tipo de pensamiento que deseo que tengas. Recuerda que estamos en una búsqueda de suma importancia.
Sentencio la voz, aparentemente feliz por la decisión que su compañero había tomado, pero aquel momento fue fugaz como un rayo.
-¡Demonios!
Exclamaron ambos al unisonó mientras que Rafael se dirigió rápidamente hacia la ventana y la abría rápidamente prácticamente sacando la mitad de su cuerpo por ella ¡La cantidad de presencias había aumentado exponencialmente! Al principio no se trataban de unas seis o siete, sin embargo ahora rondaban por los ochenta u noventa y en el peor de los casos cien, además, entre ellas se podían sentir cuatro que eran especialmente fuertes.
-Esos cuatro son verdaderos problemas.
Comento la voz
-Gracias por señalar lo obvio.
Dijo Rafael irritado.
Esto cambiaba completamente el transcurso de los acontecimientos, con tantos oponentes en las afueras del pueblo podrían fácilmente rodearlo o al menos tapar las posibles salidas. Pero lo peor de todo no era eso, una movilización de esa magnitud no era común, definitivamente algo estaba ocurriendo, aparte, en el caso de que ellos escapasen, sus perseguidores querrían sacar sus frustraciones con algo ¡Probablemente destruirían los edificios, matarían a los aldeanos, los convertirían en esclavos o servirían de alimento a las demoniacas huestes, violarían a las mujeres y se divertirían con los niños! Porque demonios las cosas tenían que dar un giro tan malo.
-¡No!
Exclamo Rafael, aquella idea lo aterrorizaba, tal vez no fue por mucho tiempo y él ni siquiera conocía a la gente de aquel poblado, pero era gente de corazón puro y que se cuidaba entre sí, algo que día a día se veía con menor frecuencia, fugases recuerdos de su antigua vida en el castillo junto a su señor Magnus acudieron a su cabeza.
Todo su ser temblaba con solo pensar que tal tragedia podría llegar a ocurrir.
De pronto un dolor en su frente apareció y al mismo tiempo callo de espalda.
-¿¡Qué demonios te pasa!? ¡Es la segunda vez en el condenado día que me golpeas!
Pero la voz de su acompañante ya no era tranquila, ahora se encontraba preocupada
-¡Idiota! Te eh estado llamando desde hace tiempo pero no reaccionabas ¡Mira al cielo!
Y entonces Rafael se levanto pasándose la mano por la frente y nuevamente miro por la ventana y sorprendido vio como lo que tendría que ser un atardecer rápidamente se estaba tornando más y más oscuro a una velocidad alarmante
-¿Que dem…?
Comenzó el joven, pero rápidamente se dio cuenta de lo que ocurría
-Magia climática…
Dijo mientras observaba como unas negras nubes se cernían sobre el poblado rápidamente
-Así es, no esperaran hasta el anochecer planean atacar apenas esas nubes se sitúen sobre la aldea. Sea lo que sea que pienses hacer debemos actuar rápido. Pero debemos tener más cuidado, deben tener varios magos bastante buenos como para causar tal anormalidad de manera tan veloz, aparte, seguramente pusieron hechizos sobre los caminos alternativos de escape del pueblo, si damos un paso en falso podríamos caer en una trampa.
Aquellos que decía su compañero era cierto, y Rafael lo sabía muy bien, la experiencia de sus cinco años de continuos escapes le habían enseñado eso de sobra, los magos son enemigos de temer y más aún cuando se desconoce su número exacto y ubicación.
-Estamos en un aprieto ¡No debimos de haber venido a la aldea!
Se dijo enojado el joven, pero la voz le dijo
-No seas tonto, necesitábamos descansar un poco y comer algo decente, después de todo no recuerdo la última vez que pudimos comer algo de comida caliente en vez de carne dura y hierbajos.
