Diástole, sístole
implosión de sangre y taquicardia
y yo enfrentado a los contornos de tu cuerpo
delineado y puesto a contraluz , platinado de sudor;
en el fondo de la noche.
Inhalo, exhalo a bocanadas comprimidas,
en pequeños gemidos torpes,
en grandes y desgarradores gritos
mientras tus piernas laten, cuando tu pecho arde;
yo me hundo en la carne predispuesta.
Contraigo y extraigo, el néctar agridulce,
la leche de tu cuerpo, la miel de tus blanduras,
mis manos, tus manos, trenzas en enredo,
y en la bóveda del silencio que resta y que vive,
un choque de cometas que estremece la penumbra.
Pulsa, pulsa; muerde y palpita;
sube y baja, entra y vuelve a salir; proyéctate en mí,
ámame y ódiame, páreme como a un crío y mátame;
resucita; date la vida y sácame de la muerte;
aunque solo esta noche y aunque todas las demás.
Abre entero tu cuerpo, cierra esa boca tuya,
no demores en llegar; traga mi saliva, no tardes,
fúndete en mi lengua, que el temblor se nos viene;
apúrate y muérdeme los labios, clávame las uñas,
hazme jirones la piel, a trasluz entre las sombras de nuestra noche y antes de llegar.
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