Todo comenzó muy de mañana, la sordidez invadía el ambiente, mientras pensaba en cual seria tu regalo, el pensar en una y mil posibilidades alteraba mis sentidos, hasta que de repente, y sin previo aviso, comencé a recordar como había sido nuestro primer encuentro, el como habia comenzado todo aquella tarde de septiembre…
Solicité redactaran un texto y entre la bulla y el tremendo calor de la temporada, se comenzó a escuchar tu voz… tenue como un murmullo, pero firme en sus conceptos… En un principio, me parecía absurdo tomarte en serio, pensé que sería un ejercicio más de los tantos que escucharia durante el semestre, pero, mi opinión cambio al escuchar cuando dijiste que… “existen personas a las que debemos aceptar no importando su creencias o sus preferencias, es como decía mi abuelo, las personas son como gelatinas, a veces cuajan y a veces no”. ¡Por un momento, pensé que tonto¡ Pero al seguirte escuchando, tus ideas eran comparables al agua que brotaba continua del manantial. ¡Por fin!, había llegado alguien a quien inculcar el gusto por la escritura, por momentos, visualicé toda una serie de textos, de cuentos extraordinarios y sobretodo la continuidad de la tradición de la escritura.
Confieso que por algunos meses eso fue correcto, de tu cabeza salieron impactantes historias que sobrepasaban lo esperado… ¡En verdad que era fantástico! Pero como en cualquier cuento de hadas, la bruja hizo su aparición y sin pensar en las consecuencias que provocaría, comenzó a aturdirlo con conceptos de lógica, mostrándole un mundo donde la lectura y la escritura según ella eran cosa para “los débiles”.
Recuerdo que hace apenas unos días llegaste y comenzaste a enloquecer de cólera, destruyendo todo indicio de escritura por considerarlo “inapropiado”, habías cambiado la pluma por unas monedas y la amistad por una serie de malos comentarios.
Ahora solo me pregunto: ¿Valió la pena haberte enseñado a escribir? ¿El soñar solo fue momentáneo o fue solo para pasar mi materia? En verdad no lo sé. Ahora en ti cumpleaños la duda crece y se transforma en un cúmulo de preguntas sin respuestas.
¿Y el regalo? En regalo será una frase la cual solo tú comprenderás… “El sol al igual que la admiración se extingue, y no precisamente con disculpas constantes se restablece no hay que perder la humildad, antes bien hay que reír ante el cuajado de las gelatinas.