La voz no intentaba consolarlo, simplemente se empeñaba en señalar que la idea en si no fue mala, y esto Rafael lo sabía, así que se quedo mirando por unos segundos a la negra nube que se acercaba inminentemente ¿Qué haría? Y más importante aún ¿Cómo lo haría? Pero sus pensamientos no duraron mucho ya que en las inmediaciones de la ciudad se empezaron a escuchar gritos, al principio de manera casi inaudible pero cada vez haciéndose más fuertes, hasta el punto que Rafael vio como la gente alarmada salía de sus casas con expresiones de perplejidad y miedo, algunos se percataban de las nubes que prácticamente ya se encontraban sobre ellos y las señalaban con extrañeza mientras se preguntaban que podía haber causado un cambio de tiempo tan agresivo, pero para entonces ya no solo eran los nubarrones sino que también un terrible viento proveniente de todas direcciones causaba las caídas de barias de las personas.
Mientras el joven observaba todo esto sintió como alguien subía con paso acelerado por la escalera y el tintineo de algo metálico, así que dándose vuelta se preparo para atacar al instante si se trataba de algún enemigo, lo que fuese que se acercaba estaba a tres metros, dos, uno, la puerta comenzaba a abrirse y prácticamente al mismo tiempo unas garras filosas como cuchillas salían de las manos de Rafael, la puerta se abrió y el salió disparado como una flecha dispuesto a matar, pero cuando lanzo el manotazo lo agarraron hábilmente y lo tiraron hacia el suelo con un movimiento complejo, pero él no se dejo caer, en medio de la caída dio una vuelta en el aire y se dispuso a atacar nuevamente pero la garra se detuvo a escasos centímetros de la cara de su oponente
-Demonios, eres buena
Mientras sentía el frio acero de un florete en el pecho, Ana era quien empuñaba el arma
-Lo siento, actué prácticamente por reflejo.
Se disculpo ella mientras bajaba la espada.
-Tendría que ser yo quien dijera eso, prácticamente te mato hace unos segundos ¿Quién te enseño eso?
-No lo recuerdo bien, solo sé que de vez en cuando me pongo a practica un poco con este florete que es de mi tío.
Y se disponía a decir algo más cuando ella noto algo, la expresión de Rafael cambio de pronto todos sus músculos se tensaron y su cara reflejo miedo. No había terminado de darse cuenta de todo esto para cuando él se lanzo encima de ella, la abrazo, corrió hacia la ventana y salto por ella, todo eso ocurrió en unos dos segundos y no habían llegado a tocar el suelo cuando la posada exploto en llamas, las maderas y vidrios volaban por los aires, algunos ardiendo otros golpearon a los aldeanos de manera tan brusca que los mataban al romperles el cráneo o atravesarlos de lado a lado…
La joven elfa tenía un fuertísimo zumbido en los oídos, apenas escuchaba algo, aparte de que todo su cuerpo le dolía, si bien Rafael todavía la tenía entre sus brazos y había anulado casi todo el daño de la caída, ella no se encontraba completamente indemne, la onda expansiva los había mandado a volar un buen tramo y giraron bastantes veces en el suelo causándole bastantes golpes por todos lados.
-¿Estás bien?
Pregunto Rafael mientras se levantaba y ayudaba a Anna
-Sobreviviré
Le respondió, pero de pronto se lo quedo mirando al chico, una gran tabla le sobresalía de la espalda
-Dios mío…
Exclamo ella, pero en cambio el joven apenas se preocupaba por la herida, en cambio miraba hacia los lados como si tratara de entender cuál era su situación actual, en cambio ella observo como la posada ardía y casi se puso a llorar en ese mismo instante
-La posada… el trabajo de mis abuelos… No…
Apenas unas palabras inconexas salían de su garganta, demostrando el dolor que le causaba aquella perdida, no por asuntos materiales, sino por algo más, todos sus recuerdos, los únicos que todavía tenía habían sido en aquel lugar, y de pronto por dios sabe qué razón, todo se fue el diablo y se perdía, como el humo negro que rápidamente se esparcía en el aire.
