EL LAMENTO
Fue un eco lejano que me llegó en la soledad de la calle. La quietud de la noche pareció ampliarlo. Una voz que era lamento, queja, sollozo. Me detuve a escuchar y fue sólo silencio. Seguí andando y a los pocos pasos nuevamente la escuché. Estaba en el aire, no lograba identificar su punto de partida.
Me dije, nadie gime de esa forma si no le sucede algo grave.
Esta vez no volvió a escucharse más. Un silencio cubrió el barrio. Las calles vacías fueron mi compañía hasta llegar a mi casa.
Durante el día no lograba olvidar ese lamento por momentos resonaba en mi memoria y me parecía escucharlo cerca. Era una ilusión, lo sabía.
Obsesionado, regresé a esa calle a la misma hora. Camine lento, repetí cada paso y nada sucedió. Me detuve en una esquina, no se cuanto tiempo quedé esperando la voz, hasta que una patrulla policial se detuvo a mi lado. Bajó un uniformado y me pidió documentos. Viendo que todo estaba en orden, algo en mi cara lo debe haber preocupado que me preguntó:
-¿Quiere que lo alcance hasta el subte?
-Bueno, lléveme hasta mi casa, vivo a pocas cuadras.
Subí. Los dos policías me miraban por el espejo, el que manejaba comentó:
-Los vecinos reportaron que un hombre desconocido estaba parado en la esquina, estuvo más de una hora. ¿Qué esperaba?
Les conté mi experiencia de la noche anterior, me escucharon en silencio.
-Hemos recibido muchas quejas con ese tema. No se asombre, hay noches que se escucha ese gemido y no sabemos de dónde viene. Algunos dicen que comenzaron a escucharse cuando murió la hija de don Villalba, el farmacéutico, dicen que el novio la abandono y ella se dejo morir.
-¿Murió de amor?
-Eso opinan algunos los vecinos, otros dicen que es algún vivo que juega tratando de asustar a la gente. ¿Usted que lo escuchó qué opina?
No respondí, me encogí de hombros. Ya habíamos llegado a mi casa. Bajé y les agradecí. Entre y me quedé pensando: Yo que lo escuché… opino que ese lamento no era un juego, era el sentir de un alma desgarrada, ¿una loca de amor en estos tiempos? Sí, ¿por qué no?
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