Pero rápidamente se recobro, se dio cuenta de que no era el momento correcto para hacer esto, ahora debía de enfocarse en ayudar a los aldeanos y posibles heridos, así que dándose vuelta e imitando el ejemplo de Rafael comenzó a ver el panorama.
Todo estaba hecho un caos, la gente corría desesperada de un lado a otro, niños llorando, a algunos edificios se le habían pegado las llamas que gracias al viento se dispersaban con asombrosa rapidez, los cuerpos de los que murieron por causa de la explosión, los heridos y los que se encontraban bien intentaban ayudar a los que se encontraban en mal estado o apagar los fuegos, y ella iba a comenzar a darle una mano a los demás cuando vio que Rafael se encontraba observando algo con particular intensidad, pero de pronto se dio cuenta que él dirigía su vista hacia una persona en particular, se trataba del joven que había visto no hacia veinte minutos, se encontraba en frente de ellos a unos seis o siete metros, los observaba con nerviosismo frotándose las manos
-¿Por qué no te fuiste?
Pregunto con voz temblorosa
-Debiste de haberte ido…
Dijo él en parte como si se lamentara.
-Tú fuiste aquel que lanzo aquella bola de fuego ¿No es así?
Arremetió Rafael mientras se arrancaba el gran fragmento de madera sin sacarle la vista de encima a aquel sujeto que rápidamente desviaba su mirada al suelo y lanzaba un débil balbuceo
-Pero… Pero fue lo que me ordenaron ¿Qué más podía hacer?
Parecía que en cualquier momento se pondría a llorar
-¿Qué él hiso qué?
Dijo ella escéptica, no podía creer que un tipo como el pudiese causar todo eso… Entonces recordó la terrorífica sombra que le había visto ¿Podría ser que…?
Pero entonces noto que una gran oscuridad tapaba la poca luz solar que quedaba dejándolos como si fuese prácticamente de noche.
-Tú eres solo uno de los cuatro ¿Dónde están los otros tres?
Continúo con su interrogatorio Rafael pero sonrió y para luego decir
- Tus compañeros sí que son impacientes, pero no son los que me interesan.
De pronto un inexplicable miedo invadió a Anna, su ansiedad aumentaba a cada momento, sentía que algo se acercaba pero no podía verlo, estaba en entrando entre las palmeras, pasaba alrededor de los edificios, y no solo era ella, todos los aldeanos, comenzaban a mirar a todos lados como intentando darse cuenta de que era aquello que se acercaba ya que no podían ser vistos pero si escuchados, sentían como una ramita se quebraba cuando nadie pasaba sobre ella, como unos matorrales se movían, como algo pasaba furtivamente detrás de ellos, era el constante presentimiento de que algo se estaba allí y que de alguna manera parecía que se burlaba de su impotencia.
Anna escucho a alguien que se acercaba por detrás y rápidamente se dio vuelta con florete en mano, pero no había nadie y se volvió pero apenas lo hiso volvió a sentir los mismos pasos, el mismo e irritante tap-tap , tenía miedo, miedo de darse vuelta y descubrir que era lo que producía aquellos sonidos que se acercaban más y más, el ruido de aquellas pesadas respiraciones que prácticamente sentía sobre su cuello, mientras lo desconocido se esparcía ante ellos, sus ojos miraban un extraño juego de sombras por todos lados. Y los obres aldeanos se ponían a chillar y gritar de terror, pero de cuando en cuando, las voces fueron desapareciendo, como si la oscuridad se los tragase para no devolverlos jamás.
“Algo esta hay, siempre estuvo hay… Siempre… siempre ¡Siempre!
La pobre elfa estaba al borde de la histeria, quería gritar pero los sonidos simplemente no le salían de la boca
-Por favor… ayuda…
Fue lo único que consiguió articular, mientras sentía que unas furtivas manos atrapaban su cuello y comenzaban a apretar, el aire le falto rápidamente mientras que unas lagrimas que entre la oscuridad brillaron como perlas se deslizaban silenciosamente sobre sus mejillas, los ojos de la joven se serraron dispuesta a morir, en una situación común ella podría haberse dado vuelta y atravesado a su oponente con su arma, pero el miedo era fuerte, muy fuerte…
“Bueno, al menos esta pesadilla se acaba aquí” pensó intentando consolarse mientras se comenzaba a desmallar…
Pero un chillido de dolor le hiso abrir sus parpados, enfrente tenía algo que su retina siempre recordaría, se trataba de una especie de enorme León humanoide, se paraba en dos patas, su pelaje era más bien oscuro y tenía una poblada melena negra, su cuerpo era increíblemente musculoso, media al menos tres metros de altura, su porte era recto y demostraba un orgullo como el que nunca había visto, sin embargo lo que llamo inmediatamente su atención fueron sus ojos… unos ojos dorados.
-Ah… Eres tú ¿Por qué tardaste tanto?
Dijo ella mientras se desmallaba
La criatura yacía muerta, había sido atravesada por la mano del enorme León.
-Valla basura. Apenas me han dejado tiempo para descansar.
Comento mientras observaba lo que era, se trataba de un Rukurio, una raza de raras bestias similares grandes pájaros negros ligeramente parecidos a cuervos de tamaño humano que poseían dos brazos que usaban para ahorcar a sus víctimas desde las sombra, estas abominaciones aéreas, en realidad son bastante más fuertes que las personas comunes y con sus garras fácilmente podrían destrozar la carne y su curvado pico hacer hoyos en ella , pero aún así, por lo general no eran más que unos cobardes, ya que preferían atacar en la oscuridad ya que su plumaje tenía una propiedad que cuando ellos se encontraban en cualquier tipo de sombra se volvían prácticamente invisibles al ojo, y solo en casos de extrema necesidad peleaban abiertamente, ya que ellos tenían todavía un as bajo la manga, eran capaces de generar electricidad y lanzar poderosas descargas capaces de neutralizar a su objetivo en cuestión de segundos, pero esto era una espada de doble filo que causaba que su invisibilidad se perdiese por al menos un minuto dejándolos al descubiertos y abiertos para ataques.
“Todavía quedan muchos de ellos, no usaran sus rayos todavía, mientras puedan luchar usando sus artimañas se quedaran con ellas”
Pensó el León, y en realidad dependía bastante de que no lo hiciesen ya que recibir unos ochenta u noventa incursiones eléctricas representaba un autentico peligro. Apenas pensó eso la bestia levanto a la chica y se acerco a uno de los aldeanos al que le hablo en voz baja y rápida, al principio le costó bastante pero al final pudo hacerse entender con el hombre
-Llévatela contigo y escapen por la playa, ahí es donde debería de haber el menor número de estas cosas, y de paso esparce este mensaje a todo aquel que te encuentres ¡Rápido!
Y apenas termino de decir esto el aldeano se mando a correr con la elfa a cuesta.
-¿Cómo pudiste verlos?
Escucho que decían a su espalda, y se dio vuelta para ver al joven harapiento-
-Tal vez puedan ocultar su cuerpo, pero jamás la horrible pestilencia que los acompaña.
Y apenas termino de decir esto se escucharon muchísimos graznidos provenientes de todas direcciones, parecía que todos los monstruosos pájaros pusieron su atención en aquel que los insulto, y sin embargo Rafael no mentía, aquellas criaturas pocas veces pasaban cerca del agua ya que si lo hacían sus plumas se volvían pesadas y debilitaban sus propiedades hasta que estas se secaran (esta era la razón por la que escapar por la playa sería lo más sensato), por lo que la limpieza no representaba una virtud para los Rukurios, además, detectarlos no era más que un juego de niños para el León que poseía un olfato en extremo fino y un oído a la par.
Los graznidos cada vez se hacían más potentes y de vez en cuando se podían escuchar algunas maldiciones en idioma común pronunciado por las criaturas, que si bien no eran muy inteligentes lo reemplazaban de manera sustancial con malignidad y crueldad, ellos realmente no dejarían que quien los insultase saliese vivo, pero este no era más que el plan de Rafael que deseaba que se alejasen de los pueblerinos y que estos se alejasen lo más rápido posible de aquel lugar que dentro de poco se convertiría en una carnicería, y los aldeanos parecieron notarlo ya que rápidamente se pararon al sentir que las presencias de sus captores se concentraba hacia el enorme animal que había aparecido en un resplandor de luz dorada, así que lo más rápido que pudieron se echaban a correr y ciertamente nadie les prestó atención, solamente tenían ojos para aquel insolente León.
-¡Rápido! Acábenlo antes de que lleguen los superiores
Chillo aquel pobre diablo, parecía tener miedo de que alguien más llegase, y por sus palabras podía suponerse que le habían ordenado que lo atrapasen antes de que los otros tres poderes llegasen a escena.
-Interesante
Se dijo a sí mismo el León
-Pero parece que ustedes me están subestimando, unos cientos de ustedes jamás podrían derrotarme.
Les espeto a todos sus oponentes
-Vengan, rápido y demuéstrenme lo que saben.
Y entonces se dio vuelta y propino un fortísimo puñetazo al aire, pero en vez de golpear nada se escucho el ruido de huesos rotos y un grito agónico mientras uno de los pájaros aparecía y caía muerto con el cráneo completamente aplastado, y así era, una vez que aquellas criaturas eran asesinadas dejaban de ser invisibles
-¿Se creen mucho simplemente porque no puedo verlos eh?
Grito
-¡Pues entonces verán que de nada les sirve esas artimañas!
Y agarrando una de las palmeras que se encontraba a su derecha la arranco de cuajo del suelo con monstruosa facilidad y usándola como un enorme mazo se dedico a lanzar poderosos golpes con ella, y con cada movimiento se sentía como varios cuerpos eran machacados, sin embargo esto no era tan fácil como Rafael hacía parecer, él en realidad estaba bajo un gran estrés, sus enemigos lo atacaban desesperadamente desde todas direcciones y sin su capacidad para verlos atacarlos, aún con su potente olfato se volvía cada vez más difícil y extenuante, aparte, después de unos pocos minutos de lanzar esos enormes swings los rukurios comenzaron a ser más precavidos y atacaban más espaciadamente y lo hacían desde varios flancos al mismo tiempo, causando en varias ocasiones confusión en los sentidos de la gran bestia.
Y no paso mucho más tiempo antes de que la palmera se quebrara en pedazos y tuviese que recoger otra más y volver a hacer el mismo proceso. De esta manera pasaron aproximadamente quince minutos, y para cuando se quebró su tercera palmera, se dirigió a una enorme roca que debía de pesar al menos dos toneladas y la levanto mientras comenzaba a arremeter con ella con una furia incontenible, haciendo que sus enemigos se la pensaran dos veces antes de atacarlo, pero aún así Rafael no pudo continuar por mucho más tiempo con aquel ataque, su fuerza se consumía rápidamente
-¡Púdranse!
Rugió mientras les tiraba la enorme piedra a unos rukurios que según estimaciones de Rafael deberían de estar a unos veinte metros, y el impacto que produjo fue tan potente que la roca se destrozo en cientos de pedazos.
Pero sus enemigos aprovecharon la apertura que causo ese enorme movimiento y se tiraron sobre él logrando que el León lanzara maldiciones mientras sentía como múltiples y furtivos brazos lo rodeaban y lo sometían contra el suelo
-¡Malditos!
Les insulto Rafael mientras veía como aquel haraposo humano se acercaba hacia él
-Mátenlo
Sentencio con voz temblorosa. De pronto una voz apareció en la cabeza de Rafael
-Tonto, solo lograras que nos maten. Con esta transformación no podemos vencer a todos estos estúpidos, necesitas más poder, libera mis correas y podremos ponerles fin a todos ellos.
-Pero… No puedo hacer eso, si te libero aquí podríamos causar más males que bienes.
Contesto mentalmente Rafael
-¡No seas idiota! No podremos ganar y estos bastardos nos masacraran y seremos comida de cuervos a menos que me liberes aquí y ahora.
Entonces la duda asalto al joven, pocas veces había dejado que el verdadero León tuviese rienda suelta ya que él en realidad tenía tres transformaciones, la común que era la que usaba en ese momento, y otras dos más que lo volvían muchísimo más poderoso, pero aquellas formas tenían su precio, cada vez que él las usara parte de su sanidad mental se vería comprometida, si él se transformaba ciertamente tal vez podría matar a todos aquellos desgraciados pero a cambio, controlar su forma animal sería mucho más difícil e incluso podría salirse de control, aparte, tal vez él tuviese control ahora del cuerpo pero una vez transformado a la segunda forma la bestia seria la que tomase el control, pero en esta ocasión él no tenía opción, era eso o morir.
-De acuerdo, pero no uses bajo ningún motivo la tercera, la segunda debería ser más que suficiente para acabar con esto.
-Entendido.
Fue lo último que escucho Rafael antes de caer en un profundo sueño del que esperaba despertarse sin haber hecho nada de lo que después arrepentirse.
Los potentes picos y las terribles garras estaban por desgarrar completamente la carne del León cuando algo ocurrió y todos los rukurios que lo tenían atrapado salieron despedidos por los aires como si una explosión los hubiese golpeado y chocaron violentamente contra el suelo o los edificios, solo uno se salvo y logro mantenerse en el aire de manera muy precaria volando y lanzando quejidos de dolor.
Una densa polvareda tapaba lo que paso, mientras el andrajoso se caía al suelo asustado
-¿Qué ocurrió?
Se preguntaba mientras temblaba, y como queriendo contestar su interrogante la pared de polvo se disipo dejando a la vista a un ser un tanto diferente al que habían atrapado, eh aquí como se veía:
Se trataba básicamente del León, pero su cuerpo había sufrido algunos cambios un tanto drásticos, su melena ahora era de una especie de fuego negro ardía con fuerza, sus ojos dorados cambiaron por unos rojos intensos, era incluso más grande que antes llegando a los cuatro metros y medio, su piel parecía de alguna manera blindada como si sus músculos de alguna manera se hubiesen transformado en una especie de armadura natural, su pelaje tenía un tono más oscuro que le daba un aspecto un tanto tétrico entre la oscuridad general, de sus enormes garras ahora salía un fuego similar al de su melena y ahora tenía un aire más bestial como si parte de la orgullosa bestia hubiese sido transformado en una especie de salvaje.
-Bien, ahora estoy listo.
Dijo en lo que era una voz extremadamente gutural y profunda causando que apenas se lograse entender algo.
-¡Mátenlo ya!
Grito aterrorizado el humano mientras los rukurios se volvían visibles y comenzaban a generar energía eléctrica y de pronto al menos cincuenta rayos fueron lanzados contra la bestia pero antes de que estos impactaran estos simplemente se desviaron e impactaron en diversos lugares causando que varios edificios comenzaran a incendiarse y la tierra se agujereara por las potentes descargas, incluso uno impacto a un menos de un metro de distancia del joven.
-¿Por qué? ¿Por qué ocurre esto?
Grito consternado el chico y súbitamente alguien le contesto
-Esto se debe a sus propiedades mágicas, él es un ser de alto grado que tiene cierto control sobre los vientos del destino, una magias de bajo nivel como la de los rukurios jamás podrían siquiera tocarlo.
Aquella voz daba una impresión intelectual y pertenecía a un enorme ser que acababa de aparecer, se trataba de una especie de gigante de aproximadamente cinco metros, su cuerpo parecía anormalmente trabajado, incluso de sus músculos parecían salir músculos dando la impresión de que si alguna vez se veía una torre viviente el seria la representación ideal, sus brazos eran bastante largos y poderosos, sus manos eran ancha como un caldero, la piel era de un color gris piedra, su cabeza parecía ligeramente humanoide con dos cuernos saliendo hacia adelante, sus facciones expresaban estoicismo, su pelo negro era lacio, sus ojos eran negros pero no reflejaban brutalidad sino que una inesperada inteligencia que uno no esperaría en un ser así, vestía únicamente un pantalón oscuro, y su peso era tanto que la tierra retumbaba ante sus pasos.
-Lord Reyga
Balbuceo el joven mientras veía como el gigante se acercaba con paso lento hasta su lado
-Parece que darte esta misión a ti era esperar demasiado Orión.
Comento otra voz mientras se acercaba desde las sombras, esta vez se trataba de otro personaje, era parecido a un hombre, que vestía un sobretodo negro, pantalones de igual color y un sombrero de paja, su cara bien parecida tenia dibujada una sonrisa que advertía a los que lo miraban de una extraña e inexplicable malignidad, parecía completamente despreocupado, sus ojos negros miraban con diversión la escena, su cabello era corto y rizado de color castaño oscuro, parecía rondar por los veinticinco años tal vez un poco más tal vez un poco menos.
-Orión eres un inútil.
Lo insulto nuevamente al andrajoso para posicionarse al lado del gigante, aunque claramente no estaba enojado, es más, parecía que disfrutase de aquella escena.
-Debes esforzarte más
Comento una última voz que llego desde un costado del León y este vio como de entre las llamas de la posada que todavía ardía salía un personaje con un paso majestuoso lento, tenía una armadura completa roja pero esto no se debía a un tipo de pintura, si no que era la sangre de los muchísimos seres que había matado, y a su espalda tenia ceñida una larga espada en una elaborada saya de oro y plata con extrañas runas del idioma mágico. Era imposible saber más detalles del sujeto en cuestión salvo que su armadura era igual a la que usaban los paladines de los reinos más poderosos. “Este tipo es fuerte” pensó el León, lo podía decir con solo verlo. Finalmente los cuatro poderes estaban reunidos.
-¿Debías de entrar tan dramáticamente Zelidos?
Pregunto entre risas el del sobretodo
-Simplemente llego por el camino más rápido Andrus. No me estoy fijando en los pormenores como tú.
Respondió el caballero con voz profunda
-Ah, al viejo Zelidos no se le pueden jugar bromas.
Comento Andrus, pero luego siguió sin perder ese sentimiento animoso que lo caracterizaba
En cualquier caso ¿Qué hacemos con ese?
Dijo Andrus señalando al León
-Diviértanse con él hasta que encontremos a la princesa del ocaso.
Le contesto Zelidos
-¿Acaso la encontraron?
Exclamaron Reyga y Andrus al mismo tiempo mientras que el León cambio por primera vez su expresión, pero luego volvió a la misma que tuvo a la del inicio, a la de una tranquilidad que precede a la tormenta
-Creo que escuche “diviértanse con él”
Comento el León
-Así es señor Rafael.
Sentencio el gigante, y con un movimiento de la mano les señalo a los rukurios que acabaran con la bestia, y apenas lo hiso todas las aberrantes aves se lanzaron sobre su presa
-Yo no soy Rafael
Comento suavemente el León y para cuando todas las garras estuvieron a menos de un metro de él ocurrió algo con la velocidad del trueno, la bestia agarro a dos por las manos y comenzó a usarlas de armas contra los enemigos, los movía tan rápido que prácticamente parecían látigos que no podían verse debido a la monstruosa rapidez con la que eran blandidos, y de esta manera mato a unos veinte, en menos de uno cinco segundos, para luego soltar los cuerpos sin vida y moverse a una velocidad vertiginosa matando a base de zarpazos y manotazos a sus enemigos que caían como moscas, ahora que todavía eran visibles, ellos estaban en completa desventaja, y no había pasado un minuto para cuando todos los pajarracos estuvieron muertos y sus cuerpos sin vida cubrían el suelo, tal cual las hojas que caían de los arboles en otoño.
-¡Vaya monstruo!
Exclamo aterrado Orión, sin embargo los otros tres poderes apenas parecían impresionados, y de hecho parecía que esperaban ese desenlace
-¿A quién tenemos el gusto de dirigirnos?
Pregunto Zelidos
-A Baldur
Respondió secamente el León.
Entonces Andrus se acerco silenciosamente por la espalda a Orión y lo golpeo de tal manera que lo dejo inconsciente, pero aquel estado poco duro, ya que se despertó rápidamente pero algo había cambiado, ahora aquel hombre desplegaba una extraña presión
-Bien señor Baldur, entonces permítame enfrentarme a usted hasta que mis subordinados encuentren a la princesa del ocaso.
Sorprendentemente aquella voz que sonaba autoritaria nada que ver con el antiguo Orión.
-Juega con él ahora que has despertado.
Comento despreocupado Andrus mientras esbozaba una sonrisa
-Deberías dejar de hacer eso Andrus, él es uno de los nuestros ¿Sabes?
Dijo Reyga haciendo un movimiento negativo con la cabeza, mientras que Zelidos simplemente se quedaba observando la situación, pero Andrus simplemente levanto los hombros en señal de que no le importaba,
Sin embargo lo que todavía impresionaba a Bardul era el cambio que se produjo en el joven, su personalidad era completamente diferente, ahora inspiraba poder e intimidación.
-Bien, entonces hagan lo suyo.
Dijo Zelidos, y luego dirigiéndose a los otros dos
-Nos vamos, nuestros objetivos han cambiado.
Dicho esto desapareció y los otros dos lo siguieron sin más.
-Muy bien señor Baldur, es hora de comenzar nuestro pequeño juego.
Sentencio Orión mientras su cuerpo comenzaba a mutar
-Tú también eres una bestia legendaria.
Observo el León mientras miraba a su oponente cambiar, pero después su tono cambio por uno más preocupado
-No puede ser… ¿Tu eres el Wyrm?
Segundos después lo que yacía enfrente de Baldur distaba mucho de ser el joven que hasta hace un rato parecía que lloraría en cualquier momento, lo que tenía enfrente era una bestia de la cual muy pocos vivían para contar que la vieron, la visión le hiso recordar a su antiguo rey Magnus, pero en una versión muchísimo más pequeña y con unas cuantas diferencias más:
Un enorme cuerpo similar a los reptiles, escamas más duras que la armadura más fina de los enanos, un par de patas que aunque movían un cuerpo de al menos veinte metros de largo y ocho de alto podía hacerlo con una velocidad insólita, unas enormes alas que debían de tener unos treinta y cinco metros de envergadura sino más, una cola capaz de derribar una casa sin esfuerzo, un fuerte cuello, una cabeza parecida a la de los cocodrilos, dos cuernos que protegían los costados de la cabeza y podían ensartar a sus oponentes en ellos, y unos ojos verdes como esmeraldas que aterrorizaban a aquellos que se atrevían a mirarlos de frente, lo que tenía enfrente el León era una autentica máquina de matar.
Después de salir de su Shock inicial Baldur se dijo a sí mismo “parece que la cacería nocturna apenas comienza” mientras que el enorme reptil lanzaba un tremendo rugido y el León se lo devolvía mientras se lanzaba en una carrera frontal en contra de lo que podría llegar a ser el verdugo que el destino con sus jugarretas le puso en el camino.
Fin del capítulo 8.
Continúa en el capítulo 9: La Princesa del Ocaso
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